Pandemia reveladora
Bolivia es un cuerpo casi-fallido que lucha contra otra pestilencia más conocida, que muta, y es más perversa que la actual: la politiquería
La pandemia desatada por el nuevo coronavirus es tan potente que hace confesar las impotencias e incapacidades ocultas de cualquier sociedad. Todos los Estados y gobiernos fueron desnudados en su verdadera dimensión. Países occidentales, potencias económicas y militares admirables, con una historia de magnificencias, se encontraron con una situación tan precaria que ahora entierran, inexplicablemente, muertos por millares. Que el virus es maligno y desconocido, es cierto; pero existen otros países, más pequeños, más humildes, que se revelaron heroicos en esta crisis: Islandia, Nueva Zelandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Islandia, Taiwán, Corea del Sur… con la única excepción de una potencia: Alemania.
¿Cuál es la diferencia de performances tan disímiles? Simple: los países mencionados privilegiaron el desarrollo humano sobre el desarrollo material. Invirtieron por encima de otros rubros en salud y educación de manera continua y como política de Estado, sin diferencias ideológicas entre los partidos de gobierno. Como ejemplo, un detalle: en aquellos países modelos, con una población formada y educada, no hicieron cuarentenas forzosas.
En nuestra región existen también países para destacar y son los que menos hablan. Pero nosotros fuimos desnudados en nuestra condición perpetua: un Estado casi-fallido. En un sistema estatal desestructurado y corrupto, la salud y la educación son precarias.
Si no creen que somos un Estado casi-fallido, respondan a la pregunta: ¿por qué en casi dos siglos no hemos podido dar salud, educación, vivienda, empleo, etc. a 11 millones de habitantes (poquísima gente, apenas 6 millones de familias), congregadas en un millón de kilómetros cuadrados de un territorio bello y riquísimo en recursos naturales? ¿Por qué fallaron decenas de gobiernos de izquierda, centro o derecha, democráticos o militares, de discretos presidentes o de dictadores parlanchines? Los mediocres responden con el fatalismo racial y los cantamañanas, con ideologías trasnochadas.
Urgen mentalidades nuevas, creativas y holísticas, para analizar y proponer soluciones creativas a la forma de Estado, género-gobernanza, población-territorio, globalización-glocalización, desarrollo-sostenibilidad, tecnología digital-dependencia cultural, entre otros. Los saltos históricos son posibles, pero sin dogmas y en libertad.
Bolivia, entubada y sedada, agoniza en terapia intensiva desde hace décadas. Es un cuerpo casi-fallido que lucha contra otra pestilencia más conocida, que muta, y es más perversa que la actual: la politiquería. Y ahora más que nunca se revelan las ambiciones político-partidarias que, por casi dos siglos, no cesaron de despedazar y dividir a la patria.
Carlos Villagómez, arquitecto.