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Monday 4 Nov 2024 | Actualizado a 13:19 PM

Derecho a la información y COVID-19

Bregar por el cumplimiento del derecho a la información sembrando certezas es también una manera adecuada de combatir la pandemia

/ 24 de abril de 2020 / 06:05

Empiezo con una certeza tan básica como importante en este momento: ninguna pandemia pone en suspensión todo lo establecido en la Constitución Política del Estado, más aún en lo que refiere a los derechos y garantías constitucionales que protegen a las y los ciudadanos del accionar del Estado. Uno de éstos, que data de hace una década en nuestro marco normativo, es el derecho a la información, que además de estar inscrito en el Art. 106 de la CPE, se encuentra garantizado mediante su Art. 21, que señala que “las bolivianas y los bolivianos tienen los siguientes derechos: 6. A acceder a la información, interpretarla, analizarla y comunicarla libremente, de manera individual o colectiva”; además de estar establecido en varios convenios y tratados internacionales ratificados por Bolivia.

En tiempos de pandemia este derecho parece aún más vulnerable que antes, cuando las acciones del Estado son realizadas en medio de un escenario altamente volátil, incierto y cambiante a medida que pasan los días. Es cierto que, con la gran cantidad de acciones que deben realizar los gobiernos de todos los niveles, es altamente complejo recoger, sistematizar, analizar y comunicar la información pública que se genera en torno a todo el accionar estatal. Las y los periodistas que conocen a detalle las varias y continuas trabas que se han generado históricamente desde instancias públicas para brindar información, que es de todos, afrontan hoy más limitaciones en su trabajo diario, lo que se suma a las dificultades para la consecución de esta información.

En general, la ciudadanía no está cegada ante lo que ocurre. Sabemos que esta emergencia sanitaria es global, que existen confrontaciones entre los países por conseguir insumos sanitarios para afrontarla; y entendemos, con claridad, que no existe gobierno en el mundo que estaba preparado para una amenaza de esta envergadura. Aun conociendo todo ello, hay demasiada información pública que no se está comunicando oportuna y adecuadamente. Hay cambios de autoridades y técnicos en medio de la pandemia que no se conocen puntualmente y simplemente “ocurren” de un día para otro. Hay intervenciones y acciones sobre las cuales se solicita documentación de respaldo administrativo y se termina encarando políticamente estas solicitudes.

Los funcionarios públicos declaran que llegarán al país insumos (equipos de bioseguridad, reactivos, respiradores, UTI) en “una semana”, a “fin de mes”, en “15 días”; pero estos nunca llegan. Se señala que habrá evaluaciones y conferencias en determinados días y horas; y los días no llegan y las horas no se cumplen. Instructivos y protocolos que son de suma importancia en este tiempo tienen que “filtrarse” en vez de ser puestos a disposición de la prensa y la ciudadanía. Tenemos cuentas en redes sociodigitales de instituciones gubernamentales que transitan entre el “hackeo” continuo y las recetas de panqueques de chocolate, en vez de encarar con transparencia las acciones de gobierno. 

La burocracia estatal, en todos sus niveles, cuenta con una potente estructura comunicacional que debiera tener como principal fin el transparentar la información pública de las acciones gubernamentales. Uno de los principales signos de esta emergencia es el nivel de incertidumbre que inyecta en los hogares y la sociedad. Aunque las noticias sean malas, bregar por el cumplimiento del derecho a la información sembrando certezas es también una manera adecuada de combatir la pandemia.

Verónica Rocha, comunicadora social

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Sobrevivir el desquicio

/ 1 de noviembre de 2024 / 06:06

Atravesamos un temporal de podredumbre. Pareciera que todo aquello que es tocado por la coyuntura (que a esta altura es casi todo lo que opera en el territorio nacional) se encuentra en estado de putrefacción. Esto no es un secreto para nadie porque lo que otrora se alertaba como fatal consecuencia hoy se constituye en una realidad concreta a la vista de todos. Las instituciones no funcionan, los políticos no representan, los gobernantes no gobiernan, los medios no median y, en lo que respecta a la ciudadanía, acudimos a convivir con los otros con nuestra cultura política plagada de pesimismo e impotencia y nuestro opinar/(re)accionar prisionero del hastío y la rabia. Ojo, en todo lo anterior existen excepciones, que justamente lo son ahora más que nunca.

