Alfa y omega
En miles de años de civilización no hemos comprendido que los más afectados por este tipo de acciones somos nosotros, los humanos

¿Quién pensó que el mundo luciría como hoy? ¿Los sucesos que hoy transcurren en nuestras vidas se vislumbran como el principio o final? La vida no volverá a ser igual tras la crisis global desatada por el COVID-19. Al parecer es el fin de una era económica altamente dependiente de la globalización para los países industrializados. Y para países como el nuestro, quizás represente la culminación de la explotación de las materias primas. Bolivia, como otros países en vías de desarrollo, se enfocó en la explotación de sus recursos naturales, relegando el conocimiento y la investigación por otras prioridades. Hoy el mundo ha puesto su esperanza en la ciencia para afrontar la pandemia.
Nos encontramos en una suerte de “arresto domiciliario” por maltratar a la Madre Tierra. Hemos exterminado bosques tropicales (los más biodiversos) a un ritmo sin precedentes: 12 millones de hectáreas (30 canchas de fútbol por minuto) deforestadas a nivel global en un solo año (2018), según estimaciones de World Resources Institute (WRI). A ello se suma la tragedia de los incendios forestales (cada vez más severos), el tráfico de especies, la contaminación y una larga lista de acciones que generamos en contra de nuestro propio hogar.
En miles de años de civilización no hemos comprendido que los más afectados por este tipo de acciones somos nosotros, los humanos. Carlos Zambrana-Torrelio, científico boliviano que monitorea epidemias relacionadas con la vida silvestre (EcoHealth Alliance), indica que hemos destapado la Caja de Pandora, pues las alteraciones de los ecosistemas estarían propiciando el brote de nuevos virus que se escapan al control humano.
Parece que estamos en el omega (final) de nuestra habitual forma de vida: miles de extranjeros repatriados, abordando su última oportunidad para llegar a casa. Millones de personas confinadas, esperando que la tempestad pase para retomar la normalidad. El dinero es inútil frente al COVID-19. Este coronavirus ataca sin discriminar y nos quita lo fundamental: el aire. Sin tiempo definido, la espera de una vacuna se torna tensa e incierta. Mientras tanto, los ecosistemas se recuperan, la biodiversidad retoma lo que es suyo, y nos corrobora que la naturaleza no necesita a las personas, que está preparada para evolucionar…
Entonces, será qué necesitamos trazar un plan B para este principio, o inicio (alfa), en el que trascurrirán nuevas formas de encarar la educación, la salud, la vida familiar, nuestras fuentes laborales (cada vez más digitales y virtuales), el transporte (hoy la bicicleta se ha vuelto indispensable). Quizás es el momento de ser más amigos de nuestro planeta.
Marlene Quintanilla, directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)