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Wednesday 9 Oct 2024 | Actualizado a 08:03 AM

Una nueva normalidad

Estas medidas están contribuyendo a reducir la presión sobre los sistemas naturales y nos dan un vistazo de cómo podría ser un medio con menos emisiones de carbono y aire más limpio.

/ 24 de junio de 2020 / 06:27

La pandemia del COVID-19 nos ha forzado a adaptar rápidamente nuestras rutinas. En el camino, cambios que se pensaba que requerían de mucho tiempo e inversión para implementarse se están dando en pocas semanas. Como resultado de la cuarentena se está haciendo un mayor uso de la tecnología para poder trabajar y estudiar a distancia. En algunos temas, se ve un aumento de la accesibilidad al conocimiento mediante el incremento de seminarios y conferencias en línea gratuitos, en los que ahora pueden participar más personas, que además pueden conectarse desde distintas ciudades y provincias sin gastos de traslado. Con la reducción de los desplazamientos en motorizados, se está reduciendo la contaminación.

También, se ha tenido que privilegiar la producción local para garantizar la provisión de alimentos, reduciendo las distancias desde donde vienen para evitar la expansión del virus. En algún grado, el consumo local activa la economía local, disminuye los costos de transporte, apoya emprendimientos locales y la agricultura familiar, y reduce el consumo de combustible y la contaminación asociada; todos aspectos que necesitamos para enfrentar la crisis actual.

En vista de la restricción del uso de transporte tanto público como privado, se ha visto un incremento del uso de la bicicleta. Este medio de transporte permite que la población salga a abastecerse y además se genera trabajo para quienes proveen servicio de mantenimiento. Los gobiernos municipales de varias ciudades del país están incentivando su uso, ya que permite desplazarse manteniendo el distanciamiento social y reduciendo la exposición al virus.

En Sucre se ha iniciado el trazado de una red de 36 kilómetros. En La Paz se están estableciendo cinco circuitos alrededor de la ciudad. En Cochabamba, donde ya tenían un recorrido de 25 km, se estudia cómo mejorarlo para atender las necesidades de los ciclistas. En Santa Cruz se está trabajando para establecer 69 km de ciclovías temporales. Además de los beneficios para la salud física y mental, la bicicleta es un medio de transporte económico y amigable con el medio ambiente.

Indirectamente, estas medidas están contribuyendo a reducir la presión sobre los sistemas naturales y nos dan un vistazo de cómo podría ser un medio con menos emisiones de carbono y aire más limpio. Estos y otros cambios que hemos tenido que realizar pueden ser temporales, o podemos incorporarlos a una nueva normalidad. Podemos elegir aprender de cómo estamos enfrentando esta crisis y juntos reconstruir una sociedad más saludable, más sostenible, más humana.

Ruth Delgado, gerente de Proyecto
Fundación Amigos de la Naturaleza

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Mujeres que cuidan el bosque

/ 9 de octubre de 2024 / 06:00

En las comunidades de la Amazonía y la Chiquitania bolivianas, las mujeres son el corazón de las cadenas de valor de productos del bosque. Su rol en la recolección, procesamiento y comercialización de recursos como la almendra chiquitana y la castaña es clave, pero sus esfuerzos no siempre han sido valorados. Su trabajo no solo sostiene a sus familias y comunidades, sino que es esencial para la conservación del bosque. Sin ellas, el equilibrio entre desarrollo local y sostenibilidad estaría en riesgo.

Mayerlin Hurtado, líder de la comunidad Altagracia en Riberalta, ha dedicado su vida a trabajar la tierra y recolectar castaña. Desde pequeña, su vínculo con el bosque ha sido fuerte, pero fue al integrarse a la Asociación MUIJE que entendió el valor de su labor. Hoy, Mayerlin es Secretaria de Medio Ambiente de su asociación y, a través de capacitaciones y buenas prácticas, contribuye a la conservación de los recursos naturales que sustentan a su gente.

De manera similar, Yuliana Chamo, desde la comunidad de San Ceferino, ha liderado la recolección y procesamiento de almendra chiquitana. A sus 20 años, se convirtió en la principal recolectora de su comunidad, enfrentando los retos del trabajo en el campo y el liderazgo en la asociación de productores. Su esfuerzo ha beneficiado a su familia y ha ayudado a conservar los bosques.

Estos ejemplos no son casos aislados. Las mujeres que trabajan con productos del bosque han jugado y juegan un papel esencial en la conservación de la biodiversidad, sobre todo en un contexto donde la deforestación y los incendios amenazan la sostenibilidad de los ecosistemas.

El trabajo en conjunto de organizaciones indígenas, gobiernos subnacional y nacional, organizaciones de la sociedad civil y sector privado, están impulsando iniciativas que buscan integrar la igualdad de género en la gestión de los recursos forestales. Estas medidas promueven la participación plena de las mujeres en la toma de decisiones y el acceso a mercados justos, fomentando una economía local más inclusiva.

