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Crisis de la indolencia

Hemos actuado con indolencia, arrogancia y soberbia, y hoy estamos pagando con vidas el precio de nuestra enorme ignorancia

/ 17 de abril de 2020 / 06:46

El COVID-19 ha desatado la mayor crisis sanitaria de los últimos tiempos; la cual a su vez ha develado nuestra indolencia. Esta crisis nos ha dado un golpe certero. Impactó en el corazón de las naciones, regiones, continentes hasta propagarse por todo nuestro planeta. Remeció a todas las personas, demostrándonos que somos seres frágiles, que vivimos en sociedades fragmentadas, con tecnologías limitadas.

Esta crisis también ha evidenciado las consecuencias del egoísmo y del individualismo que por muchos años hemos cultivado, dando lugar al escenario que hoy presenciamos y lamentamos. No hay Gobierno, ni grupo económico, ni eruditos que puedan contener los impactos de un “simple” virus. Estamos todos expectantes frente a lo que el tiempo determine. Hemos actuado con indolencia, arrogancia y soberbia, y hoy estamos pagando con vidas el precio de nuestra enorme ignorancia.

Esta crisis nos ha revelado una gran verdad. Hemos vivido por mucho tiempo ignorando a las personas, que son la base y el propósito que le da sentido a toda nación, estructura u organización. Sin embargo, las sociedades tradicionalmente han desestimado a gran parte de estos pilares. Para la mayoría de aquellos que manejan los hilos del poder y de la economía, los sueños, anhelos y necesidades de estas personas eran irrelevantes. Pocos atendieron al dolor de los afligidos, necesitados, maltratados o de quienes estaban simplemente solos y cansados.  

Para muchos, las personas mayores eran solo un estorbo. ¿Cuántas familias han abandonado a sus abuelos por considerarlos un problema? Y hoy miles de  adultos mayores han fallecido. ¿Cuántas veces los médicos se creyeron dioses? Y hoy la gran mayoría no han podido salvar vidas. ¿Cuántos intelectuales que se jactaban de su erudición hoy no saben cómo enfrentar esta pandemia ni sus consecuencias?

Este golpe ha sido certero, y quedará registrado en la historia. Solamente después de que la pandemia sea controlada podremos darnos cuenta del alcance de sus impactos y repercusiones. Y recién podremos apreciar que esta crisis nos da la oportunidad de salvarnos de nuestra ignorancia, de la indiferencia, la soberbia y la falta de humanidad. El mayor dolor no será la gran recesión económica que tendremos que enfrentar. Sino el recordar que, pese a todos nuestros esfuerzos, miles de personas habrán pagado con sus vidas las consecuencias de nuestro comportamiento.

El COVID-19 ha sido democrático y transversal. Nos demostró lo frágiles que somos frente a un virus que se escapó de nuestro control. ¿Cuántas personas frías e indiferentes hoy entienden el valor de un simple abrazo?, ¿el valor de tener a salvo a tus más cercanos? Personas que han puesto su corazón y sus fichas en el poder económico, que no sirve para salvarle la vida a un ser querido. Gobiernos que no se preocuparon por garantizar el acceso universal a la salud y que hoy sufren las consecuencias con miles de personas muertas. Ahora solo nos queda volver a nosotros mismos, y aceptar que esta crisis constituye una gran oportunidad para volver a ser más humanos; cuidar a las personas y valorarlas. No somos nada sin aquellos que amamos. Somos partícipes de un mundo que necesita con urgencia volver a lo esencial, reestructurar sus bases para crear una nueva y mejor sociedad. Te invito al cambio.

Camila Zarzar Amor, comunicadora, especialista en liderazgo y ética empresarial.

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América Latina, en crisis

/ 13 de noviembre de 2019 / 06:54

Latinoamérica está en crisis. Con pesar, hoy evidenciamos que la inestabilidad política y económica se extiende en toda la región. Esto como resultado de la insatisfacción de sectores tradicionalmente marginados, cuyas demandas no han sido escuchadas por los gobernantes, incapaces de atender el malestar y el dolor de su pueblo. Un dolor que es compartido, que escapa a una sola nación.

Sistemáticamente, miles de latinoamericanos han sido excluidos por sociedades que los han desamparado, mancillando su dignidad una y otra vez, por lo cual hoy están llenos de ira. Ello en gran medida como resultado del accionar de los gobernantes, quienes se han preocupado por enriquecerse, empobreciendo a sus países y destruyendo la confianza hacia las instituciones públicas, lo que constituye un verdadero atentando contra la democracia.

La falta de liderazgo y de ética entre quienes detentan el poder es cada vez más evidente. En un ámbito en el que la verdad ha sido siempre impopular, la mentira, disfrazada de bellas oportunidades, se ha robado la confianza de las masas, de todos aquellos que ingenuamente apostaron por ella; trayendo lágrimas después, al develarse la realidad. Los hechos no necesitan representantes, hablan por sí solos.

