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Asfixia

¿Quiénes deciden sobre la salud de los bolivianos? ¿Quiénes determinan las políticas de educación en el país? Estremece responder estas preguntas en tiempos de pandemia porque al parecer estamos en manos de quienes no tienen idea de lo que hacen o vayan a hacer. Caminan a tientas, van de tropezón en tropezón, resuelven a cara o cruz según se le antoje al azar.

Nos impusieron una inaguantable cuarentena que se suponía daría tiempo para implementar los servicios de salud y trazar las políticas a seguir haciéndole frente al coronavirus, pero a tres meses de encierro, rígido o flexible, estamos en la cuerda floja a punto de perder el equilibrio y sin red que aguante la caída. Mientras tanto las energías se gastan en jugar al tira y afloja para ver quién se queda con el SEDES de La Paz, ¿Con qué objeto? Cualquiera que sea no tiene nada que ver con el bienestar de la gente. En plena pandemia se cambian ministros de salud, se descubre un inconcebible hecho de corrupción con respiradores que no sirven para salvar vidas.

¿Qué podemos decir de la educación? Muchas promesas incluidas fechas para reactivarla con el uso de las nuevas tecnologías, anuncios de rescate de antiguas modalidades en educación a distancia. Nada de esto se implementó y van tres meses sin clases y sin atisbos de solución. ¿Las autoridades de educación tienen alguna certeza sobre cómo afrontar la ausencia de escuela? Día que pasa queda más claro que este año está perdido para los estudiantes.

Para seguir está la tormenta económica que ya deja sentir los rayos y truenos con que llegará. Los bonos ya se cobraron y  ya se gastaron. Junto a sectores como la construcción, la manufactura y la industrialización que intentan levantarse después de los golpes recibidos, aparecen los anuncios de venta o alquiler de cientos de locales, casas, departamentos sin ocultar los signos de abandono que dejó la pandemia y el encierro.

Y para rematar está el asunto político que no da tregua al ciudadano por lo mezquino del poder. Es el tema omnipresente que pone en cuarentena de olvido permanente a la gente de a pie, que vuelve sordos y ciegos a los políticos que detentan la autoridad,  quienes dejan de escuchar y  ver a los que claman por medicinas, oxígeno, o una cama de hospital. A quienes pierden su empleo y la  posibilidad de llevar comida a su casa. Es bueno que los políticos sepan que los clamores, los reclamos, la angustia de la gente será tan fuerte que no habrá sordera ni ceguera que los deje libres.

Lucía Sauma es periodista