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El rey en su laberinto

En los ajetreos diplomáticos me crucé varias veces con aquel apuesto monarca, desbordante en simpatía, de contagioso sentido del humor, hacedor de la historia contemporánea del Reino de España y forjador garante de su democracia moderna. Siguió a su padre Don Juan al exilio en Portugal, donde el dictador Franco lo cautivó para ser el artífice de la transición democrática. Popular en las reuniones presidenciales iberoamericanas, era mediador entre sus pares y conciliador de diferendos. Lo visitamos con el entonces presidente Sánchez de Lozada en su Palacio de la Zarzuela y luego con su sucesor Carlos Mesa, lo recibimos en Santa Cruz, el 17 de noviembre de 2003 para que dirija la 23ª Cumbre Iberoamericana. Ser jefe de protocolo ofrece la oportunidad de testimoniar eventos históricos sin necesariamente ser protagonista de éstos. En otra ocasión, alterné con él durante los funerales del mandatario galo François Mitterrand. Todos esos recuerdos de imagen vuelven a mi memoria cuando leo en la prensa europea el calvario que está sufriendo el rey emérito Juan Carlos atrapado por millonarias sumas depositadas en fundaciones bajo su control.

Como “la donna e mobile” no sorprende que su antigua amiga Corinna zu Sayn- Wittgenstein (56) aristócrata alemana, sea la principal divulgadora de sus secretos bancarios, además de ser también la más notoria beneficiaria, pues la largueza royal depositó en su cuenta de Bahamas 65 millones de dólares. En efecto, el viejo Rey, cercano amigo de varios monarcas de los estados petroleros del Golfo, recibió suculentos regalos —entre ellos— 100 millones de dólares del Gobierno saudí, una maleta depositada en Suiza con 1,74 millones de euros de parte del emir de Bahrein, la propiedad “La Mareta” en las Canarias, obsequiada por el rey jordano Hussein, el yate “Fortuna” de manos del saudí Fouad, etc. Éstas y otras gollerías aterrizaban en su Fundación Lucum registrada en Panamá. Todas esas transacciones fueron reveladas por la aristócrata sajona a Manuel Villarejo, excomisario de la Policía española, infidencias que fueron recogidas por instancias judiciales suizas que investigan a fondo el asunto.

Añádase a ello que Felipe VI se desmarcó ostensiblemente de esa Fundación y además anuló a su padre el emolumento anual que éste percibía de la Casa Real, como anteriormente había retirado a su hermana Cristina, el título de Duquesa de Palma de Mallorca, cuyo marido el basquetbolista Iñaqui Urdangarin fuera condenado a cinco años de cárcel por malversación de fondos fiscales.

En su descargo podría afirmarse que las ligazones peligrosas cultivadas por Juan Carlos con los jeques árabes lo convirtieron en el mejor lobista que tuvo España para obtener jugosos contratos en ventas de armamentos y otras bien retribuidas inversiones.

Aquellos infortunios reales han ciertamente restado el respaldo popular a la monarquía, que algunos sondeos le otorgan —ahora— solo el 4,34 sobre 10 de apoyo. Sin embargo, esa ficción gubernativa continúa siendo símbolo de estabilidad institucional y cordón umbilical de la unidad nacional en el Reino, no obstante que, según encuestas, si se convocase a un referendo, los partidarios de la monarquía sumarían 47% frente a una cifra semejante de republicanos. Un empate catastrófico que agrava las actuales circunstancias de la política doméstica hispana.

Carlos Antonio Carrasco,
es doctor en Ciencias Políticas, miembro de la Academia de Ciencias de Francia de Ultramar.