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Incierta desescalada

Luego de 70 días (nada menos) de cuarentena decretada por el Gobierno provisorio, desde este lunes se levanta en el país la declaratoria de emergencia por la pandemia del coronavirus SARS-CoV2. Y pasamos a las “tareas de mitigación”, delegadas a planes de contingencia de las entidades territoriales autónomas. En tanto, estamos a pocos días de superar los 10.000 casos de contagios.

La desescalada establecida por la presidenta-candidata Janine Áñez y su gabinete de ministros, mediante el Decreto Supremo N° 4245, implica una suerte de abandono de responsabilidades en el peor momento de la crisis sanitaria. Ahora serán en esencia las gobernaciones y municipalidades, con escasos recursos, las que tomarán a su cargo la lucha contra el COVID-19 en la temible fase de contagio comunitario. La cuarentena nacional, en tanto, bajo modalidad “dinámica y condicionada”, continúa hasta fines de junio.

Hemos señalado en este espacio que la cuarentena total decretada en marzo fue una medida necesaria a fin de limitar los contagios y “ganar tiempo” para enfrentar la pandemia en mejores condiciones sanitarias. En general, la medida fue cumplida de manera responsable por la ciudadanía, salvo deplorables excepciones. Empero, al final del camino, 10 semanas después, los casos no hacen sino aumentar, y queda la sensación de que, en realidad, fue un tiempo desperdiciado. La salida a las calles será crítica.

En la hora de la “mitigación, con escasa información oficial como casi todo lo relacionado con la pandemia en el país, se mantienen algunas restricciones importantes como el cierre de fronteras, la suspensión de los vuelos internacionales y de las clases presenciales, prohibiciones con horario para circulación de vehículos y personas, y suspensión de eventos públicos y todo tipo de actividades y reuniones. La curiosa excepción son las ceremonias religiosas, fuente crítica de contagios en algunos países.

Si bien es cierto que la cuarentena rígida era insostenible y en los hechos ya fue rebasada, lo preocupante es que la desescalada de medidas se produce en plena escalada de contagios, con alertas rojas sobre el muy posible colapso del sistema de salud pública. Las consecuencias de ello, como se vio en otras experiencias, pueden ser desastrosas. Como sea, desde este lunes se retoman las actividades económicas y las jornadas laborales del sector público y privado. La contingencia tendrá acción local. ¿Qué nos queda como ciudadanas y ciudadanos? Cuidarnos y cumplir medidas de bioseguridad.

El último decreto gubernamental dedica todo un artículo, completo y de cumplimiento obligatorio, al respecto: distanciamiento físico, uso de barbijo, desinfección con alcohol y lavado permanente de manos. ¡Qué tal! ¿Y si tenemos la desgracia de contagiarnos? Parece una pesadilla: según el nivel de riesgo, las entidades territoriales autónomas (ETA) actuarán “según su capacidad de respuesta”. La desescalada es incierta, con mucha lavada de manos.