Voces

Friday 13 Sep 2024 | Actualizado a 20:12 PM

La respuesta de Trump al coronavirus fue más que incompetente

/ 13 de septiembre de 2020 / 05:31

La mayoría de los casos en los que los automóviles matan a los peatones seguramente reflejan negligencia: los conductores estaban demasiado ocupados hablando por el celular o pensando en sus partidos de golf como para darse cuenta de que un anciano cruzaba la calle delante de ellos. Un puñado son actos de homicidio, como cuando un hombre mató a una mujer al dirigir su auto directamente contra los manifestantes en un mitin neonazi en Charlottesville, Virginia.

Sin embargo, los conductores a veces terminan matando a otras personas porque incurrieron en un comportamiento claramente peligroso, como conducir muy por encima del límite de velocidad y pasarse varios semáforos en rojo. Las muertes resultantes no se consideran un asesinato. Pero pueden considerarse un homicidio involuntario, que es cuando una persona no tenía la intención específica de matar a alguien, pero sus acciones irresponsables acabaron por quitarle la vida de cualquier modo.

Hasta esta semana pensaba que el manejo desastroso de la COVID-19 por parte del presidente Donald Trump era simplemente negligencia, incluso si esa negligencia era intencionada; es decir, que no entendía la gravedad de la amenaza porque no quería oír hablar de ella y se negó a tomar medidas que podrían haber salvado miles de vidas estadounidenses porque implementar políticas efectivas no es lo suyo.

No obstante, estaba equivocado. Según el nuevo libro de Bob Woodward, “Rage”, no es que Trump no supiera; a principios de febrero sabía que la COVID-19 era mortal y que se transmitía por vía aérea. Y no estamos hablando de recuerdos que se contraponen: Woodward tiene una grabación de Trump. Sin embargo, el mandatario siguió celebrando grandes mítines en interiores, menospreciando las medidas de precaución y presionando a los estados para que reabrieran la economía a pesar del riesgo de infección.

Y sigue haciendo esas mismas cosas, incluso ahora.

En otras palabras, una gran fracción de los más de 200.000 estadounidenses que seguramente morirán de COVID-19 para el día de las elecciones habrán sido víctimas de algo mucho peor que mera negligencia.

Hay que decirlo claramente: si un ciudadano particular hubiera hecho lo que ahora sabemos que hizo Trump sin duda estaría en serios problemas jurídicos. Por ejemplo, pensemos en las demandas que probablemente se interpongan contra el director ejecutivo de una empresa que sabía que el lugar de trabajo de su compañía era peligroso pero que mintió sobre ello, se negó a tomar medidas y amenazó a los trabajadores con despedirlos si no se presentaban a laborar.

Ahora bien, Trump no se enfrentará a una rendición de cuentas comparable, en parte por el cargo que ocupa, en parte porque el partido que dirige es pusilánime y no lo hará responsable de nada. Pero dejemos de lado el hecho de que tenía conocimiento por un momento, ¿de acuerdo? La enormidad de la mala conducta de Trump debería ser la historia principal aquí, no la especulación sobre si enfrentará alguna consecuencia.

¿Hay alguna excusa para las acciones de Trump? Un argumento que a veces se escucha es que, una vez que se ajusta a la población, se encuentra que algunos países europeos han perdido casi a tanta gente por la COVID-19 como el Estados Unidos de Trump, aunque nuestra reciente tasa de nuevas muertes es mucho más alta, por lo que pronto nos alejaremos del pelotón.

Sin embargo, cuando las acciones de un ciudadano ordinario ocasionan la muerte de otra persona, tanto las circunstancias como la motivación importan.

De los demás países con altas tasas de mortalidad, Italia fue la primera nación occidental en tener un brote importante y hubo muchas muertes antes incluso de que los expertos comprendieran en su totalidad lo que había que hacer.

Suecia y el Reino Unido sufrieron mucho porque en un principio confiaron en la doctrina de la “inmunidad de grupo” para resolver la pandemia. Esta fue una política terrible, que el Reino Unido acabó por abandonar. De manera oficial, Suecia nunca cambió su política, aunque en la práctica terminó recurriendo al distanciamiento social generalizado.

No obstante, hay una gran diferencia entre los errores, aunque sean mortales, y el engaño deliberado. Solo en Estados Unidos el jefe de Estado sabía que estaba tranquilizando a la gente sobre una enfermedad que él sabía no solo que era mortal sino además de fácil propagación.

