No somos enemigos
Estos días cientos de imágenes han impreso la radiografía del país: bebecitos en incubadoras a punto de quedar sin oxígeno. Cientos de caminos y carreteras bloqueados. Miles de personas que tienen reclamos de todo tipo desde una prueba de COVID, retorno a clases para sus hijos, renuncia de autoridades, alimentos, trabajo, cama en un hospital, entierro digno. Son demasiadas demandas, demasiadas necesidades. Lo peor es que todas estas imágenes son reales y la falta de respuestas, de soluciones, también.
Puestos frente a esta situación nos preguntamos: ¿Qué hacer? ¿Cómo evitar las escenas que se vieron el pasado domingo en Cochabamba? La radicalidad entre un grupo y otro se da por la falta de racionalidad de ambos, por eso termina desencadenando violencia. Quienes se quejan de la ignorancia o la indolencia de los bloqueadores tampoco reconocen sus propias ignorancias o sus indolencias ante la cotidianidad de quienes solo conocen la sobrevivencia y cuya imagen del futuro es tan triste que no existe.
Bolivia es un país muy desigual, la aceptación sin cuestionamiento de esa desigualdad como algo natural es el peor impedimento para una verdadera salida. Mientras la mayoría de la población no alcance mejores situaciones de vida, no tenga acceso a una educación de calidad, mientras el agua o la luz no pasen de enunciados a derechos cumplidos para todos, el país seguirá siendo un espacio imposible de ordenarse.
Para conseguir los mínimos logros de igualdad es necesario que en todos los sectores sociales se entienda la urgencia de un acuerdo de unidad en torno a un solo objetivo: la construcción de un país con un mayor nivel de igualdad del que disfrute la mayoría de la población. ¿Ilusorio? ¿Ingenuo? Mi respuesta es que así se construyeron países devastados, destruidos, por guerras, por desigualdades tan aberrantes como las que ahora nos enfrentan. Fueron capaces de dejarse llevar por la oportuna lucidez y depusieron sus armas, sus odios, sus antiguas afrentas. Desecharon lo que les dividía y dieron importancia a los puntos en los que coincidían.
En situaciones como las que vivimos es muy fácil identificar al contrincante, al enemigo, al adversario, lo difícil es encontrar a quienes pueden actuar con grandeza, los dispuestos a trascender más allá de sus intereses personales e inmediatos y proceder en consecuencia, sin violencia, sin amenazas, sin mentiras. Son muchos los que están dispuestos a trabajar en el cuidado del prójimo. Son mayoría los que quieren que sus hijos estén ocupados en sus tareas escolares, en sus juegos de niños, en sus propios sueños. Son multitud los que están dispuestos a entregar sus energías por una sociedad que enorgullezca a todos. Solo que a veces no los vemos.
Lucía Sauma es periodista.