Bolivia, ¿país de gastadores?
Tradicionalmente en Bolivia usamos frases hechas para mostrar el sumun de las intenciones de un gobierno, de una corporación o de grupos de poder, cuando se quiere influir en las mayorías sociales cuyo apoyo es importante circunstancialmente o como componente de un mercado en el que se quiere tener réditos. Recuerdo algunas de ellas: “País de ganadores”, “Exportar o morir”, “Orden, paz y trabajo”, algunas revolucionarias: “Hasta la victoria siempre” o “Patria o muerte venceremos”, alguna de tinte mesiánico: “No soy enemigo de los ricos pero soy más amigo de los pobres”… y podría seguir una larga lista de clichés que adornan nuestra historia política y social desde que somos independientes.
En la situación actual del país, con una tremenda pandemia a cuestas, una elección en puertas y un clima social de desánimo y miedo generalizados sobre lo que nos espera en los años venideros, hay una proliferación de frases hechas en los medios de comunicación que pretenden influir en la gente para controlar sus emociones y marcar tendencias de comportamiento, sin las cuales el control del Estado no sería posible. Todos los niveles de gobierno están centrados en la pandemia y pareciera que las actividades tradicionales del Estado están en statu quo hasta que aquella pase. Esto es muy comprensible, pero en el campo pragmático estamos transitando a una crisis económica y social pospandemia de dimensiones insospechables y no dejamos un resquicio para la ejecución de un plan económico y social de urgencia, que permita tener una alternativa de reacción al impacto negativo de la pandemia.
No me refiero a aumentar el nivel de gastos en bonos, programas sociales y de generación de empleo temporal, sino a la generación de riqueza activando el sector productivo; me llamó la atención un hecho del sector minero que se dio en los días precedentes, la paralización temporal de Minera San Cristóbal, la mayor productora de plomo, zinc y plata del país, casi no hubo reacción significativa, solo aislados comentarios oficiales; lo mismo en el caso de San Vicente, Bolívar, San Bartolomé, las minas de la Comibol, la minería chica, las cooperativas, etc.; todo el sector está con problemas o paralizado. ¿Cómo se reemplazará la generación del 49% de las divisas que entran al país si la situación del sector se agrava?
Nos gusta el despilfarro en tiempos de vacas gordas y acudimos al trámite de endeudarnos en tiempos de vacas flacas para seguir gastando y pasar la tormenta; los elefantes blancos de antaño (Mutún, Karachipampa, La Palca, etc.) y algunos proyectos que van en ese camino (Mallku Khota, Amayapampa y hasta el proyecto de litio y otras sales) confirman este comportamiento cuyo origen se remonta a los arcanos del tiempo colonial cuando la plata del Cerro Rico de Potosí sentó las bases del capitalismo europeo y el nivel de vida del Potosí colonial no tenía nada que envidiar a las grandes ciudades europeas; la plata del coloso potosino pagaba todo. Eran otros tiempos.
Hoy, con un sector minero sin horizonte (no solo este sector, todos los sectores productivos están en crisis), seguimos aumentando el nivel de gasto y el endeudamiento externo e interno del país para paliar los efectos de la pandemia, pero no tenemos un plan económico paralelo que nos permita activar el sector productivo, ni se vislumbra un cambio substancial en las propuestas de los candidatos en carrera electoral. ¿Quién pagará las facturas en el largo plazo?, ¿cómo se gestiona la incertidumbre?, pareciera que la coyuntura manda, total algún día volverán las vacas gordas y adicionaremos una nueva frase al largo repertorio de frases hechas: “Bolivia, país de gastadores”.
Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.