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La introyección en los servidores públicos

Mucho se habla y escribe acerca de la esperada eficiencia en el sector público; la propia normativa desarrollada para su desenvolvimiento la establece en principios, disposiciones, criterios y recomendaciones. Pero resulta que el medio ambiente en el que se desenvuelve un servidor público tiende a estar fomentado por pautas y códigos que conceptualizan la cosa pública como un bien ajeno, considerada como un bien común, pero del resto, de un resto que no revisa, no cuida, se conforma y se resigna; y por tanto, sin un dueño a quien responder.

Más aún, las viejas estructuras organizacionales jerárquicas que rigen el aparato estatal suelen dar lugar a verdaderos jerarcas de la cosa pública, quienes hacen y deshacen sin que medien cuestionamientos ni críticas. Porque el servidor público subordinado está perfectamente condicionado para la obediencia, la repetición y el trabajo, como diría Herbert Marcuse, por estímulos aversivos como su desvinculación o aislamiento.

Respirando ese ambiente, solo es cuestión de tiempo para que los rasgos y conductas de personalidad de la mayoría de los servidores públicos se asimilen como propios en el resto. Y este mecanismo de defensa, conocido como “introyección”, se acelera en esquemas procedimentalistas y altamente burocráticos como los que rigen hoy en día en el quehacer público nacional; y mucho más si descartamos o relegamos el aprendizaje y experiencia organizacional.

La alternativa pasa por desarrollar una gestión pública orientada a la satisfacción de expectativas y necesidades ciudadanas, adoptando prácticas innovadoras y métodos orientados a la humanización de la prestación del servicio público al ciudadano, como destinatario de toda la actividad estatal. A lo cual se debe sumar la generación y el desarrollo de competencias y valores institucionales basados en la contribución de los servidores públicos, mediante la transmisión de sus propios valores, fundados en su identidad, convivencia, experiencia y creencia. Y por último, pasa por aplicar las competencias laborales, la capacidad de desempeñar efectivamente una actividad de trabajo en una situación real, movilizando los conocimientos, habilidades, destrezas y comprensión obtenidos no solo a través de la instrucción, sino también (y en gran medida) mediante el aprendizaje por experiencia en situaciones concretas de trabajo.

Puesto que no existen mecanismos de introyección ni de homologación de valores para aplicarlos en la práctica, así como principios éticos propios que sean accesibles y sentidos por los servidores públicos, debemos cimentar el desarrollo de una nueva gestión pública en el hecho de que las personas se fundamentan sobre la solidaridad con sus semejantes, dando paso al compromiso con el servicio público, permitiéndole que se deba a la comunidad mediante su contribución. Esto conllevaría a la generación de una sinergia en favor de acciones de gestión que respondan a las expectativas de la comunidad, verificando los resultados bajo condiciones de eficiencia, calidad y oportunidad.

* Es servidor público.