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Lavarse las manos

En este tiempo se puso como un requisito de protección de la vida lavarse las manos. Si bien se trata de una buena práctica de higiene personal, también es una expresión que nos acompaña en la vida política; desde la lavada de manos de Poncio Pilatos en la muerte de Jesús, hasta la lavada de dólares de economías corruptas neoliberales. Lavarse las manos, entonces, nos refiere a quien no se hace responsable de sus actos y consecuencias.

Los virus se pueden quitar de las manos con agua y jabón, pero las responsabilidades de la debacle actual en Bolivia ¡no! Hay que dar cuenta de más de 36 asesinados por los militares en Sacaba y Senkata; del saqueo de las arcas públicas no solo con jugosos sueldos para autoridades, sino también del despilfarro del dinero de los y las bolivianas que hasta les lleva a meter las manos en las AFP. ¿Qué no es así? Pues ahora no podemos saberlo con pruebas, porque cualquier intento de investigación será entendido como sedición.

Sabemos que la existencia de políticas públicas nos va a dar fe de gobiernos responsables, sean de izquierda, derecha, centro, de arriba o de abajo. La política pública es la capacidad de planificar y saber lo que se está haciendo o qué se va a hacer. Pero cuando se asalta el poder como ladrones piratas, viene después la farra. «Cualquier cosa es mejor que el indio», decían. Y hoy la falta de políticas públicas se hace evidente, para dar paso a la improvisación de gente angurrienta de poder, que no le atina ni una que merezca reconocimiento.

¿Qué hicimos para merecer este castigo de la vida? Pues no poca cosa, hermanas y hermanos. Para empezar, aflojamos nuestra fuerza y mística política revolucionaria. Incorporamos a nuestras filas de las organizaciones sociales a gente corrupta y traidora. Dimos crédito al arribismo clase mediero, que mira a la mezquina y mediocre burguesía boliviana con la boca abierta. Dejamos la formación y el análisis político, la creatividad en las propuestas y movilizaciones por «likes» en las redes.

Las y los piratas dieron el golpe desde las calles y desde las instituciones como militares y policías; y hoy, presurosamente en las redes, estas mismas «pititas» lanzan discursos y análisis al grado que no las reconoces; parecen más radicales entre los y las radicales. Y nuevamente no faltan entre nuestras filas gente que no tiene memoria, los escuchan, postean y miran con la boca abierta. Es imprescindible no dejarnos engañar en esos falsos discurso dizque de «oposición» al régimen de Áñez. Es una oposición de mentiras, son las y los mismas racistas de pensamiento neoliberal, posmoderno. Ahora vieron en el espejo del Gobierno su mediocridad y sinvergüenzura; esa que campea desde hace 500 años, excepto los últimos 14 años. Periodo en el que, a pesar de los errores cometidos, se hizo políticas públicas para los pueblos. Por más que se laven las manos, no podrán borrar sus responsabilidades. ¡Vamos Bolivia, recuperemos el proceso de cambios revolucionarios!

Julieta Paredes, feminista comunitaria.