¿Cuál democracia?
Las palabras, su sentido y conexión con los eventos que designan, son ingredientes fundamentales en la política
Ni anacrónico ni posmoderno, pero me pregunto: ¿cuál democracia? Fue sucesión constitucional o un acto ilegal. Se trata de una presidencia interina o es un régimen de facto. Al lector(a) le corresponde poner o no los signos de sedición; perdón, de interrogación. En todo caso, es un “Gobierno de transición” porque su cometido inicial es encaminar el proceso político a una nueva contienda electoral. Varias palabras pretenden otorgarle legitimidad: fraude y libertad, entre las más trilladas. Por una palabra, “usurpadora” diciendo, alguien enfrenta un juicio por sedición. Otras personas, por otras palabras. ¿Es democracia?
Un poema hecho canción menciona que “las palabras entonces no sirven, son palabras”. No es cierto. Las palabras, su sentido y conexión con los objetos o eventos que designan, son ingredientes fundamentales en el campo político. Precisamente una característica de este período político es la disputa por el sentido de la democracia. Fue así durante el proceso electoral, se intensificó a partir del 20 octubre y la vorágine de dichos y hechos (después del 10 de noviembre pasado) continúa hasta la fecha, porque estos días vivimos en un estado de militarización que hace recordar a las temibles dictaduras de los años setenta y ochenta. ¿De qué democracia estamos hablando?
Por eso, es necesario auscultar cada término y debatirlo. Escribí un par de textos. Una vez a propósito del “fraude monumental” que no fue tal sino un engranaje de la conspiración orientada a derrocar a Evo Morales. Luego, a propósito del “golpe de Estado” que sí fue porque a las evidencias en el momento de su ejecución se sumaron las palabras de un par de protagonistas que, hace días, relataron la trama de los vínculos entre los partícipes del complot.
En este caso me concentro en el término “transición”, porque este vocablo es utilizado para caracterizar al Gobierno; no obstante realizo un ejercicio intelectual con cierta dosis de anacronismo porque acudo a las reflexiones de algunos politólogos expertos en estudiar la transición de la dictadura militar a la democracia, un tema de moda en los años noventa que, luego, fue completado o sustituido por otro término en boga a fines del siglo pasado: consolidación (de la democracia).
Así las cosas, Guillermo O´Donnel y Philippe Schmitter definen un proceso de transición como el tránsito de un régimen político autoritario a un régimen democrático pluralista. Esta definición coincide con el argumento central del actual discurso gubernamental que supone que los hechos acontecidos entre el 20 de octubre y el 10 de noviembre pasados representan el punto de partida del tránsito “de la tiranía a la libertad”. Esta falsa noción (creencia, diría Ortega y Gasset) ha llegado al extremo (absurdo, conceptual y empíricamente) de la deformación de la historia política cuando algunos funcionarios del Gobierno afirman que el país estuvo sometido a 14 años (sic) de “dictadura masista”.
Los autores mencionados también distinguen dos modalidades de transición: por colapso (protesta social o guerra) o por negociación (entre la oposición y sectores del régimen autoritario), cuyos resultados varían en función del grado de liberalización y democratización, dando origen, por ejemplo, a una “democradura” o una “dictablanda”. Es necesario evaluar qué combinación de eventos permiten juzgar si fue colapso o negociación, o qué tipo de combinación. En todo caso es posible volver a plantear la pregunta inicial a partir del resultado preliminar de la transición política en curso: ¿cuál democracia?
* Sociólogo.www.pieb.combo/blogs/mayorga/mayorga