América Latina se ha caracterizado por ser una región llena de populismos y extremismos que han causado daños inmensos a todos los involucrados. Esta crisis ha durado ya demasiados años, empobreciendo a una región inmensamente rica en recursos y en cultura. Pero desafortunadamente tradicionalmente las autoridades latinoamericanas han puesto sus intereses por encima de los de su pueblo, desprestigiando el sentido y el ejercicio de hacer política; gobernantes que no llegan a comprender la importancia y trascendencia del voto de los ciudadanos, por lo cual han dejado de representarlos.

Pero la política no se limita al ámbito público, también forma parte de la sociedad, está presente en las acciones cotidianas. Somos muchos los que desde nuestras pequeñas tribunas queremos ver a la región surgir, y a las personas, vivir bien. Y a cada uno nos toca impulsar una sociedad más justa y equilibrada para todos. Somos responsables del país y de la región que queremos construir; tenemos la responsabilidad de dejar un mejor futuro para nuestros hijos.

América Latina seguirá en crisis si no erradicamos la corrupción; pero también si como ciudadanos no impulsamos un cambio de mentalidad, haciéndonos responsables de mejorar la manera en la que vivimos y de convivimos. Si cambia la sociedad, cambia Latinoamérica. Una sociedad educada es una sociedad libre y consciente; preparada para el futuro. Los invito al cambio. 

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Cómo ser pareja en tiempos de individualismo

Una persona sana, estable emocionalmente, con criterio formado y valores apreciará sus vínculos.

/ 2 de septiembre de 2019 / 00:51

Hablar de amor, de relaciones sanas, estables, comprometidas, de matrimonio, respeto, tolerancia, aceptación, fidelidad… es un cuento solo para Disney, dirían algunos. Cada día evidenciamos, con asombro, dolor y decepción, la falta creciente de amor en nuestras relaciones interpersonales. Al igual que la presencia de personas carentes de principios y valores, que destruyen todo a su alrededor, producto de su falta de empatía y responsabilidad.

Parecería que el amor genuino ha quedado relegado a los libros como los que escribió Shakespeare. En la vida real, este sentimiento ya no aplica para todos. Cada vez hay más mujeres y hombres autosuficientes, egocéntricos y violentos, que viven en soledad. Los índices de infidelidad, de violencia intrafamiliar, depresión, suicidios, homicidios, feminicidios, parricidios, etc.; crímenes muchas veces caracterizados por un alto componente de ensañamiento, están hoy en día por las nubes. Cada día somos testigos de separaciones, de relaciones y vínculos inestables, de problemas de crianza; hijos fuera del matrimonio, demandas por paternidad y por pensiones. Ni contigo ni sin ti. Convivir por conveniencia o por supervivencia pareciera ser la norma entre algunos sectores, lo que a la postre se traduce en relaciones tormentosas llenas de vulnerabilidad, abuso y violencia para los involucrados.

Frente a este escenario, valorar el amor y recuperarlo representa un asunto de salud pública. ¿Por qué? Porque cuando nos vinculamos en una relación tóxica, desde una carencia afectiva o económica, quedamos expuestos a abusos o a la negligencia de la contraparte. Coartamos nuestra capacidad de decisión y resolución al ser dependientes, emocional o económicamente, de nuestro abusador. El daño psicológico es silencioso y muy destructivo. Por eso, salir del círculo de abuso y violencia es muy complejo, sobre todo cuando no hay una red de apoyo familiar.

Mucho se habla de la violencia del hombre hacia la mujer. Es la que más evidenciamos a diario, porque se expone más, pero también debemos ser capaces de ser justos y visibilizar los abusos que sufren los hombres, y que hasta el día de hoy no denuncian por miedo y orgullo. Por ello, ser pareja en tiempos del individualismo resulta muy complejo. Hoy todos hablan de empoderamiento y defienden vehementemente sus derechos. Yo los invito a ser humildes, reconocer errores y acercar posiciones, a cultivar relaciones sanas con base en el respeto y el amor genuino.

Una pareja te eleva o te hunde, económica, físicamente y psicológicamente. Asumir este asunto con liviandad nos ha llevado a no observar al otro tal cual es. Y cuando finalmente lo observamos, es demasiado tarde. Entonces, ¿cómo evitar la manipulación en una relación y construir relaciones de pareja en el amor? Primero debemos enfocarnos en nosotros mismos. Cómo vamos a dar amor si no sabemos qué significa amar, si no somos capaces de amarnos y respetarnos a nosotros mismos primero. Una persona sana, estable emocionalmente, con criterio formado y valores apreciará sus vínculos. No va a jugar con ellos. Pondrá límites al amor. Buscará un amor recíproco, no un amor desigual.

La herramienta para la manipulación es la victimización. Hay personas que, con distintas artimañas, responsabilizan a la contraparte de su triste realidad. Juegan con la manipulación para hacer sentir culpable a su pareja. La única manera de no caer en la manipulación es fortaleciendo la autoestima. Asimismo, alcanzar la independencia económica y emocional es primordial para poder mantener relaciones sanas y equilibradas.

* Coach en liderazgo, emprendimiento y felicidad; directora de HappyEmotions.

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