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Crónica de una derrota anunciada

Pocos días atrás, el Washington Post publicó una serie nutrida de opiniones y análisis de coyuntura, ante la posibilidad cada vez más evidente de que el 4 de noviembre próximo Donald Trump habrá sepultado su aspiración a la reelección, pero se presume que no aceptará ese revés. El debate suma y sigue, inducido por el titular de la citada crónica ¿Qué pasaría si Trump rechaza aceptar su derrota?

Precisamente, 90 dias antes de los comicios, la pandemia del COVID-19 complica la mecánica electoral al desaconsejar las aglomeraciones humanas, sea en concentraciones políticas o en los recintos electorales. En contrapartida, la ley acepta como perfectamente válidos los votos emitidos por correo. Esa modalidad es la que objeta Trump como la puerta expedita para denunciar —a priori— un grosero fraude en su contra. Ociosos investigadores contabilizaron que cerca de 50 veces, el Presidente había observado el voto postal. Y es, justamente, esa obsesión la que sirve de base a los comentaristas para tejer conjeturas sobre las oscuras intenciones de Trump de urdir un plan B: deslegitimizar —desde ahora— el proceso eleccionario para —luego— impugnar sus resultados. Ello —dicen— daría lugar a una batalla legal parecida a aquella que libraron en 2000 Al Gore y George W. Bush apelando a la Corte Suprema de Justicia, para que dirima la controversia.

Un elemento adicional es que el tenebroso virus que ya causa notorio ausentismo en las elecciones primarias será aún más amplio en las presidenciales. Otro indicador que huele a una huida hacia adelante es la aseveración de Trump sobre supuestos migrantes indocumentados que votan en las elecciones, particularmente, en el estado de California.

Aunque según las últimas encuestas de opinión, el postulante demócrata Joe Biden está encima de 18 puntos porcentuales sobre su adversario, dentro del sistema, en el Colegio Electoral se requieren 270 asientos para vencer la contienda. El voto popular no cuenta. En efecto, en 2016, Hillary Clinton obtuvo varios millones de votos más que Trump. Por lo tanto, la última palabra no está dicha.

Ilustres profesores ante la presunción de un probable empecinamiento de Trump en reconocer la victoria de su contrincante citan la vigésima enmienda constitucional que a la letra dice: “El mandato terminará al mediodía del 20 de enero y, entonces comenzará el periodo de su sucesor”. Si aun así el cuestionado magnate resiste, Biden ironizó que “los militares lo escoltarían hacia afuera de la Casa Blanca”. Mas seriamente, declaró que contrató 600 abogados en caso de chicanerías y la archienemiga de Trump, la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, añadió: “Si no quiere salir, habrá que fumigarlo para que salga”.

Comentando la alta temperatura política imperante, Peter Wehner, en su columna de The Atlantic se refiere a las evasivas respuestas del mandatario durante su reciente entrevista con el periodista Chris Wallace y concluye que se trata de un hombre psicológicamente destruido, vengativo, “prisionero de sus resentimientos” que se cree incomprendido, lo que le provoca un sentimiento de autocompasión. Ese estado de ánimo unido a la hipertensión de su ego, lo induciría a cometer cualquier atropello a fin de rescatar su autoestima.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.