Algo impensable ocurrió en Minneapolis durante las dos semanas pasadas: el departamento de policía perdió su legitimidad. El público, irritado por la muerte de George Floyd, les retiró su apoyo. Las escuelas públicas de Minneapolis y la Universidad de Minnesota dieron por terminados sus contratos de seguridad con el departamento de policía. Una mayoría a prueba de veto de los miembros del concejo de la ciudad prometió “desmantelarla”.

Ahora, la ciudad está enfrascada en una disputa política sobre cómo crear un sistema de seguridad pública que no dependa de una fuerza policiaca dominante. Ante la ausencia de alternativas claras, las fuerzas que se oponen al cambio comienzan a unirse. Sin embargo, las respuestas están ahí. Incluso en medio del caos de las dos últimas semanas, las personas comunes tomaron el control de su propia seguridad y aprendieron que el sistema más seguro es uno que no solo esté basado en una comunidad organizada, sino que también le rinda cuentas a esta.

Estudio movimientos populares y me he asociado durante varios años con organizadores en Minneapolis con fines de investigación. Durante las primeras noches después de la muerte de George Floyd el 25 de mayo, me comentaron sobre una red no muy numerosa de líderes negros jóvenes y organizaciones como Black Visions Collective que impulsaron las continuas y crecientes movilizaciones callejeras contra la policía. Por desgracia, los oportunistas aprovecharon la confusión para sembrar destrucción.

Pero una red de defensores comunitarios rápidamente emergió para proteger a los residentes. ¿Sus objetivos? Salvaguardar la capacidad de las personas de protestar de manera segura y acabar con el caos. Esos defensores comunitarios pretenden posibilitar la democracia, no aplastarla, para que los organizadores puedan avanzar en la lucha por las reformas.

Para la tercera noche, Valerie Fleurantin, una mujer haitiana que es lideresa comunitaria e instructora de acondicionamiento físico, me dijo que vio “incendios intencionales dirigidos a negocios cuyos propietarios pertenecen a una minoría”. Edificios en vecindarios en Northside, área a la que los residentes locales le llaman Ciudad Negra, comenzaron a arder aunque no había protestas activas en esa zona.

Jeremiah Ellison, el miembro del concejo de la ciudad que representa a esa área, escribió en Twitter que cuando una barbería negra llamada Fade Factory se quemó, le costó “mucho trabajo creer que alguien que viva aquí le haya prendido fuego” porque “era una institución valiosa”.

Nadie llegó a ayudar. “Seguí llamando, pero nadie respondió en el 911”, dijo Fleurantin. Los oportunistas hicieron que el sistema de seguridad pública existente de la ciudad trabajara al límite hasta que lo llevaron al punto de quiebre.

Los líderes comunitarios de toda la ciudad organizaron una respuesta coordinada, una que la policía, los militares y los funcionarios electos desconectados nunca habrían podido implementar. Para combatir la confusión generalizada creada por fuentes descentralizadas de destrucción en toda la ciudad fue necesaria una respuesta cuidadosamente enlazada y basada en relaciones comunitarias de confianza.

Los líderes hicieron llamados en las redes sociales y a través de sus propias conexiones, y más de mil residentes asistieron a una reunión pública en el Parque Powderhorn. Crearon un plan de defensa comunitaria que fue y causó la caída del sitio web de la organización que lo hospedaba.

Mediante el uso de las redes sociales y las cadenas de texto entre varios hogares, los vecinos cuidaron de sus vecinos. Recorrieron sus callejones y encontraron aceleradores de fuego que habían plantado personas ajenas a sus comunidades. Además, se reportaron entre ellos la presencia de leña rociada con gasolina. Se sentaron a la entrada de sus casas, les pidieron a los extraños que explicaran su presencia y estuvieron pendientes unos a otros. Un grupo de mujeres somalíes persiguió a un conjunto de hombres blancos sospechosos para que salieran de Karmel Mall. Los pastores locales organizaron a las personas para proteger las tiendas de víveres de la zona. Algunos grupos que se organizaron para proteger negocios del área tuvieron que conseguir armas por su cuenta, pero estaban concentrados en la defensa. Ashley Fairbanks, una activista e indígena anishinaabe, ayudó a la gente a organizarse para que creara sus propias patrullas contra el fuego.

Los líderes de la ciudad reconocieron la importancia de la respuesta comunitaria. La presidenta del concejo de la ciudad, Lisa Bender, escribió en Twitter: “Vemos cómo los miembros de la comunidad están trabajando para mantenerse a salvo los unos a los otros”. Ellison escribió: “Cada noche me impresiona lo exitosas que han sido estas patrullas civiles”.

Abdulahi Farah, una organizadora somalí, me dijo: “Hombres blancos pernoctaron en una mezquita con líderes musulmanes que la protegían”. Cuando algunas patrullas vecinales comenzaron a caer en hacer perfiles raciales de minorías, los miembros de la comunidad difundieron ampliamente un conjunto de indicaciones sobre cómo hacer que todos se responsabilizaran de mantenerse congruentes con sus valores, en lugar de recrear un Estado policial.

Esta labor fue posible debido a que los organizadores pudieron basarse en el trabajo previo de años de organización que conectó a esas personas y construyó las habilidades necesarias para movilizar una respuesta rápida. Como Fairbanks dijo: “Ninguna persona u organización sola hizo que esto ocurriera. Tomó años de que personas, especialmente mujeres negras, sentaran las bases para construir confianza y rendición de cuentas. Toma años de conversaciones acerca de qué significa ser una comunidad. Esto es lo que nos dio la oportunidad de alinearnos cuando tuvimos la necesidad de hacerlo”.

Esas conexiones son como anticuerpos que pueden ser activados para desarrollar rápidamente una respuesta inmune de grupo, al unir a la comunidad incluso en medio de una tremenda confusión pública. Un ambiente informativo que cambia con rapidez implica que las personas están constantemente intentando. Las fuentes confiables de información se vuelven aún más importantes.

Fleurantin, quien antes trabajaba para Target y una corporación que fabrica dispositivos médicos, dijo: “Mis excompañeros de trabajo blancos en el Estados Unidos corporativo compartían mis cosas porque me conocían y confiaban en lo que veía e informaba”. Las organizaciones y líderes los basados en relaciones con personas podrían enseñarles a identificar a los oportunistas y a los intrusos, así como a combatir.

Nos tomará años entender exactamente qué ha pasado y qué pasará en Minneapolis. El camino hacia construir un nuevo sistema de seguridad pública no será fácil ni lineal. Sin embargo, la experiencia de defensa comunitaria de las dos semanas pasadas nos ofrece un vistazo de los tipos de alternativas posibles.

La solución no es enfrentar la destrucción generando más destrucción o apagar las llamas del dolor de la gente con palabras vacías. En realidad, lo que podemos aprender de Minneapolis es que cuando las personas cultivan la solidaridad desde abajo, pueden elevar la rendición de cuentas tanto de los individuos como de las instituciones públicas a un nivel más alto que refleje todos sus intereses en común. Las instituciones democráticas son tan fuertes como el público les permite; cuando las instituciones fracasan, depende de la gente convertirse en los guardianes de la democracia.

Alondra Cano, una integrante del concejo de la ciudad que lidera el comité de seguridad pública, lo expresó de una mejor manera cuando le dijo a un periodista: “Protestar es bueno y necesario”, pero “es necesario ese tercer espacio donde estemos comprometidos el uno con el otro”.

Hahrie Han es la directora del Instituto Ágora SNF en la Universidad Johns Hopkins, en el que trabaja como catedrática de Ciencias Políticas. © 2020 The New York Times Company