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Ruta clara

El Gobierno está ante el dilema de flexibilizar la cuarentena, con sus obvios riesgos para el control de la epidemia, o prolongarla, asumiendo sus elevados costos económicos. Es una decisión difícil que debería hacerse sobre la base de criterios científicos, tomando en cuenta escenarios de corto y mediano plazo, y con una total transparencia. Se precisa una ruta clara que dé certidumbre al país.

A casi dos meses del primer caso de coronavirus registrado en Bolivia, la luz al final del túnel todavía no aparece. La principal certeza que se tiene es que la epidemia y las medidas de aislamiento social no serán un episodio temporal que pasará rápido, tendremos que vivir con la enfermedad activa por un largo periodo y, por tanto, debemos acostumbrarnos a un esquema irregular de actividades.

En el frente sanitario, la cuarentena ha evitado una expansión exponencial del contagio, lo cual hubiera colapsado el sistema de salud, pero no ha impedido la aparición de nuevos casos a un ritmo más pausado pero constante. Aunque hay anuncios de importantes compras de equipamientos e insumos, falta mucho para estar preparados para atender la gran cantidad de enfermos de COVID-19 que, tarde o temprano, aparecerán.

Sobre todo, es inquietante el déficit de insumos para las pruebas epidemiológicas. Sin seguimiento ni control eficaz de la epidemia con un número adecuado de pruebas, esta puede reaparecer con virulencia en los siguientes meses. Cualquier estrategia de retorno a la “normalidad” precisa de esa información básica.

La perspectiva tampoco es halagüeña en el frente económico, pues no se termina de vislumbrar una perspectiva integral del problema. Se han realizado esfuerzos loables para paliar los problemas de corto plazo que enfrentan personas y empresas por el parón de actividades. Sin embargo, no queda claro lo que viene después, considerando que no hay señales de que la actividad productiva pueda reiniciarse totalmente en el corto plazo, ni precisión sobre el grado de debilitamiento financiero de numerosos sectores de la economía. Por si esto no fuera suficiente, la brutal caída del precio del gas y otras exportaciones perfila un escenario fiscal y cambiario complejo para el segundo semestre. 

Estamos, pues, ante una crisis sin precedentes que no podrá ser manejada con una visión de largo plazo, sino, concentrada en resolver el día a día. Por ejemplo, hay medidas que pueden parecer adecuadas ente la urgencia de sostener la cuarentena total sin importar su costo, pero que en tres meses pueden generar efectos indeseados en el ámbito sanitario y en la economía. Es necesario definir una ruta de gestión clara y transparente de esta crisis, puntualizando los objetivos, hitos básicos e indicadores para evaluar su éxito, así como una secuencia básica de orientaciones que atienda el corto plazo, pero sin olvidar que el país tiene que seguir funcionando más allá de mayo.