Este cúmulo de formas sutiles de degradación de la democracia que hace tiempo venimos sorteando y que hoy se han acumulado peligrosamente, han llegado a un nuevo pico gracias a que, por acción u omisión, los actores políticos del MAS hoy enfrentados, han ido despojando —capa por capa— al presente conflicto de politicidad. Hace rato que las partes optaron deliberadamente por abandonar el campo político para librar su pugilato. Todo lo que hemos visto estas últimas semanas no fueron errores de estrategia, sino la estrategia misma: deteriorar/desordenar todo lo que se nos muestra para que la apatía inmovilice y la fuerza se imponga; no sólo ante nuestros ojos sino, sobre todo, ante los del mundo.

A esta altura del descalabro, en el que las partes se han acostumbrado a discursear y obrar en el límite la norma y el absurdo poniendo como primera prioridad la puesta en escena de la confrontación y, como última, la búsqueda de salidas; es cuando más las declaraciones y prácticas violentas, anómalas y ubicadas muy por fuera de la ley, la política y la democracia que están teniendo lugar en el país, merecen una gestión responsable.

La erosión democrática y del tejido social que se ha venía advirtiendo hace años, muestra sus consecuencias en buena parte del imaginario colectivo hoy que legitima más una operación de orden que un intento de acuerdo. El clamor del día es el del orden, por encima del de los derechos. Es que claro, se ha abusado demasiado y de forma muy egoísta de lo legítimo. Por ello el marco democrático mediante el cual se pueda intentar explicar/entender lo que pasa es paradójico y por eso parece agotado. Pues cuesta demasiado explicar desde la política un momento coyuntural que ya no opera bajo su lógica.

Con gran parte de la institucionalidad en vilo, la democracia parece ser hoy un acto de fe para la sobrevivencia colectiva. Y elegir esa fe hoy, se ha vuelto en un acto político costoso. Y aunque al día de hoy está claro que no existen condiciones ni incentivos para bregar por prácticas democráticas, es preciso señalar que sólo el abandono (aunque sea tardío) del territorio incierto de la antipolítica y nuestra devolución al de la política inteligente, silenciosa y efectiva, podrá constituirse en una opción certera.

Lo delicado de este momento requiere menos ruido y más acción, pero acción radicalmente democrática, legal y enmarcada en los derechos humanos. Primeramente y con un rango mayor de responsabilidad, desde el Estado (empezando por el Presidente); segundo, desde los actores en cuestión (principalmente, Morales) y, finalmente, desde la ciudadanía cautiva del este complejo entuerto que, sin duda, somos quiénes más necesitamos sobrevivir el desquicio.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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Lecciones y legado desde la izquierda

/ 5 de octubre de 2024 / 07:19

Para nadie es un secreto que, en la última década, muchos adjetivos que aluden a quienes optamos por una posición política de izquierda, se han convertido en algo más que una herramienta de intercambio en la conversación pública y han transitado a constituirse en una batería de calificativos despectivos. La alta polarización política de los últimos años sumada a la velocidad y volumen de las construcciones narrativas facilitadas por las tecnologías, han intensificado mucho la batalla política y simbólica de cada día y todo ello desemboca en una ruidosa y continua búsqueda de que toda posición que se encuentre o se asemeje a estar en la izquierda del espectro político sea denigrada.

En este transcurrir de ciclos históricos y políticos atrás quedaron los tiempos en los que la vanguardia de la democratización y el progresismo estaba encabezada por los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI. Y hoy, años después de ese auge, está claro que bastante ha sido añadido a ese relato de desprestigio, gracias las acciones totalitarias de quienes en nombre de la izquierda accedieron al poder democráticamente y que, luego, la han socavado desde dentro. Así las cosas, se libra en Latinoamérica una batalla de sentido dentro de la misma concepción de lo que es la izquierda, con el objetivo de rescatarla del oprobio y restaurarle su sentido real, en lo práctico y lo simbólico.

