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Covid-19 en Bolivia

Bolivia, como sabemos, tiene uno de los más precarios sistemas sanitarios de América del Sur. Esto no es culpa de nadie y lo es de todos. Nunca, ni en regímenes dictatoriales ni democráticos, hemos podido ponernos de acuerdo para crear un auténtico, operativo y eficiente sistema público de salud. Hemos dejado gran parte de esa tarea nacional, que concierne a todos los bolivianos, en manos de iniciativas e intereses privados, en los que priman el lucro por encima del servicio a la comunidad.

Un sistema con tantas debilidades sistémicas, valga la redundancia, no está en absoluto preparado para afrontar la crisis que se le viene encima. Decir, como hemos escuchado de boca de algún responsable político, que Bolivia está “preparada para contener el brote de la enfermedad”, retrata desconocimiento respecto a la gravedad de la pandemia desatada por el coronavirus Covid-19, y pocos escrúpulos en algunos “servidores públicos” a la hora de informar a la población sobre temas que atañen muy seriamente a la seguridad de todos y a la vida misma de la ciudadanía.

¿Qué hacer entonces? Primero y lo principal: no banalizar. La amenaza es muy grave y real, y está golpeando con furia inusitada a países con sistemas avanzados de cobertura universal en el área de la salud. En segundo lugar tenemos que estar conscientes de que nuestro sistema de salud no tiene capacidad de protegernos, lo cual nos lleva a la tercera y más importante consideración: debemos autoprotegernos. ¿Cómo lo hacemos? El principal y casi único mecanismo de protección social y de autoprotección para evitar enfermar o que el virus se extienda es el aislamiento y el distanciamiento social, medidas que consisten en evitar todo contacto innecesario con personas fuera de nuestro entorno familiar. La mejor manera de hacerlo es quedarse en casa hasta que pase el peligro; aislarse hasta que las autoridades informen de que la epidemia ha remitido.

Mantener el aislamiento no es una opción, es una necesidad absoluta y vital para nosotros, nuestra familia y el resto de la sociedad. Si tenemos necesidad de salir de casa, por razones de trabajo en sectores que presten servicios esenciales; o hacer compras en  mercados, supermercados, farmacias u otras razones urgentes, hay que usar protección: barbijos, guantes y proteger los ojos. El virus penetra en nuestro organismo por vía aérea (nariz y boca), pero también puede hacerlo por los ojos. El aislamiento y distanciamiento social son la base sobre la que se asienta el mecanismo principal de protección de toda la ciudadanía. Si no lo hacemos, lamentablemente las consecuencias podrían ser catastróficas, como ya lo estamos viendo en Italia, España o Estados Unidos, países con una organización social y sistemas sanitarios mejores que el nuestro.

La principal característica del coronavirus es su infectividad, su capacidad de transmitirse de humano a humano con mucha facilidad. Su expansión, como una llamarada, se ha extendido rápidamente por todo el mundo. Estar en contacto, sin protección, con personas infectadas aunque no tengan síntomas significa una muy alta probabilidad de contagiarnos. De ahí la importancia del aislamiento y la protección.

Además del aislamiento, sobre todo cuando por necesidad salimos de casa, es necesario lavarse las manos con frecuencia. Evitar tocarnos la cara porque podemos autocontaminarnos si nuestra mano está contaminada. Debemos evitar a toda costa reuniones de personas. Los locales públicos (mercados, farmacias, etc.) deben limitar el número de personas que ingresan en los mismos para evitar contactos o cercanía entre personas. Por un tiempo, debemos olvidarnos de nuestras buenas costumbres sociales, incluidos el apretón de manos, los abrazos o los saludos con besos. Esta crisis traerá una transformación a toda la sociedad, pero de momento lo importante es que demostremos responsabilidad personal, solidaridad con nuestros compatriotas y compromiso con nuestro país. Quédate en casa.

Alfonso Bilbao Liseca es médico anestesiólogo.