¡A pagar!
Nadie perdona las deudas, y menos los bancos o la dirección de impuestos.
Cuando un niño está llorando, para tranquilizarlo utilizamos un ardid que suele ser infalible, ofrecerle una golosina. El niño se calma, nosotros nos calmamos y todo sigue adelante. Podemos retomar lo que dejamos de atender para apaciguar el llanto, continuamos en nuestra rutina o aquello que con insistencia está reclamando nuestra atención. Parece que eso sucedió cuando se inició la cuarentena total en el país. No se pagarán las facturas de luz hasta Bs 120 de consumo y el 50% de las facturas de agua. También fuimos gratamente anunciados de que los servicios básicos no iban a ser cortados, aunque nadie nos advirtió sobre las llamadas insistentes de las compañías telefónicas que encontraron las maneras más amables y hasta divertidas de recordarte que debes la factura de marzo, aunque sabes que la abril también está pendiente.
Ni qué decir de las cuentas bancarias. Con mensajes a través de WhatsApp te recuerdan quién es tu oficial de crédito, y presumen que te atenderá por escrito o mediante llamada disponible para cualquier consulta o ayuda que precises. Un servicio extraordinario que te hace sentir importante, cliente exclusivo de un banco. ¡Cosa admirable! La verdad es que encontraron la mejor manera de recordarte que tienes que pagar el préstamo para tu vivienda, emprendimiento, viaje o lo que fuera. Recordarte que aunque te pusieron a brillar un espejito con la promesa de no pagar intereses ni capital durante seis meses, y sin la pesadilla de las multas durante el tiempo de la cuarentena a cambio de que te quedes en casa, ahora tienes que pagar. Ante semejante noticia, piensas que es mejor encapsularse.
Lo mismo sucede con los impuestos. “Quédese tranquilo porque su salud es lo más importante”, escuchaste día y noche. Pero desde hace unos días, ante la posibilidad de salir parcialmente de la cuarentena, se avivan las voces de mal augurio que vuelven sistemáticamente para decir: “revise su cálculo del IVA”, “el IUF vence en mayo, tenga listo su libro de compras y ventas”… Es como vivir una pesadilla, y la mala noticia es que estás despierto. Nadie perdona las deudas, y menos los bancos o la dirección de impuestos.
Los colegios, las universidades privadas, los desembolsos prometidos, todo debe ser pagado, desembolsado, entregado. Al comienzo de la cuarentena, la urgencia de la pandemia traía, como en los tiempos de estudiante, el alivio del examen postergado. Era el principio del letargo, del encierro y el adormecimiento, ha llegado el momento del despertar. Como todo lo que queda pendiente, cumplido el plazo, se convierte en impostergable y urgente. Está terminando el tiempo de las promesas. La burbuja del encierro está a punto de estallar y saldremos despedidos a la realidad del que tiene que pagar.
Lucía Sauma, periodista