Adrián Villanueva Quisbert
Llamó la atención su profunda humildad; tenía una enorme experiencia de haber vivido en varios países
En pasados días el mundo artístico de nuestro país, sobre todo en la región andina boliviana, quedó consternado ante la desaparición del músico y fabricante innovador de instrumentos musicales Adrián Villanueva Quisbert, acaecida en Londres, Inglaterra. Quiero testimoniar algunas facetas, tal vez poco conocidas, y lo que hacía en estos últimos años en nuestro país.
Había oído hablar de él, pero lo conocí en ocasión de un curso sobre diplomacia cultural de los pueblos, organizado en la Cancillería de nuestro país. Los postulantes al diplomado tenían que pasar por una evaluación mediante una hoja de vida artística en ejercicio y una entrevista. Me llamó la atención su profunda humildad, pues tenía una enorme experiencia de haber vivido en varios países del mundo como músico y sobre todo en Europa, convirtiéndose en uno de los embajadores natos de nuestros pueblos y su creación artística. A pesar de ese recorrido en la difusión de nuestro arte en el mundo, no dejaba de expresar que teníamos que seguir aprendiendo y reconociendo el arte de los pueblos ancestrales de nuestro país.
Ya en el curso de formación, siempre mostraba gran voluntad para compartir sus experiencias, rememoraba sus orígenes de aymara urbano y las enseñanzas de sus padres y abuelos en el quehacer artístico. Le gustaba comunicar a los más jóvenes sobre su vivencia y cómo sobrellevó algunas situaciones difíciles en el viejo continente.
Tuvimos la oportunidad de viajar a Santiago, Chile, en ocasión del primer encuentro de Academias diplomáticas de Bolivia y Chile en el año 2009. Él fue parte de una pequeña delegación de estudiantes de diplomacia. En la ocasión llevó algunos de sus charangos, quenas y un pututu de plata fabricados por él y expuso en uno de los salones de la Academia diplomática de Chile. Los charangos de Adrián llevaban el aditamento de tener los retratos de Pablo Neruda, Salvador Allende y Violeta Parra, que llamó la atención de los chilenos de la diplomacia. Pasadas las sesiones académicas nos tocó confraternizar y fue la ocasión para improvisar un grupo musical. Adrián, con su infaltable quena, junto a la charanguista Flor Isabel, la guitarra de Edwin Pantoja y la voz de Esther Marisol posibilitaron oír nuestra música y bailar la cueca boliviana. También visitamos el Palacio de la Moneda, la casa de Pablo Neruda, el museo de Violeta Parra y un centro minero de cobre. En todas estas visitas llevaba su pututu de plata, que llamaba poderosamente la atención, sobre todo en la Moneda.
Después del diplomado, casi siempre estaba de viaje, por ejemplo, a Japón e Inglaterra. Me comentó “que tenía más herramientas para seguir difundiendo nuestro arte y música fuera del país”. Al regreso de sus viajes intercambiamos ideas y recuerdos en un puesto de los libros usados del mercando Lanza. Él buscaba discos de vinil antiguos y yo libros, era el tiempo para conversar sobre varios temas. En otras ocasiones le acompañaba su hija pequeña, que no dejaba de mirar libros y él los compraba. También buscaba obras de música. Recuerdo que me encargó en varias ocasiones un libro antiguo, diciendo “si encuentras en estos puestos u otro lugar La música de los incas y su supervivencia de Raoul Marguerite D’ Harcourt”, que según él, lo había visto en París, pero que no pudo comprarlo.
Otro recuerdo grato fue que desfilamos un 23 de marzo, memoria de nuestra pérdida marítima. Hicimos un lugar especial para la Academia Diplomática Plurinacional, él tenía su pututu de plata e iba adelante, llamando la atención de la gente, pues en un desfile de estas características no suele marcharse con este tipo de instrumentos. Así de sencillo y de convicciones claras fue Adrián. Munat jilata, wiñay markamaruwa sarawayxtaxa. Jikisiñkama jilata. ¡Jallalla Adrián!
Esteban Ticona Alejo
es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.