Reacciones descontroladas
A falta de información y de contención apropiada, la población se comporta de modo descontrolado.

Lo sucedido luego de que se confirmase la presencia del COVID-19 en Bolivia, cuando en diversos puntos del país se produjeron manifestaciones de pánico colectivo (que incluyeron el cierre de hospitales públicos donde debía internarse a las personas infectadas con el coronavirus, y hasta de los caminos que conducen a ellos), muestra que el problema es mucho más grande de lo que parece.
Primero fue en Santa Cruz de la Sierra, donde las puertas del hospital San Juan de Dios, el centro médico de referencia de la capital cruceña, y de otros cinco hospitales más fueron cerradas no solo por los vecinos, sino incluso por los trabajadores salubristas, para la mujer que fue diagnosticada y trasladada desde la población de San Carlos, en la provincia Ichilo.
Idéntica reacción se registró en Oruro, donde estaba el segundo caso identificado. Luego fue el camino a Warnes, donde el Gobierno transitorio dispuso habilitar una infraestructura militar sin uso para hospital de referencia. Más tarde en La Paz, los vecinos de La Portada intentaron impedir el paso al saber que el hospital municipal de la zona sería destinado al mismo propósito. Y finalmente en Chuquisaca, los pobladores de Villa Serrano, donde no hay casos que se conozca, pretendieron adoptar la misma actitud.
La situación llegó a tal punto que el Ministro de Gobierno convocó no solo a instruir a la Policía a impedir tal tipo de bloqueos, que implican un delito penal, sino que además amenazó con encargarse él mismo de las personas que impidan el acceso de otros a los servicios médicos. Y lo hizo no solo desde su cuenta en una red social, sino también en forma de comunicado oficial del despacho a su cargo.
Lo señalado se suma a numerosas manifestaciones de temor devenido en odio que se registraron en diversos puntos del país, donde las personas de ojos rasgados, extranjeras o no, fueron asociadas con el mal que se extiende por todo el mundo. También se registraron no pocos mensajes difundidos por las redes sociales apuntando a uno u otro frente político como responsable de la situación actual, y hasta un candidato presidencial creyó oportuno hacer proselitismo criticando la gestión de los servicios de salud.
En el fondo no debe sorprender la reacción generalizada, pues es normal que a falta de información suficiente y de contención apropiada, la población se comporte de modo descontrolado. Pero no debería ser el caso de los trabajadores en salud, que luego de más de un año en conflicto político parecen haber olvidado la vocación de servicio que corresponde a quienes trabajan en el área.
No será con castigo, arresto y enjuiciamientos (los cuales a simple vista parecen necesarios) que se resolverá el problema, sino con un minucioso trabajo de recomposición del tejido social roto, deliberadamente o no, durante el último tercio de 2019. Mientras tanto, la única medicina preventiva eficaz sigue siendo la información, que debe circular por cuantos medios sea posible.