Trump justificó su ocultamiento de los peligros de la COVID-19 como un deseo de evitar el “pánico”. Eso es mucho decir de un tipo que comenzó su presidencia con advertencias sobre la “carnicería estadounidense” y que actualmente está tratando de aterrorizar a los suburbios con visiones de hordas desbocadas de antifascistas. Pero, ¿exactamente cuáles eran los peligros del pánico que le preocupaban?

Después de todo, decir la verdad sobre el coronavirus no habría sido como gritar “¡Fuego!” en un teatro lleno de gente. Lo único que el temor hubiera motivado a hacer a la gente habría sido quedarse en casa cuando fuera posible, evitar las aglomeraciones, lavarse las manos, entre otras cosas. Y todas estas acciones eran algo que la gente debería haber estado haciendo. De hecho, una vez que la gente comenzó a “entrar en pánico” en lugares como Nueva York, las tasas de infección bajaron mucho.

Por supuesto, todos tenemos una idea bastante buena de lo que Trump estaba diciendo en realidad: a lo largo de esta crisis, fuentes fidedignas han informado que quería restarle importancia a la crisis por miedo a que las malas noticias pudieran dañar su amado mercado de valores. Es decir, sintió que necesitaba sacrificar miles de vidas estadounidenses para apuntalar el Dow.

Resulta que estaba equivocado: las acciones se han mantenido altas a pesar del creciente número de muertes. Pero el hecho de que se equivocara sobre lo que había que sacrificar no altera el hecho de que su voluntad de hacer ese sacrificio fuera totalmente inmoral.

El resultado final es que está mal decir que Trump manejó mal la COVID-19, que su respuesta fue incompetente. No, no lo fue; fue inmoral, rayando en lo criminal.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times Company, 2018. Traducción de News Clips.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Economía prerrecesiva

Paul Krugman

/ 2 de septiembre de 2024 / 16:00

Como estadounidense de cierta edad, conozco a bastantes personas a quienes sus médicos les han advertido que son prediabéticas, es decir, que su nivel de azúcar en sangre es lo suficientemente elevado como para ponerlas en riesgo de padecer diabetes tipo 2, aunque todavía no presenten ningún síntoma. La buena noticia es que pueden reducir en gran medida ese riesgo si pierden peso, mejoran su dieta y hacen más ejercicio, pero deben tomar medidas rápidamente para evitar problemas de salud graves.

No, esta no es una columna de consejos médicos, pero me puse a pensar en analogías médicas al analizar los datos económicos recientes. Estados Unidos probablemente no haya entrado en recesión todavía, pero la economía definitivamente parece prerrecesiva y los responsables de las políticas (lo que ahora significa básicamente la Reserva Federal) deben actuar rápidamente para evitar los riesgos de un deterioro económico grave.

Ya está claro que la Fed cometió un error al no recortar las tasas la semana pasada; de hecho, probablemente debería haber comenzado a recortarlas hace meses. Lamentablemente, no podemos volver atrás en el tiempo, pero el comité de mercado abierto de la Fed, que fija las tasas de interés a corto plazo, puede y debe hacer un recorte sustancial (probablemente de medio punto porcentual, en lugar de su habitual cuarto de punto) en su próxima reunión, prevista para mediados de septiembre.

Y solo podemos esperar que la reciente caída de las tasas de interés a largo plazo, que refleja las expectativas de futuros recortes de la Reserva Federal, sea suficiente para evitar una crisis económica gratuita.

¿Por qué digo que la economía parece prerrecesiva? El factor más importante es la tasa de desempleo, que ha ido aumentando gradualmente en los últimos meses. El informe de empleo del viernes activó la regla de Sahm, que dice que un aumento suficientemente grande en la tasa de desempleo es una fuerte indicación de que ha comenzado una recesión. Muchos economistas, incluida Claudia Sahm , que ideó la regla, creen que por una variedad de razones técnicas las cosas pueden no ser tan terribles como parecen. Pero aun así, la situación es preocupante.

¿Estoy cien por ciento seguro de que tendremos una recesión a menos que la Reserva Federal actúe rápidamente para reducir las tasas? Por supuesto que no: nada es seguro en economía, ni en la vida en general. Pero los responsables de las políticas que esperan a tener una certeza absoluta antes de actuar siempre actuarán demasiado tarde.