En ese escenario, las lecciones y el legado que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) le entrega al continente son inconmensurables. Habiendo sido él parte de ese periodo en el que la izquierda continental gozaba de buena prensa incluso a nivel mundial y entregando hace pocos días bastón de mando a su sucesora, además de dejar establecida la organización interna del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) para su fortalecimiento; varias de sus acciones, recompensadas en una popularidad inédita al momento de dejar el cargo, son muy decidoras.

A pesar de todos los aciertos o desaciertos que pueda haber tenido durante su gobierno, AMLO ha demostrado que su paso por la política es un faro que ilumina a las izquierdas democráticas y que debe guiarlas a recuperar las riendas del relato sobre el cuál se las está comprendiendo y postulando en este momento de la historia. Como ha señalado la pensadora Viri Ríos, él terminó su gobierno con más poder que con el que inició. Y, a pesar de ello, supo darle un paso al costado a ese poder de una manera distinta a la vista en las últimas décadas en varios países del continente.

Con su convicción democrática y accionar en la rotación de poder y la alternancia (sin asomarse a los vericuetos legales para modificar lo establecido) AMLO les ha demostrado a los totalitarismos disfrazados de izquierda cómo la democracia no es sólo una herramienta sino un compromiso. Con sus mil cuatrocientas treinta y ocho Mañaneras le ha recordado a toda la comunidad interesada en la Comunicación Política cómo la simpleza de la palabra respecto a la complejidad de la tecnología aún puede ser la innovación más efectiva. Y, a pesar de sus varias contradicciones en temas de género durante su gobierno, él no ha sido un obstáculo para darle paso a sus compañeras de causas para que se batallen sus espacios y consigan, mediante voto, sus lugares en la historia mexicana, como es el caso de Claudia Sheinbaum, presidenta de México; o el caso de su partido (hoy el más grande de México) a la cabeza de Luisa Alcalde. Finalmente, y aunque no es su obra exclusivamente, esa cantidad de poder del que hablamos queda ahora en manos de ellas para que escriban sus propias historias y es ahí donde tocará mirar y acompañar. Buenas noticias: hay lecciones y legado. Y, mejor aún, hay (aún) una izquierda democrática posible en el continente.

Verónica Rocha Fuentes
es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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Tropezar nuevamente

Verónica Rocha Fuentes

/ 9 de agosto de 2024 / 10:32

Lo que el 6 de agosto pudo parecer una interesante novedad política que abría nuevas cartas para ir buscando soluciones para algunos de los problemas económicos y políticos que están sobre la mesa en nuestro país, incluyendo en ellas la variable de la voluntad popular, en pocas horas, detalles sobre lo propuesto mediante, ha empezado a tornarse en un escenario que de realizarse bajo las hipótesis que se han planteado las últimas horas, puede resultar muy riesgoso para la salud de la democracia.

Es cierto que sin tener a mano las tres preguntas propuestas para llevar adelante esta consulta anunciada por el Presidente del Estado Plurinacional, solo queda anticiparse en el marco de la especulación con base en las novedades del 7 de agosto que complementan la propuesta del día anterior y que dan a entender que lo anunciado involucraría la reforma parcial de la Constitución Política del Estado (CPE).

Consulte: Golpes en tiempos de agotamiento

Vamos por partes. Es cierto que el Presidente tiene la potestad de convocar vía decreto supremo, es decir por iniciativa presidencial, a un referéndum en el que se decida sobre “normas, políticas o asuntos de interés público” (así lo establece la Ley 026), y hasta ahí es todo claro; se trata de una previsión establecida para que la máxima autoridad del país pueda echar mano de un mecanismo de democracia directa y participativa para gobernar de mejor manera: involucra la buena fe y la ampliación de la democracia.

El matiz, nada menor, en este caso puntual, es que los anuncios oficiales del Gobierno dan a entender que lo que se quiere someter a consulta involucra reformas parciales a algunos artículos de la CPE. En cuyo caso —también lo establece la CPE precisamente en su propio resguardo—, las vías para convocarlo solo incluyen hacerlo vía Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) o vía iniciativa popular (solicitud expresa de al menos 20% del electorado). Y la razón para la existencia de esta previsión tiene que ver precisamente con resguardar el texto constitucional ante decisiones unilaterales y/o coyunturales.

