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El reflejo

Vivir tranquilos y tranquilas hoy es una tarea muy difícil para quienes necesitan despreciar y oprimir a los demás, para sentir sus vidas en seguridad. Los discursos de ridiculización y burla del “otro”, “del indio”, no es otra cosa que la expresión de la angustia que les da el saber que siendo diferentes, somos todos y todas iguales. La humanidad de nuestros cuerpos nos hermana en las miserias y en la belleza de nuestros actos y decisiones. Todas y todos somos capaces de ser heroínas y héroes; pero también podemos ser los más avezados maleantes, todo depende de las decisiones éticas que tomamos en la vida.

Estamos en un momento en la historia de Bolivia en el que ya no pueden ocultar el carácter autoritario y dictatorial del régimen, tampoco el cinismo impune de sus actos. Quienes trabajaron arduamente 14 años para derrocar el proceso de cambios políticos, del pueblo boliviano, hoy están desnudados en sus prácticas oligarcas y fascistas. Prácticas que fueron enmascaradas en un “levantamiento de pititas”, amarrando y linchando los sueños y esperanzas del pueblo en las esquinas de nuestras asustadas ciudades.

Querían colgar, en el farol de las plazas, un proceso que, con todos sus errores, es lo mejor que hemos tenido. Pues fue un tiempo para mirarnos, valorarnos y construirnos como gente que quiere vivir bien, sin lastimar, explotar, violentar u oprimir a los y las otras. ¿Que todo eso se hizo maravillosamente? No, pero de eso se trataba, de luchar y construir, proponer y argumentar, dialogar, y en el debate avanzar, profundizar. Un proceso de cambios que revolucione las profundas opresiones de Bolivia no es cosa de varita mágica.

Hoy, los racistas de izquierda, las feministas y ecologistas racistas se miran en el espejo del régimen que ellas y ellos, bien felices, pusieron, masacrando a más de 35 hermanos que piden justicia. Se miran en el espejo del régimen y no quieren ver su imagen. Crean, en su angustia, un espejismo, y concluyen que “la Áñez es igual que los indios”. No, “la Áñez” es igual a ustedes, son ustedes quienes la pusieron, y las decisiones que toman (tanto en el Gobierno como en sus jailonas casas) son decisiones éticas lamentablemente impulsadas por el odio racista que nos tienen.

En Bolivia somos una canasta de muchas diferencias de colores de pieles, culturas, tamaños, opciones, pensamientos. Las diferencias no son contradicciones en sí, somos diferentes pero iguales en el valor existencial de cada una de nuestras vidas. Se trata de tener dignidad, iniciativa, creatividad para impulsar el país. No se vale que, al ver que lo estábamos haciendo mejor, vengan a matarnos, encarcelarnos, perseguirnos y de paso, ni sepan gobernar. Los indios no somos ni mejor ni peor, somos gente igual que cualquier humano y humana. Ahora el régimen pitita va a hacer rote, pasanaku entre oligarcas racistas; le toca a los “caballeros”. Ya lo dijimos en noviembre, “estarán agazapados detrás de las faldas”, para eso les sirven las mujeres de derecha. Pero también el pueblo está organizado, para defender un proceso de esperanzas para Bolivia.

Julieta Paredes, feminista comunitaria