Una cosa más: si la Reserva Federal recorta las tasas en septiembre, probablemente se enfrentará a una tormenta de críticas de los republicanos que la acusarán de intentar ayudar a Kamala Harris a derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales. Y sí, un recorte de las tasas probablemente ayudaría a los demócratas, en gran medida porque ayudaría a demostrar lo exitoso que ha sido Estados Unidos a la hora de controlar la inflación.

Pero la política no debería, y espero que no lo haga, afectar la decisión de la Fed, porque el hecho es que los argumentos económicos a favor de recortes importantes de las tasas son abrumadores; la Fed estaría actuando políticamente si no respondiera a esos argumentos económicos simplemente porque se acercan las elecciones.

Paul Krugman
es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Trump y la ‘ola de crímenes de Kamala’

Paul Krugman

/ 26 de agosto de 2024 / 16:18

En 1979 me asaltaron en Cambridge, Massachusetts. No me hicieron daño; entregué mi billetera con total naturalidad y eso fue todo. Pero mentiría si dijera que no me sentí nervioso y, a partir de entonces, fui un poco más cuidadoso con los lugares por los que caminaba, especialmente después del anochecer.

Cuento esta historia ahora solo para decir que soy lo suficientemente mayor como para recordar por experiencia propia cómo eran las cosas cuando muchas de las ciudades de Estados Unidos eran realmente peligrosas, y no necesito estadísticas oficiales sobre delincuencia para saber que ahora son mucho más seguras.

Lo que nos lleva, por supuesto, a Donald Trump. La Convención Nacional Republicana dedicó un día entero al tema “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser seguro”. Como parte de su esfuerzo por contraprogramar la nominación formal de Kamala Harris por parte de los demócratas, Trump celebró un acto cerca de Detroit que se suponía iba a estar dedicado al crimen y la seguridad, en el que afirmó que estamos en medio de una “ola de delincuencia de Kamala”, con niveles de delincuencia “nunca antes vistos por nadie”. En las grandes ciudades “casi todas gobernadas por demócratas”, afirmó, “no puedes cruzar la calle para comprar una hogaza de pan. Te disparan. Te asaltan. Te violan”.

Afirmaciones sorprendentemente falsas, incluso para él. También el martes, The Detroit News informó que la campaña de Trump había acordado participar en una entrevista, pero “después de que el periódico comenzó a preguntar sobre los datos delictivos de Michigan antes del evento, un asistente de campaña dijo que el candidato presidencial ya no tenía tiempo para una entrevista”.

No es difícil entender por qué. La tasa de homicidios de Detroit es mucho más alta que la de Nueva York, que a pesar de su reputación es notablemente segura. Pero la tasa de homicidios en Detroit fue menor en 2021 y 2022 que en 2020, y cayó drásticamente en 2023. Claramente, Trump habría encontrado incómoda una discusión basada en datos.

Bien, se preguntarán, ¿qué más hay de nuevo? Trump dice muchas cosas que no son ciertas, así que ¿qué hay de diferente en sus afirmaciones sobre la delincuencia? Bueno, yo diría que su campaña alarmista sobre el crimen difiere de su campaña sobre la inflación y la inmigración en al menos dos aspectos.

En primer lugar, las opiniones de Trump sobre el crimen no son meras distorsiones o exageraciones; están completamente alejadas de la realidad. Realmente hubo un aumento de la inflación durante los primeros dos años del presidente Biden en el cargo; aunque la inflación ha disminuido, los estadounidenses todavía están molestos por los altos precios. Realmente hubo un aumento en los cruces fronterizos ilegales, aunque estos también han disminuido recientemente .

Pero en cuanto a un aumento en los delitos violentos, ocurrió durante el mandato de Trump y luego desapareció.

En segundo lugar, la obsesión de Trump con el crimen viene de muy larga data. Su discurso inaugural de 2017 no dijo nada sobre la inflación y menos de lo que se hubiera esperado sobre la inmigración. Pero su frase más memorable, “masacre estadounidense”, se refería a una ola de delincuencia que, entonces como ahora, Trump exagera de manera engañosa y casi con regocijo.

¿De dónde viene entonces el alarmismo sobre la delincuencia? No creo que se trate simplemente de una política cínica.

Hay un elemento de racismo, por supuesto (¿recuerdan el discurso de Trump en 2015 sobre que México nos enviaba violadores?), pero también hay una actitud que no tiene un nombre estándar, pero que yo (supongo que para demostrar mi edad) considero como rizzoísmo, en honor a Frank Rizzo, el alcalde de línea dura de Filadelfia entre 1972 y 1980, que en algunos sentidos fue un proto-Trump .