Al no tener el Presidente la competencia para convocar a un referéndum de modificación parcial de la CPE y puesta sobre la mesa la posibilidad de que sea el cuestionado Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) el que “genere” esa posibilidad, habiéndose conocido la presentación de un auto constitucional por un diputado en julio y el involucramiento en esta solicitud del presidente de la ALP, mediante una respuesta que ya fue enviada antes del anuncio del 6 de agosto, es que hay razones suficientes para (man)tener las luces de alerta encendidas en procura de que cualquier convocatoria se la haga únicamente en el marco de lo claramente establecido en la CPE, ni más allá ni más acá. 

Son varias las reacciones a la propuesta informada el 6 de agosto que han optado rápidamente por defenestrar, por razones varias, una de las pocas iniciativas políticas que el Presidente ha propuesto al país durante su mandato, la mayoría de ellas parten de que esas consultas se constituyen en un innecesario traslado de responsabilidades del Ejecutivo a la población o de problemas intrapartidarios hacia el país.

Y es esperable, en el juego de la antipolítica en el que estamos sumergidos, que ninguna iniciativa sirva para nada más que para ser destruida. Pero, en el otro lado, está el verdadero riesgo de que lo postulado pueda contener a futuro efectos de distintos niveles en nuestra maltrecha institucionalidad y convivencia democrática. Cuidado, otrora ya hicieron tropezar a la democracia con esta piedra. Y ya conocemos lo que le sigue.

(*) Verónica Rocha es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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Resignificar la Asamblea en este tiempo

/ 18 de noviembre de 2022 / 02:39

Es materia de una discusión profunda cimentada bajo confianzas y búsqueda de salidas todo lo que en rigor técnico compete al debate en torno al evento del Censo: cartografía, levantamiento de datos, redistribución fiscal, escaños u otros. No obstante, a pesar de ello, va quedando claro que algunos grupos con fines políticos instrumentalizan como ventaja la complejidad que contiene este evento técnico para acelerar su tránsito hacia los aspectos políticos que inevitablemente de él derivan. Echando mano de poco nobles operaciones informativas que incluyen el uso del desorden de la discusión como importante ingrediente.

A todo ello se suma que en los tiempos que corren, los escenarios políticos se han complejizado de múltiples maneras. Asistimos, al día de hoy, a una práctica política cuya alta focalización en lo que se dice/promete por encima de lo que se hace/resuelve, la vuelve un terreno donde muchas veces hay exceso de discursividad y muy poco margen de acción. Acción política que es requerida por fuera de los reflectores mediáticos, los amplificadores digitales y las amenazas de muerte civil que abundan en este conflicto, desnaturalizando la esencia mínima que debe contener una conversación en democracia.

Poco útil será seguir reflexionando sobre las dinámicas de la política actual y cómo ésta se pone en escena en lo que para la ciudadanía es más visible y noticioso: el performance político en los medios y las calles, si es que simultáneamente no nos detenemos a pensar en nuestra institucionalidad democrática a la luz de todo este nuevo escenario. Y con ello hago referencia al enorme desafío que significa repensar nuestras instituciones fundamentales de la democracia en escenarios conflictivos, polarizados y deliberadamente desordenados, como viene significando el paro indefinido que se lleva adelante en Santa Cruz.

Dejando de lado el debate en torno a si una ley es necesaria o no en este puntual conflicto, se puede estar de acuerdo en que ningún esfuerzo sobra en un escenario que ya empieza a conllevar violencia. Así, mientras en la lógica desde la política tradicional se puede concebir que la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) podía tener un par de opciones absolutamente legitimadas para la acción: a) haberse constituido como actora desde el primer momento del conflicto, y b) poder materializar rápidamente una salida una vez que es convocada por la ciudadanía. Cabe preguntarse, ¿por qué es entonces que una institución actora fundamental de la política acude tarde y erráticamente a un conflicto que lleva ya varias semanas acumulando incertidumbre y violencia para el país desde una región tan importante como Santa Cruz?

