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La China, esa dama misteriosa

Los gobiernos sin creatividad siempre buscan un chivo expiatorio cuando los problemas les rebasan. Este es el caso de nuestro aparato estatal y sus aliados que, ante la pandemia sanitaria causada por el COVID-19, buscan justificar su ineficiencia echándole el bulto al MAS. Los gobiernos del Brasil y Estados Unidos hacen lo mismo, y atribuyen a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a la China como los responsables de la crisis sanitaria. Ante la avalancha de informaciones, muchos ciudadanos hacen otro tanto, y develan un total desconocimiento sobre China, país que ahora disputa la hegemonía mundial luego de haber materializado una de las gestas revolucionarias más importantes del siglo XX, sacando a su población de un estado semifeudal, a tiempo de convertirse en una potencia.

Sus principales hitos históricos acontecieron cuando Bolivia (1825) ya existía como república. Todo comenzó con la defunción de la emperatriz china  Tzu-Hsi en 1908, hecho que marca el fin de la dinastía manchú que había perdurado varios siglos. Su territorio, de 9,5 millones de kilómetros de superficie en el sureste de Asia, ha sido el escenario de 4.000 años de historia. Los mandarines, dueños de la tierra, consolidaron su poder durante este tiempo gracias a la sobreexplotación de campesinos, generando una burocracia imperial. Esta estructura creada durante la dinastía Tang, en el siglo VII d.C., ponderaba el mérito personal y la erudición para ser admitido en este privilegiado círculo de poder. El peso de la filosofía ética, instaurada por Confucio, estaba tan impregnada en el comportamiento chino que era una herejía, un acto de rebeldía contra el soberano.

Mientras Europa no salía de las brumas del Medioevo, en China la poesía brillaba con Li Po y Tu Fu, y se creaban universidades, bibliotecas y colegios para los hijos de los nobles. Habían desarrollado la brújula, el papel y la pólvora, entre otros inventos desconocidos en el mundo occidental. La alianza entre el emperador y los señores feudales, de cuyas filas se nutrían las fuerzas militares y los funcionarios civiles, conformaban una estructura diferente a la europea, en la que los monarcas se aliaron con los ricos mercaderes urbanos para poner fin al poderío feudal.

La primera Guerra del opio (1842) se generó partir de la prohibición de este estupefaciente por  el emperador Chia Ching en 1800. A través de la East India Company, el Reino Unido usaba el opio como moneda de transacción para importar productos chinos a Europa. Antes de aquello,  pagaba con la plata extraída de las minas de Potosí y México. Ese fue el detonante y el pretexto para invadir la China durante tres años, y asolar aldeas sembrando muerte y, al mismo tiempo, pedir una indemnización por el opio decomisado a los comerciantes ingleses.

En 1850 estalla la insurrección de Taiping, comandada por un maestro de escuela que se consideraba el hermano menor de Jesús. Éste repartió tierras entre los campesinos e instauró otra visión diferente al confucianismo. Esta insurrección fue detenida con la ayuda militar de las potencias extranjeras, y es considerada la continuación de la revolución del año 49.

En 1893 estalla la segunda Guerra del opio. El Reino Unido, Japón y Francia le declaran la guerra a China (1894). Agobiada por los frentes militares, cede ante las potencias extranjeras, hasta el grado de permitir que las delegaciones diplomáticas tengan el derecho de establecer guarniciones armadas. Fue así como en su  territorio aparecieron letreros que decían “Prohibida la entrada a perros y a chinos”.

En 1900, los “bóxers”, llamados así por los ingleses, gestan una insurrección contra las potencias colonizadoras. En 1921 nace oficialmente el Partido Comunista Chino. En aquel entonces Mao Tse-Tung ya se perfila como un prominente dirigente. Junto con Sun -Yat Sen y Chiang kai-Shek, será el principal protagonista de las siguientes décadas, cuando tiene lugar una gran movilización humana en los diferentes frentes militares y políticos. En 1945, cesa la Segunda Guerra Mundial  y la derrota del Japón permite al singular Ejército Rojo tomar posiciones frente al Ejército anticomunista de Chiang, apoyado por EEUU. Derrotado, Chiang escapa a Formosa, y la China continental se proclama como la República Popular (1949), con Mao como presidente, quien convierte a su país en una potencia mundial. La URSS colapsó cuando Gorbachov estaba al mando (1989), pero 4.000 años de historia pesan. Ahí está la China, esperando el declive inevitable del imperio norteamericano.

Edgar Arandia Quiroga, artista y antropólogo.