El trabajo de las mujeres no es solo una actividad económica, también es una forma de agregar valor al transformar los recursos que recolectan. Como lo dijo Yuliana: “hay que cuidar el monte para que sigan siendo bosques vivos”. Su labor es una defensa activa contra la degradación ambiental y una apuesta por un futuro más justo y sostenible para sus comunidades.

Este 11 de octubre, en el Día de la Mujer Boliviana, es una oportunidad para reconocer el esfuerzo de estas mujeres que, desde la Amazonía y la Chiquitania, protegen el futuro de todos. Al igual que Adela Zamudio luchó por los derechos de las mujeres en el ámbito educativo y social, hoy necesitamos valorar a quienes cuidan nuestros bosques y sostienen nuestras economías locales.

El desafío no es solo visibilizar su trabajo, sino también crear alianzas que lo fortalezcan. El compromiso de las instituciones, empresas y comunidades debe ir más allá de las palabras. Necesitamos acciones concretas que permitan a las mujeres acceder a oportunidades en todas las etapas de las cadenas de valor de productos del bosque. Solo así, aseguraremos que tanto el bosque como sus comunidades prosperen.

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‘A’ de alianzas y almendra chiquitana

Ruth Delgado

/ 31 de julio de 2024 / 09:41

Con el inicio de la temporada de cosecha de la almendra chiquitana, se abre un nuevo ciclo de esperanzas y retos en la Chiquitanía en Bolivia. Este proceso no solo marca el comienzo de una etapa productiva, sino que también nos invita a reflexionar sobre la importancia de las alianzas entre los actores de la cadena de valor de este valioso producto y de los productos del bosque en general.

La almendra chiquitana, fruto del majestuoso bosque seco chiquitano, es un símbolo de la riqueza natural y cultural de la región. Su cosecha no es simplemente una actividad económica, sino una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con la conservación del bosque que la produce y con las comunidades rurales que dependen de este recurso. La gestión integral del bosque, que implica la administración sostenible de los recursos forestales para mantener su biodiversidad y productividad, es esencial en este contexto.

Consulte: Bosques en pie

El éxito de la cosecha de la almendra chiquitana depende de una red de actores. Las comunidades locales juegan un papel crucial en la recolección y procesamiento de la almendra, demostrando que con capacitación y apoyo pueden asumir roles importantes en la cadena de valor. Ésta se refiere a las etapas por las que pasa un producto desde su producción hasta su comercialización, cada una agregando valor al producto final.

Para garantizar que esta cosecha beneficie de manera justa a las comunidades y conserve el bosque, es esencial fortalecer las alianzas entre actores. La colaboración entre comunidades locales, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos y el sector privado puede crear sinergias que potencien el desarrollo sostenible. Estas alianzas no solo deben enfocarse en la producción y comercialización, sino también en la educación y capacitación continua de los productores, para mejorar sus habilidades y conocimientos sobre prácticas sostenibles.

El bosque seco chiquitano es un ecosistema de alta biodiversidad que debe ser preservado. Su conservación es esencial para mantener la producción de almendra, preservar la biodiversidad y combatir el cambio climático. Para las comunidades rurales, la cosecha de la almendra representa una fuente significativa de ingresos. La implementación de sistemas de pago justo y procesos de comercialización transparentes garantiza que los beneficios económicos lleguen a quienes más lo necesitan. Además, la diversificación de productos derivados de la almendra, como la almendra pelada cruda, la almendra tostada y la pasta de almendra, ofrece oportunidades para agregar valor y aumentar los ingresos de todos los actores de la cadena de valor. Este enfoque no solo beneficia a los productores, sino que también llega al consumidor final con un producto de calidad, cargado de historia y propósito, ideal para quienes desean hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.

El inicio de este nuevo ciclo de cosecha nos recuerda la importancia de continuar trabajando juntos para asegurar un futuro sostenible y justo para todos. Al valorar y conservar nuestros bosques, apoyando a las comunidades locales y fortaleciendo las alianzas estratégicas, podemos lograr que la almendra chiquitana siga siendo un producto de calidad que beneficie a la naturaleza y las personas. Así, renovemos nuestra determinación de trabajar juntos para un futuro donde el bosque seco chiquitano y sus comunidades prosperen en armonía.

COLUMNA VERDE  2

(*) Ruth Delgado es gerente de Proyecto de la FAN

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Bosques en pie

Así, cada producto que emerge de estos bosques en pie es mucho más que una exquisitez culinaria

Ruth Delgado

/ 8 de noviembre de 2023 / 07:50

Nos llenaron de esperanza las caritas de dos niñas que nos visitaron con sus mamás el mes pasado. Ellas eran parte de la delegación de representantes de asociaciones de productores de la Chiquitanía, que vinieron a varios eventos a presentar productos del bosque en combinaciones y presentaciones muy innovadoras y con un enfoque de sostenibilidad.

