¡Maten al indio!
Frase recurrente durante toda la historia de Bolivia, a causa de las constantes sublevaciones de las naciones que siempre estuvieron resistiendo a los colonizadores ibéricos y a los otros que llegaron después; inclusive antes que un grupo de doctorcitos criollos huayralevas (con las levas al viento) tuvieran la provechosa idea de restaurar sus privilegios coloniales creando un fundo y bautizarlo República de Bolívar para que el Libertador, tocado en su egolatría, aceptara el proyecto. Es decir que la restauración tampoco es una acción política nueva, siempre la pulsión entre el viejo orden aupado por las castas y los sucesivos intentos de cambiarlo tuvieron esa oscilación histórica.
No otra cosa pasó durante la llamada Guerra Federal, entre el federalista General Pando y el constitucionalista Fernández Alonso, cuando el líder aymara Zárate Willka, aliado del General, profesaba” la doctrina según la cual la sociedad andina debía retornar al antiguo orden prehispánico o por lo menos a uno parecido, y esto hace suponer su intención de favorecer, en los hechos, la vuelta del mismo, aprovechando el estado de guerra (pachakuti) en el que intervino”, a decir de Condarco (1969). Este líder aymara emitió una proclama en Caracollo exigiendo respeto, pese a admitir la república con los diezmos y primicias del colonato. En sus partes salientes proclama: “2° Con grande sentimiento ordeno a todos los indijinas que guarden respeto con los vecinos y no hagan tropelías (ni crismes) porque todos los indijinas han de levantarse para el combate y no para estropear a los becinos/tan lo mismo deben respetar a los blancos o besinos a los indijinas porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia y deben quererse como entre hermanos i con indianos… 4° Tanto hago la prevención a los blancos o besino para que guarden el respeto con los indijinas según /lo/ epresado en el marjen… (sic) 28 de marzo de 1899”.
Ya sabemos cómo terminó este suceso histórico para llegar a un momento constitutivo inestable: eliminaron a Zárate Willca y establecieron un acuerdo entre Pando y Fernández Alonso porque avizoraban que perderían sus privilegios. Nunca cumplieron con la nación indígena sobre la restitución territorial. Los periódicos de la época califican a los sublevados de salvajes, bestias, ignorantes, etc., visión sedimentada en el imaginario criollo mestizo que ha cambiado muy poco y que ahora es acentuada por la prensa audiovisual.
En el Gran Chaco, las constantes invasiones por parte de los herederos de la colonia a los territorios de las naciones indígenas chiriguanas-guaraníes, tapietes y tobas determinaron a los líderes a firmar un tratado de paz el 15 de septiembre de 1884, ante el peligro del exterminio y genocidio de sus pobladores. Seis años antes del estallido de la Guerra Federal, lo que nos hace suponer que existían relaciones entre estos grupos.
Los capitanes nombrados para la firma, elaboraron los temas y presentaron al representante del gobierno, Coronel Estensoro, varios puntos, entre éstos: “Cierren U.U todos los Caminos de la Guerra como lo hemos hecho nosotros i si encontramos en alguna parte sangre; la cubriremos con tierra para que no se conserve ningún recuerdo. Nos hemos inferido grandes males de parte a parte i como ya ahora somos amigos no tenemos que hacernos cargos ni reclamos de ningún género porque si es verdad que nosotros hemos robado ganado vacuno caballar y mular y muerto a caraís (blancos) i hecho cautivas a unas señoras, las que siempre hemos devuelto, Uds. también nos han quitado caballos y mulas nos han hecho cautivos a nuestros hijos y mujeres en número infinito… (sic)”. Este documento tiene el punto cuarto que dice: “Una vez rotos los presentes tratados por parte de U.U, no se aceptaran otros i se declarará la guerra de exterminio completo (sic)” El franciscano Gianechini fue el mediador.
En el Acre (1901) estaban sucediendo similares conflictos con los territorios del caucho, origen de la esclavitud de grupos indígenas; por lo tanto, asegurar que hubo pacificaciones son eufemismos. Hubo treguas que se fracturan cada década y media para empezar otra vez y buscar el momento constitutivo que siempre será frágil. La acumulación histórica de la exclusión de las mayorías bolivianas sigue creciendo y podemos repetir la historia.
Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.