¿Será que el siglo XXI acaba de nacer?
Este hecho debiera recordar que la razón rige al mundo, y que la flecha de la historia apunta a la libertad y el respeto a la conciencia individual.
Desde el inicio del nuevo siglo, el espectáculo de la historia nos muestra que el siglo XX estuvo lleno de grandes transformaciones y de desarrollo para la humanidad, especialmente en lo que a la ciencia, la técnica, el arte, el pensamiento y la tecnología se refiere. Aunque no faltaron acontecimientos negativos como las dos guerras mundiales. Conflictos que conmocionaron al mundo, y cuya polifonía del entrecruzamiento de obsesiones imaginarias de quien la imaginó, en el caso de la Segunda Guerra Mundial, involucró a casi toda Europa.
A pesar de ello, el siglo XXI se inició apuntando a la expansión global y al desarrollo de una conciencia individual basada en nuevas visiones de vida. Una realidad que, según Octavio Paz, rompe con toda la modernidad, dando lugar a un tiempo puro y sin medida. Esto ante la necesidad de corregir los errores cometidos anteriormente, por el desmedido desarrollo de la industria, cuyas consecuencias negativas no fueron las mejores, por ejemplo para el medio ambiente.
De esa manera, el siglo XXI nació con una nueva visión reparadora de errores anteriores, pero esencialmente dando grandes pasos evolutivos. Apuntando con ello hacia una expansión global también de la conciencia individual basada en nuevas visiones. En síntesis, el construir una sociedad preparada para la dinámica de los nuevos tiempos, cuya visión ambicione el ingreso a la “sobremodernidad”.
Sin embargo, estos últimos meses confirmarían el dictamen de Hegel que asegura que estamos condicionados a repetir errores. Pero él no imaginó la existencia de unos errores más crueles otros, como la mala utilización de la ciencia, cuyo resultado (intencional, calculado o no), ha tenido consecuencias destructivas para las personas, involucrando incluso a todo el mundo. Por ejemplo, la aparición del coronavirus COVID-19, que hoy está matando a miles de ciudadanos inocentes en todo el mundo, y esencialmente a la población adulta. Aunque también ha comenzado a expandirse a una generación totalmente inocente, como son los niños. Algo seguramente jamás esperado.
Este hecho debiera recordar que la razón rige al mundo, y que la flecha de la historia apunta a la libertad y el respeto a la conciencia individual. Pareciera que esta realidad está arremolinada y que la tempestad arrastra al planeta a un futuro incierto, porque si bien más temprano que tarde venceremos a este mal, el hecho quedará en la historia y la experiencia podría ser un peligro para el futuro con experiencias similares. Esta realidad podría impulsarnos a pensar que hemos comenzado a vivir una especie de tercera guerra mundial, la cual siempre estuvo imaginada ya no con el uso de armamentos, sino algo como lo que estamos viviendo en la actualidad.
Pensemos que se trata del desborde de errores científicos, cuyos virus son tentáculos que han llegado a todos los rincones del mundo. Sin embargo, el ser humano nunca dejará de seguir esperanzado en un mundo mejor. Además, en palabras de Benjamín, el futuro es una especie de fascinación gracias a los adelantos tecnológicos que ya existen y que irán creándose, cada vez más, los cuales buscarán construir mejores condiciones de vida para la humanidad.
A pesar de todo, y gracias al confinamiento de los habitantes, el encierro nos demuestra cuánto daño le hemos hecho al medio ambiente, ya que en este tiempo la Tierra está recuperando sus bellas cualidades, como el renacer de la naturaleza en lugares donde los incendios la destruyeron, sin olvidar la limpieza de las aguas, por ejemplo en Venecia, donde hasta los delfines volvieron para corroborar aquello. La realidad que vivimos en la actualidad confirma que los primeros tiempos efímeros de todo nuevo siglo contienen una ansiedad de cambios, aunque respecto al coronavirus COVID-19, deja la lección de cuán frágil puede ser el planeta cuando la ciencia se desfasa del mayor principio: el de cuidar a la humanidad.