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Ni patadas, ni mordiscos

En un solo día escuché dos exabruptos de dos autoridades y sobre dos temas distintos, aunque ambos tengan que ver con violencia y la violencia es un exabrupto en sí misma. El primero tiene la autoría de Rafael Quispe, director de Coordinación con Movimientos Sociales, quien dijo que “si fuera Ministro de Gobierno, meto a patadas la Embajada de México y saco del cuello a Quintana”. Detrás de esas palabras seguramente hay un afán de protagonismo, un ardid para atraer la atención a toda costa, negándose a pensar en lo que significa agredir una embajada, en todos los convenios y acuerdos internacionales que se mandan por la borda, en la reacción del país aludido y el hazmerreír en el que terminan esas insulsas palabras.

El otro caso es el que lanzó Aníbal Rivas, jefe policial de Bermejo, quien cuestionó a una víctima de violación sexual arguyendo que “tiene dientes, ¿por qué no mordió a su agresor, por qué no lo arañó?”, luego dijo que eso le hace pensar que “la actuación de la víctima fuera porque quiso que suceda de esta manera”, también se preguntó si las personas no pueden defenderse. Este señor seguro no pensó en su madre, su esposa, en su hija o su hermana, en el momento de hablar tan irrespetuosamente, poniendo en duda la denuncia y convirtiendo a la víctima en una provocadora de la agresión. No pensó el jefe policial que sus palabras suenan a justificación del delito y la conducta del violador, otorgando grado de culpabilidad a las mujeres, las niñas o las bebitas que son violadas a diario en el monte, o en sus casas sin la mínima posibilidad de defenderse como él con tanto desparpajo aconseja.

Ambas aseveraciones provienen de quienes aceptan la violencia, la defienden, la justifican y posiblemente la utilizan. Ninguna de esas conductas, ninguna de esas declaraciones deben pasarse por alto. Quien es capaz de entrar a un lugar a la fuerza es porque tiene alguna experiencia en hacerlo. Y quien aconseja morder o rasguñar olvida que las relaciones humanas hace miles de años dejaron atrás la edad de piedra, donde el macho arrastra de los cabellos a la hembra. Tan erráticas aseveraciones tienen el trasfondo de la fuerza bruta con la que actúan los defensores del patriarcado que solo piensan en cómo dominar a las mujeres y es la defensa de los dictadores que gobiernan pisando la cabeza de los ciudadanos.

Quienes vertieron esas palabras deberán tener en cuenta que no importa si luego de decirlas apelan a que sus declaraciones fueron tergiversadas como es el caso del jefe policial de Bermejo, porque lo dicho, dicho está. Muchos piensan como ellos y solapadamente festejan el atrevimiento. Sepan que ambas declaraciones están defendiendo lo indefendible, están justificando la violencia, terminan eligiendo la barbarie.

Lucía Sauma es periodista.