Fuego y desafíos transfronterizos
A la sucesión de crisis que vienen ocurriendo en Bolivia y que parecerían tener su pico en agosto, se suman otra vez los incendios forestales, como para cerrar un ciclo. Hoy estamos a un año de la declaratoria de desastre departamental en Santa Cruz a causa de los incendios que arrasaron más de 4 millones de hectáreas en este departamento en 2019.
Este año, los incendios se han propagado mayormente en la región del Pantanal, uno de los humedales más grandes y diversos del planeta, compartido por Bolivia, Brasil, y Paraguay. Esta región está sujeta a una dinámica de inundaciones periódicas e incendios recurrentes. El fuego, al igual que el paisaje del Pantanal, trasciende límites y fronteras políticas, ocasionando los llamados incendios transfronterizos.
Según un reporte reciente de la Fundación Amigos de la Naturaleza, entre enero y el 4 de agosto de 2020 se ha detectado una superficie quemada de alrededor de 768.000 hectáreas en todo el Pantanal, de las cuales 147.000 corresponden a Bolivia. Una vasta extensión que está por encima de la media y de lo ocurrido en 2019 en el mismo periodo, pero que se mantiene dentro del rango histórico para la región. Se han reportado tres incendios transfronterizos, de los cuales el de mayor proporción ocurrió en el Parque Nacional Otuquis. En cuestión de 10 días este incendio dejó una cicatriz de quema que abarca todo el triángulo fronterizo del sudeste del país, y parte de Brasil y Paraguay, con una extensión aproximada de 178.000 hectáreas quemadas, más de la mitad en territorio boliviano. Casi la totalidad del área afectada en Bolivia se quemó también en 2019 y más de una vez en años anteriores de acuerdo con este reporte, lo que pone en evidencia la alta recurrencia del fuego en el Pantanal.
Por lo pronto, las lluvias de los últimos días han ayudado a aplacar la sequía y el trabajo de los combatientes, bomberos, guardaparques y grupos de respuesta local que se han movilizado para sofocar el fuego. Tanto en Bolivia como Brasil se han prohibido las quemas durante los meses secos. Sin embargo, debemos reconocer que no podemos seguir poniendo parches y que tenemos un problema multidimensional que requiere de políticas que aborden el manejo del fuego y la gestión del territorio con un enfoque integral y una visión de paisaje, desde una buena comprensión del contexto ecológico y social y de los riesgos en que se desarrollan los incendios.
En las circunstancias actuales se vuelve imperativo disponer de mecanismos de coordinación y comunicación ágiles y efectivos entre los distintos niveles de gobierno y organizaciones involucradas en el manejo de incendios, y así también entre agencias focales de países para facilitar la ayuda mutua y cooperación transfronteriza. El acceso a información oportuna, la capacidad de primera respuesta local y la articulación de esfuerzos serán cruciales para enfrentar esta temporada de incendios por demás desafiante.
Verónica Ibarnegaray Sanabria es directora de Proyectos de la Fundación Amigos de la Naturaleza.