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La representación política en crisis

Rumbo al 18 de octubre, la democracia enfrenta una crisis de representación política. Existen varias señales que confirman esa aseveración. Entre ellas se destaca el accionar de las fuerzas políticas que compiten contra el MAS porque reiteran el comportamiento que asumieron en el pasado como parte de un campo opositor fragmentado y con disputas internas. En el transcurso de las tres gestiones de Evo Morales, las fuerzas de oposición no articularon una coalición estable y, en la actualidad, ese formato se repite porque las fuerzas contrarias al MAS disputan una franja del electorado con una batalla discursiva sobre quién “frenó” al MAS. Un eufemismo que disfraza su accionar conjunto en la conspiración que derrocó a Evo Morales y pone en evidencia que se trató de una coalición circunstancial.

Por eso, un par de meses después del golpe de Estado, esa seudo-coalición parió varias candidaturas reiterando aquella tendencia centrífuga que, estos días y según las encuestas, se expresa en tres candidaturas que vencen en tres departamentos —uno por cabeza— mientras que su rival obtiene el primer lugar en los seis restantes.  Es decir, la política opositora al MAS no se tradujo en la forja de partidos fuertes y lo táctico prevaleció sobre su mirada estratégica.

Por lo  pronto, y no se vislumbran sorpresas, Luis Arce es el candidato favorito; sin embargo, el MAS tiene el desafío de mantener o ampliar la votación que obtuvo en octubre de 2019. Es decir, casi la mitad del electorado. Mientras no se resuelva esta incógnita se puede afirmar que otra señal de la crisis de representación política tiene que ver con el MAS. Su grave derrota política en noviembre del año pasado marcó el fin de un ciclo signado por una capacidad hegemónica —entre 2009 y 2019— manifiesta en el control del Órgano Legislativo con mayoría calificada como expresión de un sistema de partido predominante. Al margen del fin de ciclo, en octubre se conocerán los efectos de esa derrota en el MAS, si tuvo carácter episódico o fue indicio de una hendidura histórica.

Ahora bien, esa derrota también mostró los límites del liderazgo de Evo Morales, cuya ausencia ha provocado una serie de incongruencias en el modelo decisional del MAS, entre su líder, la estructura partidista y las organizaciones que conforman su base popular. Estas disonancias se manifestaron en la elección del binomio presidencial, en las divergencias iniciales en la bancada legislativa y, más nítidamente, en los bloqueos de agosto que demostraron la inexistencia de una línea estratégica común. La radicalización de la protesta —transitó de la demanda por comicios el 6 de septiembre a la renuncia de Áñez—, el pedido tardío de Evo Morales para que se acepte el 18 de octubre como fecha de elecciones y las críticas de varios dirigentes sindicales a esa propuesta —finalmente aprobada por la bancada del MAS y aceptada a regañadientes por los movilizados— expresa esa ausencia de estrategia y pone en evidencia las dificultades del proceso decisional en sus filas. 

El MAS es la única fuerza política con amplia presencia en el territorio nacional y con arraigo en la sociedad, sobre todo en los sectores populares, merced a su peculiar armazón organizativa que radica en las entidades sindicales y las comunidades. Si no resuelve las incongruencias en su modelo decisional, el MAS puede ver mermada su convocatoria electoral y, si eso acontece, se habrá debilitado la pieza más sólida del sistema de partidos; sin duda, una mala noticia para la democracia. 

Fernando Mayorga es sociólogo.