Esta tierra de negación y muerte
Estados Unidos se ha destacado desde hace mucho tiempo como la tierra de la negación y la muerte
La muerte llega rápido. Hace solo tres semanas la valoración oficial de la Casa Blanca y de Fox News era que el coronavirus COVID-19 no era gran cosa, que las afirmaciones que dijeran lo contrario eran un engaño motivado políticamente y perpetrado por gente que estaba en contra de Donald Trump. Ahora tenemos una crisis sanitaria absoluta en Nueva York, y todo parece indicar que hay muchas otras ciudades que pronto estarán en la misma situación.
Es casi una certeza que la situación empeorará. Estados Unidos está en la peor trayectoria de cualquier país avanzado (sí, peor que Italia en la misma etapa de la pandemia), con casos confirmados que se duplican cada dos días. No estoy seguro de que la gente entienda, incluso ahora, lo que implica ese tipo de crecimiento exponencial. Pero si los casos se siguen incrementando en esta misma proporción durante un mes, aumentarían en un factor de 1.000 y casi la mitad de los estadounidenses se infectarían. Esperamos que esto no suceda.
Muchos estados, aunque no todos, se encuentran en un cierre de emergencia, y tanto los modelos epidemiológicos como la evidencia temprana sugieren que esto “aplanará la curva”. Es decir, disminuirá de manera importante la propagación del coronavirus. Pero mientras esperamos a ver cuánto va a empeorar nuestra pesadilla nacional, vale la pena tomar un poco de distancia para preguntarnos por qué Estados Unidos ha manejado esta crisis tan mal.
El liderazgo increíblemente malo en las altas esferas, sin duda, es un factor importante. Miles de estadounidenses están muriendo y el Presidente está alardeando sobre sus niveles de audiencia televisiva. Pero esto no solo se trata de un hombre. La negación científica que paralizó la respuesta inicial a esta pandemia también está detrás. Entre los países industrializados, EEUU se ha destacado desde hace mucho como la tierra de la negación y la muerte. Pero ahora estamos viendo cómo estos defectos del carácter nacional se desarrollan a un ritmo muy acelerado.
Sobre la negación: los epidemiólogos que tratan de controlar la amenaza del coronavirus parecen haber sido tomados por sorpresa por la politización inmediata de su trabajo, provocada por las afirmaciones de que estaban tramando un engaño diseñado para herir a Trump, o promover el socialismo, o algo así. Pero deberían haber esperado esa reacción, pues los climatólogos han enfrentado esas mismas acusaciones durante años. Y aunque negar el cambio climático es un fenómeno mundial, su epicentro sin duda se encuentra en Estados Unidos: los republicanos son el único partido negacionista climático importante a nivel mundial.
La ciencia climática tampoco es lo único que rechazan; ninguno de los candidatos que compitieron para lograr la candidatura presidencial del Partido Republicano en 2016 estuvo dispuesto a respaldar la teoría de la evolución. ¿Qué hay detrás de la negación científica de los republicanos? La respuesta parece ser una combinación de lealtad a intereses especiales y lealtad a líderes evangélicos cristianos como Jerry Falwell Jr., quien desestimó el coronavirus diciendo que era un complot en contra de Trump, luego reabrió su universidad a pesar de las advertencias de los funcionarios de salud, y parece haber creado su propia zona de infección personal.
En todo caso, el punto es que décadas de negar la ciencia en múltiples frentes prepararon el escenario para la actual negación del virus, lo que a su vez paralizó las políticas públicas en Estados Unidos durante las primeras semanas fundamentales para contener el avance de la pandemia.
Sobre la muerte: todavía me encuentro con gente convencida de que Estados Unidos tiene la esperanza de vida más alta del mundo. Después de todo, ¿no somos la mayor nación del mundo? Sin embargo, en realidad tenemos la menor esperanza de vida entre los países avanzados, y la brecha se ha venido ampliando durante décadas. Y esta brecha en expansión refleja tanto la falta de un seguro de salud universal como su igualmente único y marcado aumento en “muertes por desesperación” (fallecimientos ocasionados por drogas, alcohol y suicidio) entre personas blancas de la clase trabajadora que han visto esfumarse sus oportunidades económicas.
¿Hay un vínculo entre los cientos de miles de muertes adicionales que padecemos cada año en comparación con otros países ricos y las decenas de miles de muertes adicionales que estamos por padecer debido al coronavirus? La respuesta, sin duda, es sí. En específico, cuando hagamos la autopsia de esta pandemia (una frase común que, en este caso, no es una metáfora), probablemente descubriremos que la misma hostilidad que socava con frecuencia los esfuerzos para ayudar a los estadounidenses necesitados fue fundamental en el retraso de la respuesta efectiva a la crisis actual.
¿Qué me dicen sobre el panorama más amplio? ¿Existe algún vínculo entre la prevalencia de la negación de la ciencia que solo se ve en Estados Unidos y los altos índices de mortalidad que también se ven solo en este país? Para ser honesto, todavía estoy tratando de averiguarlo. Una posible explicación es que el contexto político estadounidense le otorga facultades especiales a la derecha religiosa, que está en contra de la ciencia, y que ha apoyado a políticos que están en contra del Gobierno. Empero, no estoy seguro de si esta es toda la historia y los poderes de gente como Falwell son en sí mismos un fenómeno que requiere explicación. De cualquier manera, la cuestión es que, aunque Estados Unidos es una gran nación con una historia gloriosa y muchos motivos de orgullo (yo me considero un patriota casi en todo sentido) el auge de la derecha dura, como dije, también ha convertido a este país en una tierra de negación y muerte. Esta transformación ha venido desarrollándose poco a poco a lo largo de las últimas décadas, solo que ahora estamos viendo las consecuencias de manera acelerada.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía. © The New York Times Company, 2020.