La respuesta simple puede radicar en los altos niveles de falta de legitimidad de la política, en un nivel global, de las instituciones, de manera general y, de manera particular, de la ALP. Mientras la agenda ciudadana tiene un rango propio de preocupaciones y, al menos territorialmente, Santa Cruz tiene actualmente la suya en la urgencia de salir lo más pronto posible de este conflicto, las y los parlamentarios, con realmente muy pocas excepciones, tejían sus telenovelas internas propias en la ciudad de La Paz, focalizados en los espacios de poder que se generan producto de la reconfiguración de directivas.

Hace tiempo ya que la ALP pareciera hacer méritos continuamente para dar cuenta de su lejanía de la ciudadanía. Primero, el hecho de que sean los actores en conflicto quienes la pongan a trabajar dice bastante sobre el sentido de oportunidad y creatividad con el que acompañan la política de este país. Y, luego, el dato de que a las horas de este pedido la cantidad de proyectos de ley para este tema supere la cantidad de bancadas —añadiéndole obscuridad a la salida—, nos dice el resto sobre una institución entre cuyas urgencias debiera estar ponerse a la altura de los complejos retos que plantea la política actual.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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¿Hasta dónde llega la paridad?

/ 14 de enero de 2022 / 00:36

Apoco de que se recuperó la democracia en el país, allá por el 82, algunas actoras políticas empezaron a bregar por las cuotas dentro de las listas de candidaturas para cargos electos, en medio de que éstas buscaran ampliarse llegó la Constitución de 2009 y las búsquedas se aceleraron, nuevas nociones empezaron a forjar lo que hoy se entiende como democracia paritaria: a) equidad de género, b) equivalencia de condiciones, c) paridad, d) alternancia y e) despatriarcalización. La apuesta estuvo, en principio, sobre las normas; a partir de ello se ha creado una importante ingeniería electoral que conjuga principios constitucionales, leyes, reglamentos e instructivos del TSE que, junto a un acompañamiento continuo de años por parte de actoras, colectivos, instituciones y movimientos feministas ha permitido que el entramado jurídico-institucional genere resultados y ello es lo que concretamente se constituye en el gran paraguas que le da hoy materialidad a lo que se entiende como democracia paritaria intercultural.

Quienes creemos que estos avances son importantes y deben cuidarse a pesar de no ser suficientes y ser perfectibles; tenemos también bastante claro las grandes urgencias de continuar buscando las formas de intervenir el sistema político que se presenta como un perfecto lugar en el que se reproducen las grandes opresiones estructurales coloniales y patriarcales que detentan nuestras sociedades. Y no habrá intervenciones más importantes que aquellas que busquen continuar ampliando la democracia como forma de ir, a la vez, garantizando su salud y su prevalencia como sistema político. Y aunque el horizonte se muestre tremendamente amplio y utópico es importante señalar que ese es el horizonte paritario; así como lo es, en el caso boliviano, el intercultural. ¿De qué otra manera se puede sino conjugar institucionalmente los grandes anhelos de algunos de los sujetos políticos que, más de dos décadas atrás, iniciaron este proceso constituyente que tantas y tantos han ido abandonando en el camino?

Como se ve, estamos hablando de un tema que puede evaluarse de múltiples maneras, con diversos enfoques y que ciertamente bien puede aterrizar en hechos y datos concretos o elevarse (en clave aspiracional) a discusiones teóricas e incluso modélicas. Lo cierto es que en Bolivia aún queda mucho por debatir en torno precisamente a lo que genera (o no) la paridad en la democracia paritaria intercultural o, más aún, lo que despeja u ocasionalmente nubla en el horizonte de igualdad de participación política entre hombres y mujeres.

Pues bien, algunas de esas miradas, ámbitos de desarrollo, normas, datos, percepciones y, cómo no, anhelos han sido lo que se ha tratado de escudriñar de manera exploratoria y a lo largo del tiempo, con énfasis en este último periodo de desarrollo constitucional, en el informe La paridad más allá de la paridad. Participación política de las mujeres en el largo camino hacia la democracia paritaria intercultural en Bolivia, que en cinco capítulos: a) Democracia paritaria, esa buena idea; b) Participación política: de las normas a los resultados; c) Obstáculos a la participación política de las mujeres, d) Los partidos muralla y e) Llegar a la Asamblea, ¿y después?, ha desarrollado un documento que invita al diálogo en torno a lo andado y los aún grandes desafíos que se afrontan en este andar.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.

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