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Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 01:41 AM

COVID-19 versus el capitalismo salvaje

El COVID-19 ha evidenciado que los Estados en el mundo, incluido el nuestro, no están preparados para atender a sus ciudadanos enfermos.

/ 4 de abril de 2020 / 09:05

Sin lugar a dudas el coronavirus COVID-19 ha desatado una de las crisis más severas de la sociedad capitalista internacional. La paralización económica ocasionará múltiples impactos, según las especificidades históricas de los distintos países. Veamos algunas ideas que se manejaban como bandera y que hoy están cuestionadas.

La globalización, que apostaba al capitalismo y a la libre circulación económica, cultural e incluso de las personas está en entredicho, porque hoy se han cerrado las fronteras de los países, ni los  bloques regionales, como la Unión Europea o la  Comunidad Andina, funcionan. Cada país se ha enclaustrado, cometiendo graves violaciones a los derechos humanos básicos.

Por ejemplo, nuestros coterráneos están en localidad chilena de Huara, frontera con Bolivia, y no pueden ingresar al país porque el Gobierno transitorio cerró los pasos fronterizos.

¿Cómo llamar a esta injusticia, que vulnera uno de los derechos humanos más elementales, como es el de salir e ingresar libremente al país de origen? Solo las dictaduras obstruían de esta manera a sus ciudadanos indeseables.

¿Estamos en una dictadura disfrazada de emergencia sanitaria? Las autoridades dicen que es para evitar más contagios. ¿Acaso nuestros conciudadanos están infectados con COVID-19? Son nuestros hermanos de origen indígena campesino que fueron expulsados por las políticas neoliberales y que hoy quieren regresar al país.

Otro hecho internacional es la crisis del conocimiento científico en el ámbito de la salud y la falta de respuesta inmediata contra la pandemia citada. En los países industriales, la mayoría de los científicos estaban más preocupados por crear productos para sus ciudadanos ególatras, como rejuvenecedores u otros similares, que en futuras enfermedades como la que hoy enfrentamos. Aunque se comenta que estamos atravesando una crisis bacteriológica ocasionada por científicos al servicio del capitalismo, a quienes no les importa la humanidad.

Hoy Estados Unidos y China se enfrascan en acusaciones de quién es el responsable de la propagación del COVID-19. Ya se sabrá quién o quiénes están detrás de esta pandemia corrosiva.

Se avecinan grandes depauperaciones. Los empresarios no querrán pagar el precio de los efectos del COVID-19 si no es a costa de los trabajadores y, sobre todo, de los ciudadanos que no tienen ingresos fijos.

En nuestro país ya se manifestaron los empresarios privados, diciendo que no debería haber aumento salarial este año. Y no sería extraño que pidan una rebaja salarial entre quienes aún conservan sus espacios laborales. Pero mirarán al Estado como a un padre, para que les costeen sus pérdidas o les condone sus deudas e impuestos. Es la actitud típica de aprovecharse del Estado-patrón a la que ya se recurre nuevamente.

Actualmente hay tanta propaganda para que nos “quedemos en casa”, ¿será que las autoridades nos quieren tanto y por eso nos quieren cuidar? Lo único que se constata nuevamente es que el Estado, mediante el Gobierno, las Fuerzas Armadas y la Policía quieren controlar todo, y sus funcionarios se mueren de rabia cuando no pueden hacerlo.

El COVID-19 nos ha permitido desmentir ese supuesto cariño del Estado a sus ciudadanos. Los Estados en el mundo, incluido el nuestro, no están preparados para atender a sus ciudadanos enfermos. Por eso hay tantas muertes, porque la pandemia superó la atención calculada siempre para unos pocos y no para todos los ciudadanos.

Los casos de España, Estados Unidos e Italia son los más dramáticos, son ejemplos reales de cómo los enfermos no forman parte de las políticas de salud para todos.

Hay una gran lección aprendida, precisamos comer bien para tener una mejor defensa inmunológica. Basta de comida chatarra; debemos volcar la mirada a nuestros alimentos ancestrales, sean andinos, amazónicos, chaqueños, u otros, pues serán una gran alternativa para el futuro. COVID- 19 uka usuxa wali llakisiyistu. Utat jan mistupxamti, sasaw sapxistu. Suma maq’añasawa, ukhamatwa jani usuntkañaniti.

Esteban Ticona Alejo, aymara boliviano, es sociólogo y antropólogo.

