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¿Aprenderemos de la crisis del coronavirus?

Buscar lecciones económicas de una crisis en curso no es una tarea muy bien vista. Generalmente las lecciones surgen después de superar la crisis y, dado el triunfalismo consecuente, por lo general se olvidan las lecciones, o no se aprende nada, o ni siquiera se interesan en encontrarlas. Eso pasó con la crisis financiera de 2007 y la gran contracción del comercio mundial en 2008. Ni hablar de lecciones del siglo pasado como la crisis de 1929 y la posterior Gran Depresión, que han desaparecido de los libros de economía.

La novedad que esta crisis no ha sido provocada directamente por factores económicos como los activos financieros tóxicos de las hipotecas en 2007, o la insuficiencia de demanda efectiva en la crisis de los años 30. La causa tampoco es la esencia del capitalismo, como pronosticó Marx en el siglo XIX. En el caso actual el detonante ha sido un virus, el COVID19; mientras que las medidas de contracción de la oferta y la demanda a nivel global, resultantes de las políticas sanitarias aplicadas, han sido los mecanismos de propagación. Después se escribirá mucho sobre la reacción, positiva o negativa, de los gobiernos. Mientras tanto, ¿aprenderemos algo desde el punto de vista económico? Porque desde el punto de vista sanitario, estoy seguro que jamás nos olvidaremos de esta pandemia.

Una primera lección se deriva del cambio brusco de la panacea de la globalización al cierre de fronteras físicas y humanas. Así, de un momento a otro, hemos cambiado de la aldea global abierta a mi aldea nacional cerrada; de la industria sin chimeneas del turismo, a la industria con virus traídos por los de afuera; y de la expresión el mundo es un pañuelo, al mundo es un barbijo. Como todo falso dilema, el problema no es abrirse completamente o cerrarse, sino, cómo insertarse selectivamente a los mercados internacionales en función de las capacidades del país y el momento histórico. Si bien no vendrá la temida desglobalización, es probable que la modalidad de participar en ese mundo global cambie, con nuevas oportunidades pero también amenazas.

Una segunda lección está relacionada con las medidas fiscales o paquetes aplicados por casi todos los países en un contexto en que predominaba la austeridad fiscal, los equilibrios fiscales y la prudencia fiscal. Ahora todos son keynesianos, inclusive el FMI, aunque después venga el problema por sus efectos en la deuda. El cambio brusco de contraer el gasto fiscal a su expansión y del Estado policía al estado gastador nos enseña que en economía el rol estatal depende de las condiciones prevalecientes, y que en última instancia el Estado es el resorte que tiene un país.

En 2001, 40 países adoptaron las reglas de la responsabilidad fiscal. La llamada regla de oro o el límite constitucional del déficit fiscal (adoptada desde los noventa por países como Suecia y el Reino Unido) es una disposición constitucional que restringe la posibilidad de un gobierno de gastar más de lo que recauda, limitando así el crecimiento de la deuda pública para garantizar la sostenibilidad de las finanzas estatales a largo plazo (Wikipedia). Si bien las medidas fiscales se suponen transitorias, ya se abrió la cerrada puerta del equilibrio fiscal a cualquier costo.

Después de las medidas para enfrentar la crisis de 2008, los países siguieron aumentando la concentración del ingreso en beneficio de los más ricos. Lo cual permite inferir una tercera lección: generalmente se salva el capital financiero y no el capital humano. Con esta crisis no se afectó el capital físico. Si bien el capital financiero, que siempre es volátil, registra “pérdidas contables” con las caídas de las Bolsas, termina recuperándose y vuelve a la exuberancia bursátil como si nada hubiese pasado. En cambio, los trabajadores formales e informales pierden su riqueza, sus ingresos y sus ahorros.

En un artículo sobre los costos en capital humano de las crisis, Eichengreen señala que aquellos que sufren el desempleo cuando la situación económica empeora pueden quedar marcados permanentemente. Las consecuencias negativas son más frecuentes cuando el desempleo es recurrente o prolongado. Así, aunque se espera que, como toda epidemia, la actual crisis sanitaria sea transitoria, resulta importante privilegiar y proteger el capital humano por encima de todo.

Gabriel Loza Tellería, economista, expresidente del Banco Central de Bolivia.