Desde el inicio del confinamiento, y ante el cierre de las salas de espectáculo, se han multiplicado las actividades culturales en línea. La Embajada de Francia en Bolivia ha apoyado varias iniciativas, propiciando incluso algunas de ellas. Por ejemplo, a finales de mayo se programaron lecturas dramatizadas de la joven dramaturgia francesa traducidas al castellano, gracias al gran trabajo del Teatro Grito de La Paz, bajo la dirección de Bernardo Arancibia Flores y Patricia García.

El público pudo apreciar la lectura de obras de Pauline Peyrade (“0615”), Lucie Depauw (“SAS”), Guillaume Poix (“Agua Fuerte”) y Baptiste Amann (“Los fundacionistas”). Las grabaciones están disponibles de manera gratuita en las páginas de Facebook “Casa Grito Sala/teatro” y “Agenda cultural Francia en Bolivia”. Esta difusión se ha extendido en toda la región gracias al programa especial francés para las artes escénicas en Sudamérica hispanoparlante de los ministerios franceses de Cultura y Relaciones Exteriores, y con el apoyo de las embajadas de Francia de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, promoviendo de este modo a talentosos actores de la región.

Como varias instituciones culturales amigas, las alianzas francesas de Bolivia se han asociado a la Larga Noche de Museos, y organizarán el 21 de junio una fiesta de la música latinoamericana, con agrupaciones musicales bolivianas. Finalmente, también apoyaremos iniciativas en línea como el conocido Django Fest, dedicado al jazz gitano organizado por Gustavo Orihuela, el Campamento musical de Mauricio Arancibia, el BoliviaLab de cine que dirige Viviana Saavedra, el festival Danzénica de Silvia Fernández, y el Festijazz de La Paz dirigido por Walter Gómez.

Son varias las razones que nos movilizan. Estas propuestas demuestran que la cultura es imprescindible, e incluso aún más en tiempos de crisis, cuando necesitamos nuevos espacios de esparcimiento, aprendizaje y reflexión. Representan asimismo nuestro apoyo solidario con un mundo cultural cuya situación laboral se detuvo repentinamente sin esperanza de ingresos a corto plazo, y lo hacemos, por supuesto, para seguir con nuestra misión de intercambio amistoso con el pueblo de Bolivia.

Pero curiosamente, esta profusión de oferta cultural disponible en casa nos hace añorar el placer de las veladas en las salas de espectáculo, concierto, cine, teatro y escenarios tradicionales o alternativos. Extraño en La Paz los conciertos en vivo de los teatros Nuna, Grito o el Municipal; las producciones alternativas de Persona Casa Galería; los performances en Inmaterial; la danza contemporánea en Utópica, los vernissages en Altamira; la Galería de la Alianza francesa, el Museo Nacional de Arte o Lumina; las premieres en la Cinemateca; las conferencias del Centro cultural español, el Goethe Institut, la Casa Dante o la Fundación Patiño; las presentaciones de libros en la UMSA, la UCB, la UPB o Plural (no creo haber olvidado ninguna faceta del quehacer cultural, pero en caso de que así fuera, les ruego disculpar la omisión que por supuesto es totalmente involuntaria…), el café o la cerveza con los amigos al salir del espectáculo, y las largas conversaciones que van a la par.

No hay vida intelectual o cultural sin el placer del intercambio social. Y no nos dejemos engañar. La actual oferta cultural virtual capta ciertamente un nuevo público, aislado o quizá más joven, y es una alternativa que no deberá excluirse en el futuro. Pero no sustituirá las artes escénicas que desde hace tantos siglos nutren nuestro panorama cultural. Las salas deberán reabrir, y será esta la ocasión para los amantes del cine, la música, el teatro o la danza de responder “¡presente!”. No se trata solo de la sobrevivencia del mundo de la cultura y la farándula, sino de nuestro propio mundo y nuestra salud mental. El reto será enorme para los organizadores porque tendrán que lidiar con nuevas medidas profilácticas y sanitarias. Confiamos que sabrán hacerlo y que los artistas y el público pronto nos encontraremos de nuevo en ambientes seguros para disfrutar de la inagotable riqueza cultural de Bolivia y el mundo.

Patrick Riba, consejero de Cooperación y Acción cultural de la Embajada de Francia en Bolivia.