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Falso afán

En Riberalta, ciudad intermedia del departamento el Beni, se instaló un centro para atención de pacientes con COVID-19 con capacidad de 40 camas. Esta semana, se anunció el colapso de ese centro pero también de otros de atención de otras dolencias en esa ciudad.  Los datos proporcionados por la doctora Mauren Cuba, de la Red de Salud de Riberalta, son reveladores: la ciudad supera los 100.000 habitantes. Es previsible que el 5% de la población requiera atención hospitalaria, lo que supondría unas 5.000 personas, durante todo el periodo de la pandemia. Si se internaran cada 15 días 40 pacientes, se necesitarían 65 meses, unos cinco años para mantener un nivel de lleno completo de la escasa infraestructura. Si hay más de 40 pacientes cada 15 días el centro COVID-19 colapsa. Y eso es lo que está sucediendo. Queda en evidencia que no se tomaron las mínimas medidas para garantizar la atención de enfermos, sin tomar en cuanta si esos 40 tienen lo básico: respiradores, unidades de terapia intensiva y un largo etcétera. Un problema adicional es el contagio del personal de salud por no contar con los equipos de bioseguridad. En la última semana se reportaron 56 médicos y 81 de otro personal en salud infectados, lo que provoca escasez de profesionales para atender a víctimas de la pandemia y de otras enfermedades.

La misma fórmula se puede aplicar para cualquier otra ciudad del país. La Paz, con un millón de habitantes, tiene dos centros COVID. Uno con 90 camas “colapsado” que obligó a abrir otro con casi 60 camas. Unas 150 camas para un millón de habitantes, de los que, según estadísticas, un 5% podrá necesitar recibir atención en un hospital.  Esto al margen de médicos y personal de salud infectados en otros centros de otras especialidades. Según el Sindicato de Ramas Médicas, Sirmes, más de 300 profesionales están infectados, lo que obligó al cierre temporal de atención de otras especialidades, por ejemplo, en varios de los hospitales de especialidades del complejo de salud de Miraflores. 

Estos datos demuestran que es muy fácil llegar al colapso porque no se tomaron las mínimas previsiones. Otro botón de muestra es que el requisito de las pruebas o test como método de conocimiento y control de casos positivos es en extremo escaso y lo poco que hay también colapsó. Solo en Santa Cruz, el Cenetrop reportó una demora de 20 días para emitir resultados. Más de 4.000 pruebas rezagadas. Capacidad de procesar 500 por día cuando le llegan 1.500.

Se supone que, en algún momento, éstos y otros datos nos revelarán con crudeza la inconsistencia de las medidas adoptadas para enfrentar la emergencia sanitaria. Mucho ruido y pocas nueces, dicen los sabios. Falso afán dicen los abuelos cuando se refieren a quien hace alarde de que hace pero que, en los hechos, no hace nada que no sea escándalo. Además de falso afán, zancadillas, como la corrupción en la compra de los 170 respiradores que derivó en el precintado de la oficina estatal que autoriza las compras de insumos médicos contra la pandemia y echó por tierra el anuncio de, por ejemplo, el Alcalde de La Paz, de compra de 500.000 pruebas,  reducidas luego a 250.000 y que, finalmente quedaron en cero. Falso afán.