Partida de un luchador
Con la muerte de Manuel Morales Dávila no solo ha partido un luchador social y un abogado íntegro, sino sobre todo perdemos un testigo de época. Y es que él fue uno de los pocos que llevó la lucha social al campo jurídico (tan desprestigiado en estos tiempos), con la convicción de vivir en un Estado de Derecho. Fue un hombre de su tiempo: descrito por todos como éticamente intachable, ejercía la rama del derecho laboral y a través de ésta consagró su vida a organizar a los trabajadores para la toma del poder. Abogó por infinitas causas individuales de trabajadores y trabajadoras que lo buscaban en su despacho, confiados en conseguir justicia. A decir del exministro de Justicia Héctor Arce, Morales Dávila “nunca atendió a un empresario, nunca actuó en contra de un trabajador”.
Tal vez en sus agitados 94 años tuvo el privilegio de pocos: vivir lo suficiente para soñar con un cambio social, impulsarlo y vivirlo para poder reflexionar sobre sus aciertos y errores.
Es indudable que su vida fue intensa. Morales Dávila nació en Potosí en la década de 1920, cuando Hernando Siles Reyes era presidente y el país enfrentaba la gran depresión; eran tiempos de agitación social y corrientes anarcosindicalistas en un panorama complejo y explosivo. Hijo de un tiempo de profundos cambios sociales, cuando tenía seis años el país enfrentó la Guerra del Chaco y, llegando a La Paz en su juventud, fue testigo de la Revolución Nacional de 1952.
Fue contralor de la República durante el gobierno de Lydia Gueiler Tejada, en los turbulentos años de 1979 y 1980, diputado nacional en 2002 y postulante a la Gobernación de La Paz en 2005. Encarcelado en 13 ocasiones, vivió exilio y persecución política por la defensa de los Derechos Humanos y los recursos naturales.
Héctor Arce, uno de sus más cercanos colaboradores, relata en su libro Proceso de Cambio en Bolivia el rol de Manuel Morales Dávila como asesor y defensor de Evo Morales y el proceso de cambio. Allí se registra que en 1992 funda el TRN, sigla de la organización Trabajadores Revolucionarios y Naciones Originarias, dos sujetos políticos e identidades que en un futuro serían los cimientos del MAS IPSP. Por 1996 intentó seducir al joven dirigente de los trabajadores de la hoja de coca para que sea su vicepresidente, pero éste tenía la convicción de que no era su tiempo. Su proyecto no tuvo éxito en la larga noche de adormecimiento neoliberal.
Desde entonces, Morales Dávila no abandonó la defensa y asesoramiento de Evo Morales, quien fue electo diputado nacional por la circunscripción 27 del trópico de Cochabamba. Su energía se centró en sucesivas demandas de inconstitucionalidad que el diputado Morales y su pequeña bancada encaraban en contra de las “leyes malditas” que el Gobierno del entonces presidente Banzer aprobaba.
Un momento central en la vida de este luchador social se produjo entre 1995 y 1996, cuando acusó al presidente Gonzalo Sanchez de Lozada de traición a la Patria, por la enajenación de las empresas estatales. El mandatario no tuvo mejor idea que ordenar su detención. No sospecho que con ese acto logró que toda Bolivia conociera la lucha de Morales Dávila en defensa de las empresas estatales y los recursos naturales de Bolivia.
Seis años después, ya elegido diputado por la bancada del MAS, el luchador social se negaría a asistir a la posesión de Sánchez de Lozada. Como registra el libro de Arce, le pidió a Evo no asistir. “Mi hígado no va a dar, voy a renegar”, le confesó.
Y así fue toda su vida: firme, explícito en sus ideas, con el ímpetu político que da la coherencia de toda una existencia de lucha. Parte el testigo privilegiado de la historia moderna de Bolivia, y con él, una generación de soñadores que creyeron firmemente que el poder es solo un medio para alcanzar la justicia social.
Lourdes Montero es cientista social.