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Jikisiñkama Tristan Platt

/ 14 de abril de 2024 / 00:19

En los últimos años, varios investigadores e intelectuales que pertenecen a una generación de cientistas sociales y humanísticos denominados andinistas o estudiosos del mundo andino, nos están abandonando. El 21 de marzo del presente año nos dejó físicamente el conocido antropólogo y etnohistoriador inglés Tristan Platt. Hay varias etapas en nuestra larga amistad y muchos momentos compartidos con él. Algunas facetas de esa relación fueron sobre la investigación en los ayllus y comunidades de la Bolivia profunda.

En 1982, publicó Estado boliviano y ayllu andino. Tierra y tributo en el Norte de Potosí, editado por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y reeditado en los últimos años, incluida la número 43 de la colección de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. Esta obra de Tristan fue de gran ayuda para mi generación, porque nos ayudó a reflexionar profundamente sobre las relaciones contrapuestas del Estado boliviano y los ayllus del Norte de Potosí. Platt se pregunta: el Estado republicano, controlado por mestizos y criollos, ¿cómo actuó contra los indios y campesinos? ¿Cuáles fueron las relaciones políticas entre representantes del Estado y los kurakas de los ayllus? Nos ilustra, con mucho detalle, cómo los mercados locales pujantes de los ayllus fueron derrotados por las políticas liberales de las élites políticas del país, a fines del siglo XIX.

La obra citada tuvo otro gran impacto, colocar a la comunidad internacional, entre la insurgente academia de los andinistas, como también el movimiento indígena campesino, sobre el ayllu como la otra sociedad, a pesar de la derrota de fines del siglo XIX, pero estaba muy viva y en resistencia en el presente.

En Estado boliviano y ayllu andino, Tristan inició una prolongada indagación de los documentos comunales, por ejemplo, de la familia del kuraka Carbajal. En 2018, Platt presentó su libro Defendiendo el techo fiscal. Curacas, ayllus y sindicatos en el gran ayllu Macha Norte Potosí, 1930-1994. Con un anexo del Catálogo del Archivo del curacazgo citado, trabajo apoyado por el historiador Gonzalo Molina. Tuve el honor de ser invitado por Tristan para comentar el libro. La investigación nos aproxima al ejercicio de la autoridad del kuraca del ayllu Macha Alasaya, Agustín Carbajal y familia. Hay un gran tema que nos plantea Tristan, la importancia de los documentos escritos por los ayllus, en este caso de Macha Alasaya. Platt cuestiona la idea de que los ayllus y comunidades andinas estén asentadas solo en el conocimiento de la oralidad. Según Tristan, el conocimiento de los pueblos andinos no solo está en la oralidad, sino también en la producción escrita, en los documentos fabricados por ellos mismos.

Esta es una de las razones del por qué los ayllus le han dado mucha importancia a los documentos coloniales y republicanos. Porque les sirvió y aún les sirve para una mejor defensa de las tierras comunales. Para Platt, los documentos son constitutivos como sentimientos de pertenencia e identidad cultural. Esto explica el por qué Agustín Carbajal y su familia guardan celosamente los documentos comunales del pago del impuesto territorial al Estado boliviano. Para Tristan Platt, los documentos de la familia Carbajal fueron y son un archivo vivo, con fronteras permeables y abiertas a la sociedad. Los ayllus desarrollaron su propia historia, produciendo narrativas escritas e interpretativas de la historia.

Otro de los temas que nos tocó conversar largamente y en diferentes encuentros fue la comparación de los movimientos comunales en el Norte de Potosí con el de los caciques apoderados, encabezados por Santos Marka T’ula, entre 1912 y 1952.

Según Tristan, hay tres proyectos indígenas entre los años citados: a) El movimiento de los caciques apoderados, encabezados por Santos Marka T’ula, que pedían revisión general de límites o deslinde administrativo para las tierras comunales; b) los alcaldes mayores particulares, ligados a la iglesia evangélica de la Fe Bahai, que pedían la “ley de indios”; y c) el proyecto del kuraka Agustín Carbajal, que es una relación de Ayllu y Estado, mediante el pago de la contribución territorial. Fue y es una negociación, lo cual permitió proteger la autonomía relativa de los ayllus.

Tristan, extrañaremos reunirnos en cada visita a Chuqiyapu marka y comer unas salteñitas… Jach’a jilata, wiñay markamaruwa sarawayxtaxa. Yatxatawinakamaxa, lup’iwinakamaxa qhanaskakiniwa aka Qullasuy markana. Jallalla!!!

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo. 

