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¿Pluralismo en una sociedad rota?

La situación actual de crisis, polarización e incertidumbre en el país tiene diferentes componentes. El más visible y disputado es la crisis de representación política, que no necesariamente se resolverá en las elecciones de mayo. Puede agravarse, más bien, en un probable/clásico escenario de crisis de gobernabilidad. Una consecuencia de ello es la previsible, aunque incierta, recomposición del sistema de partidos: se despide de lo que fue, ignora todavía lo que será. El cambio no sabe para quién trabaja.

Como es sabido, el período de pluralismo moderado construido en casi dos décadas de democracia (im)pactada hizo crisis en abril de 2000 y colapsó en octubre de 2003, prolongando su agonía hasta los comicios de 2005. Esa historia de coaliciones políticas, algunas promiscuas y contranatura, dio paso a otro período democrático asentado en un Gobierno monocolor. Con sucesivas victorias electorales y una oposición frágil-fragmentada, el MAS-IPSP asumió en solitario el ejercicio del poder político. Faltaron contrapesos.

El gobierno de Morales se asentó en un sistema de partido predominante, el MAS-IPSP, más fuerte y orgánico como instrumento político que como partido. Este sistema se caracteriza porque una misma fuerza política gana sucesivas elecciones competitivas con mayoría absoluta de votos y mayoría de escaños en la Asamblea. Así ocurrió en los comicios de 2009 y 2014. El sistema entró en crisis tras las pasadas elecciones de octubre, declaradas “sin efecto legal”. Cayó el partido predominante, pero no el partido-instrumento.

¿Cómo se está reconfigurando el sistema de partidos en Bolivia en el marco del superciclo electoral iniciado en octubre de 2018, con la convocatoria a primarias, que se prolongará hasta noviembre de este año con las elecciones subnacionales? No lo sabemos de cierto, aunque hay señales. Lo obvio es que difícilmente habrá un partido predominante. Lo previsible, por la tónica de dispersión, es que nos encaminemos hacia un pluralismo polarizado, todavía débil y sin disponibilidad de pactos de nuevo tipo.

Pero la situación crítica no se agota en la representación política. Como un río subterráneo que puede inundarnos, pero preferimos no escuchar, se aproxima una crisis económica que requiere medidas urgentes, que se siguen postergando por la agenda electoral. Claro que la crisis más grave de este tiempo-opaco-de-las-cosas-minúsculas es la fractura de la convivencia social: habitamos una sociedad rota. Hay tres Bolivias: la generación “pitita”, la generación “wiphala” y la des/generación. Ojalá el invierno no nos lleve consigo.

FadoCracia rehén

El poslulismo y el lulismo no pueden coexistir. De algún modo, el PT es rehén de Lula y Lula es rehén… de Lula”. Esta magnífica descripción fue escrita por Boaventura de Sousa Santos poco antes de las elecciones que, con la inhabilitación de Lula (segunda parte del golpe judicial tras el impeachment a Dilma Rousseff), ganó el fascismo/bolsonarismo.

El retrato se completaba así: “Cabe señalar que Lula es un líder con genio político (que) a partir de una celda está influenciando de manera decisiva la conducción de la política brasileña”.

Y bueno, el símil es inevitable. Hagamos el ejercicio: el posevismo y el evismo no pueden coexistir. De algún modo, el MAS-IPSP es rehén de Evo y Evo es rehén… de Evo. Sustituya “celda” por “Buenos Aires” y verá un cauce hoy de la política-elección boliviana.

¿Podrá el MAS instrumento político superar el evismo? ¿Lo hará sin dividirse? Y en la esencia: ¿asumirá desde sus principios el imprescindible desafío de renovación, posevismo, con cimiento en organizaciones sociales fuertes, autónomas, plenamente orgánicas? Corren andares/andamios con escala en los comicios de mayo. 

* Es politólogo.