Tiempos nuevos

Con la segunda década de este siglo se inician los tiempos que históricamente marcan los filósofos: tiempos milenaristas. Hicieron su entrada de la manera más cruel y brutal que pudiéramos imaginar: un organismo microscópico (la ciencia todavía debate si se puede considerar un ser vivo) necesitó apenas 100 días para hacer arrodillar a todo el planeta, sin distingo de raza, dinero o ideologías. Nos puso a todos, sin excepción alguna, en un mismo nivel de fragilidad y mortandad.
¿Será cosa de Mandinga o de la sabia naturaleza?
Lo cierto y verificable es que en 100 días de pausa obligada, la contaminación, que viene aparejada al desarrollo del capitalismo salvaje, bajó considerablemente.
Las imágenes del satélite Sentinel 5P muestran una limpia atmosférica por el retroceso de las emisiones de dióxido de nitrógeno. China y otros países del mundo “desarrollado” bajaron ostensiblemente su contaminación, y los aires y mares son, por el momento, más benignos. Nuevos pensadores de una ecología holística y de una espiritualidad sin retaceos como Wilber Ken ya lo vaticinaban: todo tiene que ver con todo, no puedes pensar ahora de otra manera.
Asimismo, y desde la otra acera, un pensador del capital globalizado como Ian Goldin escribió en 2015 un libro esencial: El Defecto Mariposa, donde alertaba sobre las enormes debilidades que paradójicamente conlleva la globalización. Este estadio mundial donde circulan bienes, conocimientos (por ejemplo el CORD 19 es una espectacular base de datos científicos sobre esta pandemia) y demás ventajas para la humanidad es también sistémicamente proclive a pandemias, crisis energéticas o económicas. Debemos pensar en resiliencia, pero, globalmente. No ocurre aquello. Es en plena globalización donde emergen los nacionalismos y los pensamientos chatos. Recuerden que en esta pandemia todos cerramos fronteras.
Estos nuevos tiempos nos han tomado por sorpresa y no nos dan respiro. Las nuevas generaciones tienen desafíos de una magnitud mastodóntica: revolución tecnológica, cambio climático y las contradicciones internas y de la globalización, entre otros. No deseo estar en su pellejo. Tengo una formación muy propia de la modernidad (con atisbos a estos tiempos) que no me da salidas a tales retos. Sin embargo, por ella puedo afirmar que si no despegamos en educación y salud de verdad, holísticamente contemporánea, y con la agresividad y velocidad de un virus, seguiremos en esos estadios lastimeros de una sociedad que piensa que con ideologías trasnochadas, y con chuño y pito cañahua venceremos semejantes desafíos milenaristas.
Carlos Villagómez
Es arquitecto