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Apostar por otro modelo de censo

/ 31 de marzo de 2024 / 00:31

Pasado el Censo 2024, se hacen varias evaluaciones entre los más entusiastas y los escépticos. Pretendo apartarme de esas líneas. Se ha escuchado clamar una frase que sintetiza el espíritu efectuado: “el modelo censal está en los estándares internacionales”. En alguna medida sirvió y ojalá no sirva hacia adelante para taparnos la boca, porque “lo internacional” suena a “ciencia- exactitud” y, por lo tanto, incuestionable. En el fondo fue la opción teórica foránea para encajarnos a nuestra realidad y no a la inversa, como debería ser hacia adelante.

En esta línea de diseño censal se ha cuestionado el acarreo de los pobladores a sus lugares de origen. Se acusa a alcaldes y gobiernos municipales de ser los principales impulsores. ¿Qué ocasionará censarse en los lugares de origen? ¿La duplicación de los habitantes en un determinado municipio? ¿Mostrar que se vive en dos o más lugares diferentes? Con la lógica del “monositio” aplicado, era muy sencillo detectar esta arbitrariedad, incluir para el censado/a el número de carnet de identidad. Con esta operación, se habrían eliminado los datos redoblados. Pero no queremos ver la forma de cómo vivimos, “en aquí y allá”, las formas de residencia en diferentes lugares.

Lo más grave, se conjeturó que la población que se transportó “no piensa” y que actuó según las circunstancias, e incluso obligados/as. Qué falta de respeto a las decisiones muy bien meditadas. Otro desvarío: se pretende sancionar con una ley a los culpables con penas de cárcel.

Quiero enfocarme en la experiencia de los pobladores de la región andina, hoy diseminados en todo el país e incluso en el exterior. Antaño, había toda una estrategia económica y poblacional. En las ciencias sociales y humanísticas se conoce como “el control de pisos ecológicos”, estudiado por John Murra y Ramiro Condarco, entre otros/as. Esta táctica supuso que las familias accedan a varios espacios ecológicos. Por ejemplo, los pobladores aymaras, quechuas e incluso los urus, tenían otro pedazo de tierras en los valles e incluso en la costa. Esto permitió que cuando había sequias extremas o inundaciones, tengan productos garantizados en algún espacio geográfico sembrado y que no haya escasez de alimentos. Esta práctica se mantuvo hasta la reforma agraria de 1953. Precisamente esta ley prohibió la tenencia de tierras en dos lugares, gran atentado a una forma de vida ancestral organizada y probada su utilidad a lo largo de muchos años.

En otras palabras, entre los aymaras, los quechuas y los urus hay toda una experiencia de la “doble residencia” o multiresidencia, que no contempló el Censo 2024. A pesar del no reconocimiento, en los hechos aún se practica y lo que se hizo con el “acarreo” es parte de esa política local, comunal. Hoy, “los residentes” que habitan en las ciudades también se abastecen con la provisión de alimentos de esos lugares ancestrales y que les ha permitido no llegar a la extrema pobreza. ¿Hasta cuándo el Estado boliviano va a desconocer esta experiencia antiquísima y útil?

Otro hecho cuestionable es que como ciudadanos costemos un monto de dinero. Es decir, el ser humano es igual a dinero. Recuerdo que esta política neoliberal se masificó con el gonismo MNRista y sus afines, que impusieron “la participación popular”, por la que un número de habitantes determinaba cuánto de presupuesto tenían los gobiernos subnacionales. Lamentablemente, la Asamblea Constituyente (2006-2008) mantuvo ese espíritu de que la población es igual a dinero. Urge cambiar esa lógica capitalista impregnada en la Constitución de 2009.

Otro hecho impugnable es que todavía se hable del cambio del número de representantes parlamentarios, según el número de habitantes, una vez conocidas las cifras finales. Que la representación política pase por el filtro poblacional. Si el espíritu del Estado plurinacional es la hermandad, la comunidad, la convivencia intercultural como hermanos/ as y que todos somos iguales. Lo más lógico es que cada departamento tenga un número fijo de representantes políticos.

Lo más lamentable, ya se hacen conjeturas de que un determinado departamento podría subir o bajar sus representantes políticos. No se puede seguir pensando con esta lógica de mayorías y minorías. Incluso aquí hay otro tema: ¿Por qué no aplicar un sistema de rotación para la sede de gobierno en cada departamento? Sabemos que para varios aspectos mencionados hay que modificar la Constitución. Creo que urge hacerlo, pues el Estado Plurinacional tendrá más sentido sin el espíritu capitalista. Sinsu, jakhuña, qawqhanitansa, khititansa sasaw jiskt’apjistu ¿ janicha? ¿Kunatsa sarapxta jakhuyasiri, achachil uraqinakasaru? sasaw sapxistu.

