Certidumbre democrática
La realización de las elecciones debe permitir allanar la agenda pública para concentrarse en los temas sanitarios
Símbolos. Las últimas imágenes que habíamos recibido hace pocos meses desde la Plaza Avaroa que alberga la simbólica casa donde se ubica el Tribunal Supremo Electoral fueron aquellas que hoy nos evocan los terribles y riesgosos días que vivimos el pasado fin del año 2019 y que pusieron en vilo a nuestra democracia. Por ello, sin duda alguna, la fotografía de la semana es la que fue tomada en esas instalaciones, el pasado martes, donde se ve a gran parte de la Sala Plena, tres candidatos presidenciales y un par de representantes de organizaciones políticas. El hecho: existe un consenso entre esos actores para la realización de las elecciones generales pendientes el domingo 6 de septiembre.
A reserva del existente debate sobre la exclusiva atribución del Órgano Electoral para fijar el día de la votación sin necesidad de recurrir a la Asamblea Legislativa Plurinacional, qué mejor señal democrática que arribar a la misma a través de un proceso de acercamiento no solo entre esos dos poderes sino integrando, por supuesto, a aquellos actores políticos que buscarán el voto entonces. La ruta jurídica: la futura promulgación de una ley y la posterior emisión de una resolución de Sala Plena, estableciendo esa fecha que ya es conocida por el país.
En nuestra actual coyuntura, en la que continuamente transitamos de una incertidumbre a otra respecto a casi todo lo que respecta a nuestras vidas, es importante relevar no solo el hecho sino también la forma en la que se ha construido esta certeza de tipo político electoral de cara al país. No solo porque una buena parte del país está convencida de la necesidad de que contemos lo más pronto posible con un gobierno legítimo sino también porque es necesario que la realización de las elecciones se constituya en una certeza que permita allanar la agenda pública y podamos dedicarnos a temas sanitarios, que son lo realmente urgente en este momento.
No obstante, también es necesario dejar constancia de que este se constituirá, hacia adelante, solo en un pequeño momento democrático más en el que el Poder Electoral, el sistema político y la ciudadanía se encuentren para ir resolviendo aún una importante cantidad de situaciones propias del que se ha denominado el proceso electoral más difícil de nuestra historia democrática. Entre ellos, la mencionada preclusión de las etapas ya realizadas del proceso, que impedirían la apertura del padrón electoral para posibilitar el ejercicio del derecho al voto de las y los jóvenes que han cumplido años en los últimos meses en los que se ha postergado este proceso. O la cantidad de innovaciones y ajustes que atravesarán las acciones y actividades de todo el ciclo electoral debido a la implementación tecnológica o logística de medidas de bioseguridad. O la misma campaña electoral que deberá ser reinventada y ser llevada adelante en medio de una pandemia. Estas son solo algunas de las delicadas situaciones pendientes que configuran la ruta que aún tenemos que transitar pero que, al menos, reinicia con una certeza construida dialógicamente.
En tiempos de incertidumbre sanitaria y democrática, a veces es realmente suficiente un símbolo para evocar, en la agenda informativa y política, instancias propias de una democracia como el diálogo, el acuerdo y la concertación. Para posicionar el ejercicio de autoridad e iniciativa del Órgano Electoral (aunque debiera preocupar que esta no provenga del sistema político). Y, finalmente, también para que algunos candidatos envíen alguna señal al electorado de que se entiende que el grave problema político institucional en el que estamos inmersos es algo que nos atañe a todos/as y que no admite mezquindades.
Verónica Rocha, comunicadora social