Uno de estos eventos fue el Cheruje 2023-Parque de sabores, el festival gastronómico más importante de Santa Cruz organizado por la Unión Gastronómica de Santa Cruz (Gastrocruz). Este evento que busca rescatar la tradición gastronómica boliviana a través de la creatividad y la diversidad dio visibilidad a la almendra chiquitana, como un ingrediente líder en generar identidad. El uso de este recurso de la biodiversidad en la gastronomía marca un momento importante en el desarrollo de esta cadena de valor, al llevar al paladar platos como pipián, paté o helado de almendra chiquitana, elaborados por reconocidos chefs y empresas bolivianas. Ellos apuestan por dar mayor valor a este producto forestal no maderable, y dar el justo reconocimiento a las comunidades y asociaciones de productores que la recolectan y transforman a la vez que cuidan el bosque.

Lea también: Menos desechables, mejor ambiente

La producción sostenible de otros recursos como el aceite de copaibo y el aceite de pesoé es también desarrollada por comunidades que, con buenas prácticas de manejo, mantienen la calidad del producto, evitan la degradación del bosque y colaboran con otros actores para que sean usados en propuestas innovadoras de productos culinarios. Esta sinergia entre asociaciones de productores chiquitanos que aprovechan productos del bosque y microempresas bolivianas, lograron una fusión extraordinaria con miel y extractos de plantas; donde además de establecer un precio justo para las comunidades, incentiva el consumo de un producto cien por ciento boliviano, que representa una parte de la biodiversidad local y los esfuerzos que podemos hacer todos para cuidar nuestra naturaleza.

Haber logrado desarrollar estos productos innovadores con valor agregado es fruto de los esfuerzos para desarrollar capacidades, buenas prácticas y alianzas en la cadena de valor de productos del bosque como soluciones basadas en la naturaleza. Este enfoque integral que llamamos “cadenas de valor basadas en la naturaleza”, comprende todas las etapas involucradas en la producción, procesamiento y comercialización de productos del bosque y busca agregar valor en todas ellas. Esto incluye la recolección sostenible de recursos silvestres abundantes, la transformación de materias primas, el desarrollo y la distribución al mercado. Promueve la participación en igualdad de condiciones de diversos actores, la sostenibilidad, la conservación y el acceso a mercados justos para fomentar el desarrollo sostenible y la valorización de la biodiversidad.

El entusiasmo y la dedicación de estas asociaciones de la Chiquitanía, empresas y emprendedores reflejan un compromiso genuino con la preservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible. Así, cada producto que emerge de estos bosques en pie es mucho más que una exquisitez culinaria: es un testimonio de cuidado de nuestros bosques y un paso hacia un futuro más próspero y sostenible para las comunidades de la Chiquitanía y para toda Bolivia.

Unirnos a esta cadena implica tomar conciencia de la importancia de nuestras decisiones como consumidores. Elijamos ser ciudadanos comprometidos con nuestra gente y fomentemos la empatía hacia quienes silenciosamente cuidan de la gran riqueza natural de Bolivia, nuestros bosques en pie.

(*) Ruth Delgado es gerente de Proyectos de Cadenas de valor y Producción sostenible de la FAN

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Menos desechables, mejor ambiente

Ruth Delgado

/ 7 de junio de 2023 / 08:05

La producción anual global de plástico supera los 400 millones de toneladas, la mitad de las cuales se usa solo una vez. Menos del 10% se recicla, y al menos 19 millones de toneladas de desechos plásticos terminan en lagos, ríos y mares cada año. En Bolivia, según un estudio realizado por la consultora en medio ambiente Servicios Ambientales SA y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), se desechan más de 142.000 toneladas de plásticos cada año; considerando la población estimada del país, esto significa que cada uno de nosotros descarta alrededor de 12 kilos de productos plásticos al año. Aunque esto puede variar según nuestro estilo de vida y poder adquisitivo, lo cierto es que cada bolsa, cubierto o envase desechable que consumimos empeora el problema de contaminación por plásticos.

El 5 de junio celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente, instaurado desde 1973 y dirigido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA); para este año, el tema central es “Sin contaminación por plásticos”, ante una emergencia latente de actuar frente a este gran problema ambiental que está viviendo el planeta.

