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No soy violador, no soy feminicida

Por qué los hombres vemos necesario aclarar todo el tiempo: “no soy violador”, “no solo matan a las mujeres, nos matan a todos”, “también hay violencia contra los hombres”, “esto es cosa de gente mala contra gente buena”? ¿Por qué nos afecta que se visibilice la violencia contra las mujeres y tratamos de minimizar el tema, buscando formas de hacer quedar mal a los movimientos feministas que piden justicia? ¿Por qué tenemos que decirles cómo deben y no deben protestar? ¿Por qué nos molesta más que pinten paredes que las vidas perdidas? ¿Por qué somos los primeros en decir: “eso no me parece machista”? ¿Por qué nos importa que las familias en lo formal sean “naturales” cuando en la práctica no lo son? ¿Qué tanto nos asusta? ¿No será que realmente formamos parte de un Estado violador, machista y feminicida? ¿No será que tenemos miedo de perder nuestros privilegios?

Basta un repaso por las redes sociales para ver la defensa flagrante —cínica, diría yo— que hacemos del machismo ni bien surge alguna noticia, comentario o meme que pretenda hablar de equidad, violencia u otro tópico de la agenda feminista. Impresiona el afán de gente escarbando en la web en busca de casos en los que hombres son víctimas de mujeres, la evidente aguja en el pajar que les permita decir: “A ver, ahora qué dicen las feministas” o “¿y dónde están las Mujeres Creando?”, ante una noticia que aconteció en el exterior. Mientras más falsa sea la noticia y dudosa la fuente, mejor.

Están quienes además buscan imágenes que parezcan grotescas —sugerirles que entiendan estéticas diferentes es ya pedir mucho— para mostrar a “feminazis” que se vean gordas, enojadas, despeinadas… feas (al parecer, lo peor que le puede pasar a una mujer es ser fea, ser “no violable”). Acompañan la imagen con la leyenda: “Las que se quejan de los piropos”, cuando un “halago” que avasalla el espacio personal de cualquiera es violencia. Y agregan una foto de Scarlett Johansson con el texto: “A la que piropean”, como si fuera algo bueno, cuando la actriz es la primera en hacer notar en sus entrevistas que repudia el ser objeto de cosificación y discriminación.

Decir “no todos los hombres violamos” es sacudirse el polvo que te salpica de los sepelios de las víctimas. Porque una sociedad que permite que una y otra vez haya violaciones grupales, que la trata de personas tenga lenocinios a una cuadra de la plaza Murillo, que vea sin reparo las filas de hombres haciendo fila para tener sexo con niñas en El Alto es culpable. Por eso, en vez de decir “no todos somos violadores”, debemos hacernos responsables: enfrentemos a los amigos que emborrachan a una chica, denunciemos las violaciones en el seno de nuestra familia, repudiemos y evidenciemos conductas machistas. Eso sí requiere valentía.

Miguel Vargas

es periodista de La Razón.