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Apuntes para un balance del último conflicto

Desde el virtual encierro y el confinamiento obligado en el que muchos debemos permanecer, no resulta fácil hacer un balance cabal de los resultados del último conflicto socio-político (¿o político-social?). Está ausente un elemento esencial para cualquier análisis: la relación humana directa, el diálogo y la compulsa de opiniones diversas. Los medios de difusión, especialmente los no impresos, no son una fuente confiable, no remplazan el contacto directo con la gente, mucho menos las “redes sociales” envenenadas por las pasiones políticas, saturadas de falsedad y de mentiras prefabricadas.

Un mero recuento de algunas percepciones intuitivas acompañadas de ciertas interrogantes puede ser por el momento el único aporte que podemos efectuar. Ahí van:

— Nos parece que la magnitud del conflicto sorprendió a todos. Ni unos ni otros pensaron que el bloqueo resultaría tan extenso y tan contundente. Eran mayores de lo imaginado el malestar y el repudio por las tropelías y falencias de la gestión de la presidenta-candidata, incluidos los casos flagrantes de corrupción y el torpe manejo del sistema educativo.

— Fue una movilización de protesta, con el verificativo de las elecciones el 6 de septiembre como único objetivo visible. Objetivo a todas luces menguante, día que pasaba técnicamente se hacía cada vez menos posible realizar elecciones en tal fecha.

— Del lado de los movimientos sociales, la COB y el Pacto de Unidad (originarios, indígenas y campesinos), o sea el bloque popular de cierta forma articulado por el MAS y sus líderes, no existió ningún mecanismo de conducción que tome decisiones sobre el curso del conflicto. ¿Quién o quiénes dirigieron el movimiento? ¿Evo Morales desde Buenos Aires? ¿La brigada parlamentaria? ¿La COB y el Pacto de Unidad? ¿Un solitario Juan Carlos Huarachi? ¿Los dirigentes locales y regionales del campesinado que soportaron el mayor peso de las acciones? Al parecer ninguna de estas instancias dirigió la movilización, todas jugaron sus respectivos roles pero sin lograr un mínimo grado de coherencia. Ahora que se viene una contraofensiva con el garrote judicial, nadie quiere dar la cara, todos procuran lavarse las manos con el lema de ”yo no fui”.

— Si bien se ha conseguido el compromiso formal y legal de evitar nuevas postergaciones de las elecciones, estas tendrán lugar en la fecha propuesta por el Tribunal Supremo Electoral, frente a lo cual sonaba ridículo e insensato, insistir en adelantarlas por apenas una o dos semanas.

— El “bloqueo indefinido” decretado por la COB solo contó con una débil y esporádica participación de los trabajadores asalariados, el grueso de los movilizados provino de las áreas rurales y de El Alto. Esto no pasará sin ocasionar fisuras y otras complicaciones entre sectores considerados afines y aliados.

— A la falta de objetivos y el error de declarar indefinido el movimiento, se suma la falla garrafal de no tomar en cuenta el momento actual, caracterizado por una grave emergencia sanitaria del país en su conjunto y del mundo entero. La incidencia de las movilizaciones sobre el ritmo de crecimiento de los infectados por el COVID-19 se apreciará en los próximos días.

— Los efectos directos de la paralización del país afectaron a amplios sectores populares, pequeños productores, cuentapropistas, comerciantes transportistas y otros que sufrieron los más duros impactos del desabastecimiento y la escalada de los precios. Se equivocan los que creen que esto no pasará la factura en el terreno electoral.

— El dramático tema de la provisión de oxígeno y otros insumos, tiene antecedentes anteriores al conflicto, pero indudablemente se agravó con los bloqueos y la falta de un diálogo entre las partes. Mostró la incapacidad de unos y otros de llegar a acuerdos de carácter humanitario, para operativizar en el terreno lo que se decía de palabra.

El rebrote de tendencias radicales en uno y otro bando, es otra consecuencia de la que nos ocuparemos en una próxima oportunidad.

Carlos Soria Galvarro es periodista.