Educación a distancia de los políticos
El domingo 2 de agosto el Gobierno anunció la clausura del año escolar 2020, lo hizo el ministro de la Presidencia, Yerko Núñez. Al día siguiente, el ministro de Educación, Víctor Hugo Cárdenas, dijo que las clases continuaban en todos sus niveles y que la clausura era solo administrativa. Luego de ambos anuncios la confusión y el caos reinaron a sus anchas. Cuando las aguas habían bajado su caudal, el 19 de agosto, la Sala Constitucional Primera del Tribunal de Justicia de La Paz dejó sin efecto la clausura del año escolar. Más confusión, más caos.
En estos cinco meses de cuarentena quedó claro que fueron muchos los ofrecimientos para solucionar la orfandad de educación, pero en realidad no se encaró el tema con seriedad ni responsabilidad. Primó como siempre el tema político, las acusaciones, la revisión del pasado como el mejor ardid para justificar lo injustificable. Desde el momento que se declaró la cuarentena en marzo, escuchamos una y otra vez la retahíla constante de un supuesto plan salvador, de un salto a la modernización y el uso de plataformas, aulas virtuales, clases por radio y televisión, programas y planes que nunca se hicieron realidad. Por entonces también se aseguró una y otra vez que no se clausuraría el año escolar.
Inexorablemente llegó la medida tantas veces desmentida de la clausura, ésta vino acompañada de la decisión, a modo de alfiler que pincha el globo, de pase de curso para todos, dejando al descubierto los cimientos de nuestra educación memorística, probada con exámenes donde solo importa la nota y pasar por pasar. A casi nadie le interesa si de verdad se aprendió algo. Se califica el sometimiento, no la reflexión o el desarrollo de una idea con argumento.
Por contradictorio que parezca es necesario aferrarse a este momento como de una tabla salvadora en lugar de seguir dando manotazos de ahogado. Este es un tiempo en el que se puede promover una educación que sea fruto del racionamiento, la que conlleve investigar, la que promueva la curiosidad, la que forme estudiantes con criterio, la que amplíe la visión hacia el mundo del siglo XXI, capaz de aceptar la diversidad como una riqueza, desde el nivel inicial hasta la educación superior. No clases repetitivas y memorísticas sino la presentación de situaciones a resolver.
Este es un momento en el que se pueden proponer cambios profundos en el sistema educativo. En este tiempo la educación es un tema a salvar a la par que la salud. Y si existe la decisión de hacerlo, el primer paso será despolitizar ambos temas y encararlos con seriedad invitando a quienes hacen ciencia, a quienes son verdaderos especialistas para que implementen políticas de Estado sin la presencia de aquellos que solo miden la ganancia o pérdida según los intereses de su color político partidario, es decir mantener la educación a distancia de los políticos.
Lucía Sauma es periodista.