Informar y persuadir
Las políticas comunicacionales resultan determinantes para el éxito de los esfuerzos gubernamentales por controlar la pandemia
El éxito de las políticas contra la pandemia depende en buena medida de la existencia de un apoyo proactivo y consciente de la población; para lo cual se requiere de una acción comunicacional eficiente del Estado. Hay urgencia por informar mejor, empatizar con las preocupaciones de las mayorías, y abandonar la coerción y el miedo como único método para promover la disciplina social.
La mayoría de las normas sociales y jurídicas funcionan sobre la base de su cumplimiento voluntario por la mayoría de la sociedad. Es un espejismo creer que algún comportamiento se puede imponer únicamente con la coerción o el miedo. Esto puede funcionar en el corto plazo, pero es imprescindible generar legitimidad social para que se sostenga por un largo periodo.
Y más aún cuando se trata de las políticas orientadas a luchar contra la expansión del coronavirus, pues éstas dependen de rápidos cambios en los hábitos higiénicos y comportamientos sociales de la población. Por ejemplo, el distanciamiento social solo se puede sostener si los ciudadanos lo asumen como un compromiso personal ineludible, y lo cumplen sin necesidad de que alguien los esté vigilando u obligando permanentemente.
Por esta razón, las políticas comunicacionales son determinantes para el éxito de los esfuerzos gubernamentales para controlar la pandemia. El apoyo a las medidas y el cambio de comportamientos sociales requieren, en primer lugar, de información básica sobre las razones que justifican esas exigencias, y acerca de los procedimientos e instrumentos que facilitan su aplicación por ciudadanos de todas las culturas, edades y niveles socioeconómicos. Se necesita un enorme esfuerzo pedagógico, territorializado y sensible a la diversidad cultural del país, que no puede limitarse solamente a algunas cuñas publicitarias, páginas web o boletines informativos.
Por otra parte, la construcción de legitimidad social precisa de una actitud de escucha paciente de las observaciones y dudas de los ciudadanos, así como de un mayor grado de empatía con la diversidad de situaciones que los afectan y que deben ser consideradas. Se trata de conversar y persuadir, no de imponer o castigar como primera reacción ante el reclamo.
Estamos entrando a una segunda etapa más compleja de aislamiento social, denominada “cuarentena dinámica”, que requerirá de mucha más autoregulación social y seguimiento de parte de las autoridades nacionales y locales para que pueda funcionar adecuadamente. Sin un apoyo movilizado e informado de la población, la situación podría ponerse cuesta arriba. Podría ser, entonces, una oportunidad para impulsar una política de comunicación más intensa, menos reactiva, más cercana a las preocupaciones de la mayoría, que busque convencer y, sobre todo, que respete la diversidad de situaciones y limitaciones de las y los bolivianos.