La esencia del rizzoísmo, tal como yo lo veo, es la creencia de que el crimen prospera porque somos demasiado indulgentes con los criminales o con las personas que creemos que pueden serlo, y que la manera de hacer que nuestras ciudades sean más seguras es tratar a los criminales con la mayor dureza posible. Esto lleva a la creencia de que el crimen debe estar aumentando si los políticos no son lo suficientemente punitivos, digan lo que digan las cifras.

He oído a algunos comentaristas decir que la convención republicana se centró en el miedo, mientras que los demócratas han hablado mucho de esperanza. Pero no creo que eso refleje del todo la realidad. Lo que veo es que el miedo —en concreto, el miedo a que una victoria de Trump pueda suponer el fin de la democracia estadounidense tal como la conocemos— es, en gran medida, el secreto de la inusual unidad de los demócratas.

La verdadera diferencia, yo diría, es entre un partido principalmente interesado en ampliar el alcance en el cual el gobierno ayuda a la gente y un partido que, si bien habla de la grandeza estadounidense, parece especialmente motivado por el deseo de infligir más castigo a aquellos que considera amenazas. Y supongo que en noviembre descubriremos qué visión tiene mayor atractivo.

Paul Krugman
es premio Nobel de Economía y columnista de The New
York Times.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Kamalanomics, al descubierto

¿Qué hemos aprendido entonces sobre la economía de Harris? Como era de esperar, es moderadamente de centroizquierda

Paul Krugman

/ 20 de agosto de 2024 / 07:01

El viernes, la vicepresidenta Kamala Harris pronunció su primer gran discurso sobre política económica como candidata presidencial demócrata. Por supuesto, fue muy diferente de los discursos y conferencias sobre temas “económicos” que ha ofrecido Donald Trump.

Por un lado, Harris realmente describió sus propuestas económicas, en lugar de desviarse hacia temas como quién tiene las mayores multitudes y cómo los molinos de viento están matando pájaros. Por otro lado, no parece haber dicho nada que se pueda demostrar que es falso, un marcado contraste con Trump, que mintió o distorsionó los hechos aproximadamente dos veces por minuto durante un evento en Mar-a-Lago.

Revise: Economía prerrecesiva

Pero ¿qué pasa con el contenido? Los sospechosos habituales afirman que Harris se ha revelado como una izquierdista extrema. Incluso algunos comentaristas económicos moderados han estado hiperventilando, diciendo que ella básicamente está pidiendo controles de precios, lo cual es extraño, porque ella no dijo nada parecido.

En general, Harris adoptó una posición moderadamente de centroizquierda, no muy diferente de la agenda original «Build Back Better» del presidente Biden, que pudo implementar solo en parte porque, en un Senado dividido en partes iguales, Joe Manchin tenía un veto efectivo.

Así que repasemos la esencia, basándonos en una hoja informativa publicada por la campaña de Harris, que proporcionó más detalles que el discurso en sí.

La propuesta más importante y, en mi opinión, la mejor fue la de restablecer un crédito fiscal ampliado por hijo, que la administración Biden implementó en 2021 pero que expiró a principios de 2022 porque los demócratas no tenían una mayoría lo suficientemente grande en el Congreso. Este crédito redujo significativamente la pobreza infantil mientras estuvo en vigor; Harris lo complementaría con un crédito aún mayor para las familias con hijos en su primer año.

No me entusiasman tanto las propuestas de Harris en materia de vivienda, que combinan incentivos fiscales para los constructores de viviendas con ayudas para el pago inicial de las primeras viviendas. No son malas políticas en sí mismas, pero el problema más amplio de la asequibilidad de la vivienda en Estados Unidos es la zonificación y la reglamentación que bloquea la construcción de nuevas unidades de vivienda. Desafortunadamente, estas barreras a la construcción existen principalmente a nivel estatal y local y están fuera del alcance de cualquier política federal políticamente plausible.

Por último, sobre los precios: me ha sorprendido la cantidad de comentaristas crédulos, y no solo de la derecha, que han afirmado que Harris está pidiendo controles de precios, presentándola como la segunda venida de Richard Nixon, si no el próximo Nicolás Maduro.

Lo que ha pedido en realidad es una legislación que prohíba la especulación con los precios de los alimentos. Obviamente, se trata de un gesto político populista, una forma de ofrecer algo a los votantes molestos por los altos precios de los alimentos. Pero el hecho de que algo sea popular no significa que sea una mala idea.