Lea también: TIPA en acción

Desde nuestra mirada, somos los ciudadanos los que podemos cambiar esta situación crítica y marcar la diferencia. El ser ciudadanos ambientalmente responsables contribuye a que este escenario cambie y para ello, vemos que debemos reformular el concepto de cómo estamos conduciendo nuestras acciones. En primer lugar, entender el concepto de economía circular, que elimina el concepto de residuo y fomenta la reutilización, reparación y reciclaje de productos. Apoyar los negocios sostenibles que están creados y construidos de manera consciente y responsable con el objetivo de minimizar su impacto negativo en el medio ambiente, además que este tipo de negocios fomentan la innovación y la adopción de tecnología y prácticas sustentables en sus procesos y productos, generando una cadena de valor desde el productor hasta el consumidor. Es hora de actuar juntos, esto significa ser activos ambientalmente, participar en iniciativas locales que promuevan la reducción del consumo de plástico y la protección del medio ambiente.

En este 50 aniversario del Día Mundial del Medio Ambiente, cambiemos “el usar y desechar”, por una mentalidad de reducir, reutilizar, reparar y reciclar. El problema del plástico desechable es real y urgente. Unámonos a millones de personas alrededor del mundo que están comprometidas en reducir su consumo de plástico y están construyendo un mejor ambiente para todos.

Imaginemos un futuro libre de desechos plásticos, donde los árboles no tienen bolsas enredadas en las ramas y donde las familias y ecosistemas son prósperos y saludables. Para lograrlo necesitamos asumir la responsabilidad de nuestros actos y promover cambios en nuestra sociedad. Un cambio de conducta y una actitud propositiva marcarán la diferencia. Es momento de actuar y crear un futuro en el que menos plástico signifique un mejor ambiente para todos.

(*) Ruth Delgado es gerente de Proyecto de la FAN

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TIPA en acción

/ 17 de agosto de 2022 / 01:36

El otro día me hacían notar que, en el habla coloquial, “tipa” se entiende como alguien muy hábil (ejemplo, ¡qué tipas para jugar al fútbol son esas muchachas!). También hay una connotación positiva, las TIPA a las que me refiero son las Áreas Tropicales Importantes para las Plantas (por la sigla en inglés Tropical Important Plant Areas). Éstas son áreas de riqueza vegetal excepcional en los trópicos. Identificar y conservar dichos lugares es importante, pues las plantas suelen estar poco representadas en los planes de conservación y se estima que a nivel mundial dos de cada cinco especies están en peligro de extinción. Muchas de dichas especies se encuentran en los trópicos, donde se exponen a la destrucción de hábitats naturales, el cambio climático y prácticas insostenibles.

La iniciativa Áreas Importantes para las Plantas, establecida por Plantlife International, y el trabajo del Royal Botanic Gardens Kew con socios en países de los trópicos, ofrece un modelo eficaz para designar TIPA que utiliza criterios simples, científicamente sólidos y verificables. De los ocho países priorizados para identificar TIPA a nivel global, Bolivia es el único de Sudamérica.

Por el tamaño y diversidad de nuestro país, se ha comenzado por evaluar una ecorregión, el Bosque Seco Chiquitano en el departamento de Santa Cruz. Este es uno de los bosques secos más biodiversos del mundo, que proporciona funciones ambientales y medios de subsistencia a la población rural, enfrenta una tasa de deforestación creciente y es vulnerable a sequías y grandes incendios.

Allí, se han explorado, documentado y mapeado una red de 18 sitios TIPA. La calidad y envergadura de la información obtenida tiene el nivel de esquemas reconocidos como los sitios IBA (Áreas Importantes para las Aves) y los sitios Ramsar (Convención Ramsar sobre los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas). Por esto, se están usando en conjunto para apoyar las acciones de planificación de la conservación del patrimonio natural a nivel del departamento.

Las TIPA, además de coincidir con centros de diversidad de plantas útiles, son sitios ricos en conocimientos ancestrales del uso de las plantas. Por esto a nivel local, las comunidades que viven dentro de estos sitios están trabajando de manera consciente para conservar su riqueza natural y cultural.

Como ejemplo, en la TIPA Ipias en el municipio de San José de Chiquitos, las mujeres y hombres de la comunidad se organizaron para formar una organización emprendedora de productos del bosque en torno a la recolección silvestre, transformación y venta sustentable de aceite de pesoé. Este aceite se extrae de las semillas de un árbol silvestre local del mismo nombre, y posee acción antiinflamatoria, antirreumática y cicatrizante. En la comunidad están revalorizando los conocimientos sobre su gran diversidad de plantas locales y ya tienen planes de aprovechar sustentablemente otras especies como la almendra chiquitana y el fruto de la palmera totaí. Reconocen que es importante realizar esta actividad, de manera que se conserven las áreas silvestres, por lo que aplican buenas prácticas de recolección, a la vez que generan ingresos para sus familias.

Así vemos que el disponer de los datos de diversidad y distribución de las TIPA, es una oportunidad con gran potencial para priorizar eficazmente los esfuerzos de conservación en Bolivia y más allá de nuestras fronteras.

Ruth Delgado es gerente de Proyecto de la FAN.

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