Dolorosa herida
Menudean los argumentos que remiten a estereotipos, estigmas y argumentos racializados.
Al menos desde mayo pasado, la zona de K’ara K’ara, distrito al sur de Cercado, la capital de Cochabamba, es un punto en permanente conflicto con muy pocas probabilidades de solución pronta o pacífica. No se trata solo del ánimo beligerante de las y los vecinos movilizados, sino también de los intereses que buscan beneficio en mantener activo un conflicto lleno de matices ideológicos.
Ya hace dos semanas hubo un pico de tensión en la zona, cuando en un enfrentamiento las y los movilizados retuvieron a un policía y solo lo liberaron horas después con la mediación del Defensor del Pueblo. El desaguisado sirvió no solo para confirmarlos prejuicios de clase y raciales de parte de la población de Cochabamba respecto de los pobladores de la región en conflicto, también fue útil para que periodistas se vieran obligados a desplazarse hasta la zona para dar cuenta de lo que estaba sucediendo.
Poco más de una semana después, el conflicto volvió a ponerse violento y se produjo una refriega en la que, según el Viceministro de Seguridad Ciudadana, los movilizados habrían usado dinamita con la que hirieron a una docena de policías, dato que luego no fue confirmado. Mientras tanto, un grupo irregular identificado como Resistencia Juvenil Cochala (RJC), que desde noviembre pasado ha hecho del amedrentamiento su modo de vida, recorría las calles de la capital cochabambina, lanzando amenazas contra el Alcalde y la Gobernadora, cuya paupérrima gestión en nada ayuda, y contra las y los vecinos de K’ara K’ara.
La tensión fue tal que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) también expresó su preocupación por la aparente aquiescencia del Ministerio de Gobierno con el agresivo grupo de motociclistas uniformados; también expresó preocupación por la población movilizada y reprimida en la zona, que además es sede del relleno sanitario de la ciudad, por lo que el bloqueo a la zona tiene, además, ribetes de emergencia sanitaria.
Se trata de una combinación de factores que posibilita la intervención de múltiples agentes externos, desde quienes ven en la población movilizada simples títeres al servicio de los intereses del expresidente Evo Morales y su partido, como si esas personas no fueran parte de la población más depauperada de la ciudad cochabambina con necesidades y urgencias verdaderas y legítimas, hasta quienes señalan el conflicto como evidencia de las inclinaciones autoritarias del Gobierno transitorio.
En medio de todo eso, de uno y otro lado menudean los argumentos que remiten a estereotipos, estigmas y argumentos racializados, lo cual dificulta la posibilidad de encontrar un punto de acuerdo para reconstruir la paz, pues ésta nunca puede imponerse con violencia. El resultado es una dolorosa herida en el espíritu democrático de la sociedad no solo cochabambina, sino de todo el país, que ve en el conflicto de K’ara K’ara una muestra del modo en que se gestiona la política desde el Gobierno, y agradece que no esté sucediendo a la vuelta de su casa.