La cuestión es que se puede considerar razonable tener restricciones legales a la especulación con los precios sin aceptar la opinión popular, pero casi con toda seguridad errónea, de que la codicia corporativa fue el principal impulsor de la inflación reciente. Y para quienes comparan a Harris con Nixon, que impuso controles de precios en 1971, tengan en cuenta que Nixon también presionó a la Reserva Federal para que dinamizara la economía antes de las elecciones de 1972, mientras que Harris ha sido clara en cuanto a respetar la independencia de la Reserva Federal.

¿Qué hemos aprendido sobre la economía de Harris? Como era de esperar, es moderadamente de centroizquierda. Y para quienes están decididos a verla como comunista, lo siento, pero no lo es.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Economía prerrecesiva

Paul Krugman

/ 6 de agosto de 2024 / 07:15

Como estadounidense de cierta edad, conozco a bastantes personas a quienes sus médicos les han advertido que son prediabéticas, es decir, que su nivel de azúcar en sangre es lo suficientemente elevado como para ponerlas en riesgo de padecer diabetes tipo 2, aunque todavía no presenten ningún síntoma. La buena noticia es que pueden reducir en gran medida ese riesgo si pierden peso, mejoran su dieta y hacen más ejercicio, pero deben tomar medidas rápidamente para evitar problemas de salud graves.

No, esta no es una columna de consejos médicos, pero me puse a pensar en analogías médicas al analizar los datos económicos recientes. Esta[1]dos Unidos probablemente no haya entrado en recesión todavía, pero la economía definitivamente parece prerrecesiva y los responsables de las políticas (lo que ahora significa básicamente la Reserva Federal) deben actuar rápidamente para evitar los riesgos de un deterioro económico grave.

Consulte: JD Vance y el conservadurismo

Ya está claro que la Fed cometió un error al no recortar las tasas la semana pasada; de hecho, probablemente debería haber comenzado a recortarlas hace meses. Lamentablemente, no podemos volver atrás en el tiempo, pero el comité de mercado abierto de la Fed, que fija las tasas de interés a corto plazo, puede y debe hacer un recorte sustancial (probablemente de medio punto porcentual, en lugar de su habitual cuarto de punto) en su próxima reunión, prevista para mediados de septiembre.

Y solo podemos esperar que la reciente caída de las tasas de interés a largo plazo, que refleja las expectativas de futuros recortes de la Reserva Federal, sea suficiente para evitar una crisis económica gratuita.

¿Por qué digo que la economía parece prerrecesiva? El factor más importante es la tasa de desempleo, que ha ido aumentando gradualmente en los últimos meses. El informe de empleo del viernes activó la regla de Sahm, que dice que un aumento suficientemente grande en la tasa de desempleo es una fuerte indicación de que ha comenzado una recesión. Muchos economistas, incluida Claudia Sahm , que ideó la regla, creen que por una variedad de razones técnicas las cosas pueden no ser tan terribles como parecen. Pero aun así, la situación es preocupante.

¿Estoy cien por ciento seguro de que tendremos una recesión a menos que la Reserva Federal actúe rápidamente para reducir las tasas? Por supuesto que no: nada es seguro en economía, ni en la vida en general. Pero los responsables de las políticas que esperan a tener una certeza absoluta antes de actuar siempre actuarán demasiado tarde.

Una cosa más: si la Reserva Federal recorta las tasas en septiembre, probablemente se enfrentará a una tormenta de críticas de los republicanos que la acusarán de intentar ayudar a Kamala Harris a derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales. Y sí, un recorte de las tasas probablemente ayudaría a los demócratas, en gran medida por[1]que ayudaría a demostrar lo exitoso que ha sido Estados Unidos a la hora de controlar la inflación.

Pero la política no debería, y espero que no lo haga, afectar la decisión de la Fed, porque el he[1]cho es que los argumentos económicos a favor de recortes importantes de las tasas son abrumadores; la Fed estaría actuando políticamente si no respondiera a esos argumentos económicos simplemente porque se acercan las elecciones.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

Temas Relacionados

Comparte y opina:

JD Vance y el conservadurismo

De todos modos, no hay motivos para creer nada de lo que dice Vance sobre el apoyo a la clase trabajadora

Paul Krugman

/ 23 de julio de 2024 / 06:57

JD Vance alguna vez temió que Donald Trump pudiera convertirse en el “Hitler de Estados Unidos”. Ahora es el compañero de fórmula de Trump. Pero no importa esa historia. Trump y Vance tienen muchas cosas en común, incluida esta: ambos son estafadores que desprecian a sus partidarios más fervientes.

