Asombro
La débil información oficial pierde terreno frente a la brutalidad e insensatez de las redes sociales.
La humanidad ha vivido peores situaciones que la actual pandemia del coronavirus COVID-19; además, las enfrentó y superó en mejores condiciones que ahora porque no había redes sociales, comenta la doctora de la farmacia que atiende con la televisión y la radio a medio volumen. Son las primeras horas de la confirmación de los primeros tres casos de personas contagiadas en Bolivia, marcados por el miedo y el asombro.
Buena parte del miedo es producido por la falta de información. Y el vacío que deja la información siempre es llenado por el rumor y la especulación. El Ministerio de Salud no ha preparado a la población de manera adecuada para esta crisis. Se nos decía que más del 80% de los casos deben atenderse en los domicilios y que casi todos se curan porque la mortalidad es de solo del 2,2%. Además se anunció el establecimiento de lugares de aislamiento en hospitales donde el personal médico iba a ser declarado en cuarentena.
Pero la confirmación de los primeros casos evidenció que no existían los mencionados lugares de aislamiento para recibir a los enfermos. Incluso en Santa Cruz y en Oruro, las regiones en las que se reportaron los primeros casos, los vecinos y hasta personal de salud resistieron (y aún resisten) la internación de pacientes confirmados con COVID-19. Esto significa que, al margen de dos o tres simulaciones en los aeropuertos, no se preparó nada (o casi nada) a nivel de hospitales y personal de salud para enfrentar esta emergencia. Los propios enfermos de otros males y sus familiares temen compartir un mismo edificio con portadores del coronavirus.
El sistema de salud es responsabilidad de los tres niveles de gobierno (nacional, gobernaciones y municipalidades). La reunión para coordinar entre estos niveles se realizó casi 12 horas después de confirmados los primeros dos casos. La política de comunicación oficial envía a una página web para que la gente se informe. Se pierden segundos preciosos de información e instrucciones precisas. Y al cierre se podría decir en pocas palabras que para mayor detalle se debe acceder a tal sitio.
Se repite el pecado de la pleitesía: “Gracias a la decisión de la señora Presidenta…”, “gracias a la iniciativa…”. La zalamería no resolverá nada. Y peor aún, resta credibilidad y autoridad a quien la usa en una situación tan extrema. Hace más de un mes, un anuncio del Gobierno citaba como un logro de la administración el haber evitado el ingreso del coronavirus a Bolivia, como si el asunto ya estuviese resuelto. Se ha llegado al absurdo de anunciar que la habilitación de un excentro de formación académica militar en la localidad cruceña de Warnes dará una lección al mundo sobre cómo enfrentar el problema. Pero hasta en eso hay contradicción. Unos dicen que será una especie de hotel para quienes lleguen al país y deban estar en cuarentena, por lo que habrá un servicio de catering extraordinario; y otros, que acogerá a personas que portan el virus.
Hay un sinfín de preguntas sin respuesta sobre cómo debemos comportarnos ante la emergencia y la enfermedad. La débil información oficial pierde terreno frente a la brutalidad e insensatez de las redes sociales. Una de las primeras acciones debió ser identificar las versiones falaces que circulan por allí. Lo mismo que con la especulación de precios de barbijos y alcohol en gel. El agio ya se practicaba, solo aumentó. Y amenaza con extenderse.
Para nosotros recién empieza. Hay tiempo para revisar la estrategia (si la hubiera), para perfeccionarla o para crearla. Finalmente, como no se cansa de advertir el gran Coco Manto, siempre estamos a tiempo de que las cosas empeoren.
* Es periodista.