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo. 

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¿Otra ciudad o insistimos en parchar lo que hay?

/ 17 de marzo de 2024 / 00:12

Las recientes emergencias en la ciudad de La Paz por las lluvias torrenciales, que ocasionaron que varios ríos se desbordaran de su cauce, sobre todo en la zona Sur, aunque también ocurrieron en la ciudad de El Alto y otros departamentos, nos hace preguntar: ¿cómo afrontarlas de una mejor manera a futuro?

Más allá de atender lo inmediato a través de la declaratoria de “situación de emergencia y alerta roja”, la gran pregunta es: ¿seguimos apostando por una ciudad construida bajo los parámetros occidentales, sin ninguna planificación y menos pensada hacia el futuro?

Hay que recordar que la ciudad de La Paz se erigió sobre otra ciudad antigua denominada Chuqiyapu marka. La Paz, como ciudad fue pensada para un puñado de “ciudadanos” que querían un fortín para que no ingresasen los indios y otros indeseables. La zona Sur imitó en alguna medida este espíritu exclusivista. Aún se dice “que vivir en la zona Sur es estar lejos de las movilizaciones, los bloqueos y el acecho de los indios/ as”. Aunque en algunos sectores de la zona Sur hay habitantes aymaras, quechuas… Pero por el espíritu especial (clasista, racista, etc.) hay barrios muy privativos, aunque no son los únicos en el país, por ejemplo en Santa Cruz, algunos “condominios” tienen similares características.

Desde 2016, la ciudad de La Paz vive con dos climas extremos y creo que será una constante y no sabemos por cuánto tiempo. Es decir, la sequía extrema y el exceso de lluvias como de este año. ¿Qué hacer frente a esta dicotomía que fue invariable en los Andes ancestrales? Creo que nunca será tarde para construir otra ciudad, que supondría tomar en cuenta las experiencias de los pueblos ancestrales, como la estrecha relación con la naturaleza, el respeto a las cuencas, a las wak’as, etc. Pero también apostar por casas que no sean edificios ni tampoco chalets, sino moradas que brinden seguridad, que tengan patio, por supuesto dotadas de los servicios básicos que hoy se exige para vivir dignamente.

Por la experiencia ancestral, no es casual que varias denominaciones de los ríos que hoy están desbordados denotan sus características. Por ejemplo, Urqujawira, hoy castellanizado como Orkojahuira, que significa “el río macho o el gran río macho”. Como también Irpawi, hoy también castellanizado como Irpavi, que significa “el río que lleva la mayor torrentera”. Este último, hace pocos días hizo estragos a su paso, mostrando por qué se llama así. Los habitantes actuales, ¿alguna vez se preguntaron por qué se denominan así los ríos o los lugares donde habitan? Aquí es clave saber sobre los topónimos en aymara y quechua, que es la orientación básica; pero creo que hoy es echado de menos.

Hoy, “las casitas bonitas” o “los chaletitos” de la clase acaudalada en Achumani, Mallasa… y otros sectores de la zona Sur se han devaluado. ¿Alguien querrá arriesgarse en el futuro, comprando casas o construyendo por estos lugares que son amenazados por el gran desborde de los ríos?

Sin lugar a dudas hay grandes culpables para esta gran tragedia que se vive y que podría ser constante. Por un lado, está el Estado en sus diferentes niveles, sea municipal, la Gobernación, por permitir que se construyan casas, edificios en lugares poco aptos para ello, pero también la empresa privada inmobiliaria o vendedores de terrenos que salen a flote permanentemente con propagandas y lo único que han realizado es aplanar los cerros (varios fueron wak’as) y cubrir los cauces de los ríos. Pero también están los “loteadores”, que han intervenido con acciones similares a las citadas. Más el ciudadano necesitado de tener un lugar para habitar, quedó obnubilado de vivir en los supuestos “lugares residenciales”, a pesar del riesgo que significa habitar en lugares cercanos a los ríos o debajo de los cerros.

¿Se seguirá apostando por construir más edificios atiborrados de gente y sin ninguna garantía de una vida digna? No sería ninguna novedad que los empresarios de las viviendas lancen la propaganda: “desde los edificios veremos tragedias, como las ocurridas en Irpavi y Mallasa…”

¿Cómo apostar y construir otra ciudad que no solo nos cobije, sino que nos dé seguridad y nos permita interactuar con la naturaleza respetándola? Esta política de pensar en otra ciudad, no pasa porque tengamos buenos gaviones, cementos que soporten todo, sino respetando los cauces naturales de los ríos… que supondrá una relación especial con el agua, los ríos, las grandes torrenteras, etc. Jichhurunakanxa jiskt’asiñasawa, ¿kunjamsa akat qhiparuxa suma jakasnxa, utjasna?

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo. 

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Lluvias, lluvias y más agua, pero se deja rebalsar…

/ 3 de marzo de 2024 / 00:57

Entre los meses de octubre y noviembre de 2023 había mucha preocupación, sobre todo en los ayllus y las comunidades andinas por la posible sequia de este 2024, ya que no habían caído las primeras lluvias, como suele suceder para realizar las primeras siembras agrícolas. Se realizaron muchos ritos para que llueva, por ejemplo, visitando a las wak’as con cánticos de los niños. Incluso algunos grupos evangélicos se aprovecharon para “ganar almas” en su fe, incorporando las rogativas para que llovizne.

Parece que las plegarias tuvieron sus grandes efectos, porque hoy en la región andina boliviana llueve a cántaros, pero también en la Amazonía. Aunque en algunas regiones del valle alto de Cochabamba realizaron bombardeos para que llueva. Para la gran región de los Andes no es ninguna novedad que llueva mucho o que haya sequía. A lo largo de muchos años los pobladores andinos se enfrentaron a estas climatologías extremas y aprendieron a diseñar estrategias para que ambos efectos no golpeen a los pobladores. Varias prácticas siguen vigentes, como el uso de las qhutañas o el almacenamiento del agua para un mejor uso, posterior a la época de las lluvias.

En tiempos de la escasez de agua se abren nuevamente la gran pregunta, no solo para las sociedades ancestrales, sino para todos los habitantes, incluidas las ciudades: ¿Cómo fue antes, cómo es ahora y cómo debería ser a futuro la relación del agua con los pobladores?

¿Qué pasa hoy en las ciudades como La Paz, Oruro, Potosí, Chuquisaca y Cochabamba? Presenciamos dramáticamente el crecimiento de varios ríos y las consecuencias de la fuerte precipitación pluvial que terminan en riadas, inundaciones, mazamorras, etc. Está claro que un primer aspecto es el olvido de esa antigua relación equilibrada entre seres humanos y la lluvia.

Hace unos días escuché la declaración del interventor de EPSAS, entidad gubernamental que administra el agua potable en la ciudad de La Paz. Utilizando la metáfora del vaso que se llena de agua y se derrama inevitablemente, justificaba el desperdicio de las aguas de las represas que se llenaron. Oír a una autoridad del agua, en una ciudad como La Paz después de la difícil experiencia de 2016 cuyas consecuencias aún se sienten cada año, totalmente desatinada. La gran pregunta del año es si no habrá racionamiento del agua por falta de lluvias y de políticas adecuadas por parte de los niveles de gobierno. Afirmar con la metáfora citada es no entender de la escasez de agua y tampoco de sus posibles soluciones. Lo mínimo que esperaría de la autoridad citada es que las aguas de las represas que están al tope sean muy bien utilizadas. Por ejemplo, su traspaso a otras represas o destinarlas para el riego de algunas comunidades agrarias. Esta absurda declaración hace pensar que el Gobierno central y otras autoridades del agua casi nada han hecho para contar con más represas y su mejor uso en momentos difíciles.

Lo más preocupante, urge trabajar en torno a la relación profunda de los seres vivos con el agua, su uso adecuado, su almacenamiento o cosecha concreta e incluso sobre las formas de solidaridad que genera. Recuerdo que en 2016, varias comunidades aledañas a la ciudad de La Paz fueron muy fraternas, posibilitando el acceso, es decir, autorizaron el uso de sus manantiales para el consumo en la urbe. Pero hoy, la ciudad cuenta con el agua al tope en sus diques y solo se mira el rebalse, que es una forma de desperdicio.

Para la Amazonía e incluso para los valles que se han inundado también con el agua, urge recuperar las técnicas hidráulicas de los pueblos moxeños que supieron controlar la gran cantidad de agua. Hoy la ciudad de Cobija aparece casi llena de agua, urge preguntarse: ¿cómo adaptar esa técnica moxeña para ciudades que crecen sin tener en cuenta estas consecuencias de fuertes precipitaciones pluviales? Jichha maraxa walipunirakiwa jalluntawayxi. Lup’iñasawa kunjamsa uka jallu uma katuqsna ¿ jach’a qhuthañakaru? mach’a pachanxa uka jallu umxa, suma apnasqnaxa ¿ janicha?

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.

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Entre la Anata y el Carnaval

/ 18 de febrero de 2024 / 01:20

Con diferentes actos, ha pasado otro año más, las celebraciones entre la Anata y el Carnaval. Anata para la región andina ancestral tiene un profundo significado espiritual, es la estrecha relación de respeto y reciprocidad construida entre la Pachamama, los wak’as con los seres humanos y en general, con los seres vivos. De esta ancestralidad profunda proviene la ch’alla o la libación a la Pachamama. A pesar de que la Anata aún reproduce formas de representación en música y danza autóctonos. Posiblemente algo de este significado es la entrada del jueves de la Anata en Oruro, días previos al Carnaval.

Lamentablemente esa ch’alla que en sus orígenes era con el agua de las primeras lluvias, de los manantiales, las cascadas, etc. ha quedado tergiversada con la idea de que es con diferentes formas de alcohol. En las ciudades del país, el Martes de Ch’alla se ha convertido en un día de gran consumo etílico y gran borrachera. A la par, se despilfarran grandes cantidades de material contaminante como los globos plásticos, serpentinas, los cohetillos asiáticos y ahora los envases de espuma en la ch’alla a las casas, lugares de trabajo, etc. La profunda irracionalidad hace que no se reflexione de cuánta basura se deja y cuántos árboles más se tumbaron para fabricar más serpentinas de papel. Siempre oímos alguna declaración de alguna autoridad departamental y del país sobre que el Carnaval arroja grandes sumas de ganancia, pero jamás se escucha decir cuánto de contaminación nos ha dejado.

No se ha sustituido del todo el “juego con el agua” por las espumas. ¿Echarse con espumas es saludable? No sabemos exactamente cómo se afecta a la piel, los ojos y otros órganos del cuerpo humano.

Lo único que dejan estas fiestas para estudiar es el comportamiento societal. Toda fiesta es una representación social, además de sus acciones que en tiempos normales no podemos apreciar. Por ejemplo, el Carnaval nos permite ver cómo se inician formas de agresividad en los niños/ as. ¿Acaso no es cuestionable que los padres incentiven a sus hijos/as, inculcando que echen espuma de manera abierta y sin medir consecuencias? Hay que recordar que el “echarse con globos, sobre todo a las mujeres” aún es una forma brutal de machismo. Parecería que se está transformando esa práctica, pero con espumas.

Creo que las farándulas carnavaleras en ciudades como La Paz, Cochabamba y otros son muy similares. La de Santa Cruz merece una atención especial, pues está conectada con el derroche económico de las élites y las logias cruceñas, que cada año se muestran con sus reinas artificiales y sus alegorías burdas. Desde las élites retrógradas se escucha decir que es una ciudad moderna, pero ver actos de imitación feudal como el reinado y sus derivaciones es realmente una vergüenza en estos tiempos. Sigue primando la mentalidad patronal que organiza una fiesta bufa para mostrar cuánto dinero se tiene y cómo se derrocha. Ni qué decir de los días posteriores al corso del Carnaval, donde a nombre de que “los cambas son alegres” se agrede usando pinturas y variedad de tragos para violentar, pero muy camufladamente.

El Carnaval de Oruro es parte de la sociedad del espectáculo, aunque sea reconocido como patrimonio cultural por la Unesco. Está claro que la única danza que aglutina a miles de danzarines y adherentes es la morenada. Pero a nivel de composiciones de música de la morenada en bandas, hay una ausencia total. Este gran vacío posiblemente explique por qué las composiciones de las morenadas de José Jach’a Flores, como La mentirosita, siguen vigentes. El festival de bandas que se realiza como parte de las actividades del Carnaval, debería ser para que cada banda presente sus nuevas composiciones, incluidas las letras. Pero es tan ridículo observar a algunas bandas que se creen que son las mejores, mostrando coreografías infantiles y que estén convencidas que son galácticas. Existen muy pocas bandas de música de gran calidad, pero que no gozan de prestigio, porque no hacen mucho show ni espectáculo. Wali amuykipañani ¿kunatsa alkulampikipuni ch’allasktanxa pachamamaruxa? Nayra pachanakanxa, umampiwa wali suma ch’allt’asipxiritayñaxa. Uka suma thakhi q’al armasxtanxa ¿ janicha?

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.

 

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