De hecho, Vance, a pesar de la dura competencia, puede ser la figura más cínica de la política estadounidense moderna. Nunca se sabe si Trump cree en las cosas falsas que dice; Vance es lo suficientemente inteligente como para saber que ha logrado una monumental maniobra política de cebo y cambio.

Revise: Libertad, otra palabra para no pagar impuestos

Y si la fórmula Trump-Vance gana, hay una gran posibilidad de que, dada la evidente falta de interés de Trump en los detalles de la política y —sí— su edad, Vance, de una manera u otra, termine gobernando el país.

En cuanto a esa estafa: Vance, ahora senador junior de Ohio, habla mucho de sus orígenes humildes, pero la gente debería leer lo que escribió en Hillbilly Elegy, que muestra un desprecio sorprendente por la gente con la que creció pero que, a diferencia de él, no escapó de la pobreza de un pueblo pequeño. Y la gente también debería saber que, si bien su discurso en la convención del anterior miércoles denunció a los “barones de Wall Street”, su ascenso ha sido orquestado en gran medida por un grupo de multimillonarios tecnológicos.

Hillbilly Elegy era en parte una autobiografía personal, en parte un comentario social y, para ser justos, respondía a un problema real. En las últimas dos generaciones, algo ha ido muy mal en gran parte de las zonas rurales y de los pueblos pequeños de Estados Unidos. Ha habido un marcado aumento en la fracción de hombres en sus mejores años laborales sin trabajo, en particular en la parte oriental del corazón de Estados Unidos. Los problemas sociales han proliferado.

¿Qué ocurrió? Me centraría en los cambios en la economía que socavaron la razón de ser de muchas pequeñas ciudades, un proceso que comenzó durante los años de Reagan y que no es exclusivo de nuestro país. Esta pérdida de oportunidades económicas condujo, a su vez, a una disfunción social, que se hizo eco del aumento anterior de la disfunción social en las ciudades de Estados Unidos cuando desaparecieron los empleos urbanos de los trabajadores manuales.

Pero en Hillbilly Elegy, Vance rechazó el “movimiento cultural de la clase trabajadora blanca que culpa a la sociedad o al gobierno de los problemas”. En cambio, argumentó, hay muchos estadounidenses blancos de pueblos pequeños que no tienen a nadie a quien culpar más que a ellos mismos. Son perezosos: “Puedes caminar por una ciudad donde el 30% de los jóvenes trabajan menos de 20 horas a la semana y no encontrar a una sola persona consciente de su propia pereza”. Tienen una educación deficiente, no por falta de oportunidades, sino porque no están motivados: “No estudiamos cuando somos niños, y no hacemos que nuestros hijos estudien cuando somos padres”.

Imagínense la reacción si un demócrata liberal dijera algo de eso.

Sin embargo, después de entrar en política, Vance decidió de repente que la clase trabajadora blanca no es perezosa, sino víctima de fuerzas externas. Acusó vehementemente a los inmigrantes de quitarles puestos de trabajo que deberían estar ocupados por los nativos.

Un pasaje de su discurso en la convención pareció sugerir que los inmigrantes ilegales son responsables de la inflación. Por supuesto, no reconoció que la inflación ha caído dos tercios desde mediados de 2022 y que los trabajadores no supervisores, especialmente los trabajadores con salarios bajos, han visto sus ingresos, en promedio, aumentar más que los precios.

Y resulta especialmente extraño culpar a los inmigrantes de los problemas de las pequeñas ciudades y las zonas rurales de Estados Unidos, que comenzaron mucho antes del reciente aumento de la inmigración y donde incluso ahora hay relativamente pocos inmigrantes a la vista. En el estado natal de Vance, solo el 5% de la población nació en el extranjero, en comparación con alrededor del 40% en la ciudad de Nueva York.

De todos modos, no hay motivos para creer nada de lo que dice Vance sobre el apoyo a la clase trabajadora. Su libro deja claro que, al menos hasta cierto punto, menosprecia a quienes no han logrado alcanzar una trayectoria profesional similar a la suya. Puede que haya crecido en la pobreza, pero hoy en día no es más que un político inteligente y sin escrúpulos que utiliza su pasado para ocultar hasta qué punto representa los valores e intereses de los plutócratas.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

Temas Relacionados

Comparte y opina: