El 12 de marzo, la educación en Bolivia se paralizó y cambió radicalmente. Miles de niños y jóvenes fueron enviados a sus casas después de que se decretase la cuarentena nacional; que sin duda fue una acertada decisión para detener la expansión del coronavirus COVID-19, que ha desatado una pandemia. Sin embargo, la educación es un derecho y, en consecuencia, no puede parar. A partir de esta medida se evidenció el enorme desafío de equidad educativa que existe en Bolivia, pues sabemos que existe una gran desigualdad a la hora de implementar las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) en los procesos educativos.

En el área rural la realidad es cruda. Históricamente los pobladores del campo han tenido menos acceso a este tipo de tecnologías y herramientas. No todos tienen condiciones socioeconómicas que les permitan tener computadoras en sus casas, acceso a internet, e incluso en algunos casos a servicios básicos como la electricidad. Sin embargo, la población rural no puede quedar excluida de la educación, un derecho que les corresponde. Urge buscar alternativas para soluciona este déficit.

En Bolivia aún no existe un plan general de educación para encarar integralmente esta emergencia, tomando en cuenta además los diferentes sectores y realidades que conforma el sistema educativo plurinacional. Es cierto que casi nadie estaba preparado para este cambio, pero resulta imprescindible establecer lineamientos generales para cambiar el rumbo y el ritmo de trabajo de los maestros y docentes; lo que puede pasar desde el reajuste de los contenidos hasta el cambio de paradigma de enseñanza arraigado al pasado.

En estos momentos la voz de los maestros es muy importante para la toma de decisiones, tomando en cuenta que el problema va más allá del tipo de plataforma o tecnología a utilizar. Se trata de un problema pedagógico, de repensar en los nuevos paradigmas de la educación. Y creo firmemente que este es el momento de encarar este desafío.

Uno de los mayores cambios pasa por entender que innovar no implica necesariamente el uso de la última tecnología, sino de las ganas que tenga el maestro de cambiar entre lo que se hacía, se hace y se tiene que hacer. Es importante destacar el esfuerzo y el trabajo que realizan cientos de maestros y docentes para adaptarse a esta realidad. Sin embargo, tampoco debemos dejar de lado a aquellos otros que parecen haber quedado atrapados en el tiempo en una realidad paralela, distante a la demanda de los estudiantes.

Esta pandemia puede ser una gran oportunidad para reinventar la educación en general y las metodologías de enseñanza en particular, priorizando los contenidos esenciales. El gran desafío que ahora debemos encarar es pensar en la pedagogía pospandemia, en construir una nueva educación a partir de todo lo que estamos viviendo. De lo contrario, la brecha digital entre estudiantes y docentes continuará expandiéndose. No se trata de trasladar las clases presenciales a formatos virtuales, se trata de generar una nueva práctica de enseñanza para reconstruir la nueva pedagogía.

Jhenny Colque Saavedra, comunicadora social con especialidad en Educación Virtual y TIC.