Mujer, trabajo y pandemia
Esta época de pandemia y cuarentena trajo para las mujeres, además de la violencia, otras amenazas a sus derechos y libertades. Con razón Naciones Unidas dijo que “es probable que la profunda recesión económica que acompaña a la pandemia tenga un rostro claramente femenino”.
Las mujeres se han insertado en el ámbito laboral ejerciendo trabajos mal pagados, en los que previamente renunciaron a beneficios establecidos por la Ley General del Trabajo como el derecho a un salario mínimo, seguro de salud, vacaciones pagadas, jornada laboral de ocho horas, baja por maternidad y otros derechos que son abiertamente desconocidos por los empleadores. La OIT estima que solo en los próximos tres meses se perderán casi 200 millones de puestos de trabajo en el mundo. En Bolivia, los despidos se masificaron y las mujeres (principalmente ellas) fueron despedidas sin ningún goce de haberes, sin los tres meses de desahucio, sin el pago de los salarios devengados y en muchos casos fueron obligadas a renunciar por quiebra de las empresas.
En varios sectores los contratos en planillas anuales o incluso mensuales son una quimera. Ahora los acuerdos laborales se dan en forma semanal o diaria y por tanto el concepto de salario y mucho más el de beneficios sociales desaparece. En nuestro país el gran bolsón de actividad laboral está en el trabajo llamado informal o de cuenta propia, que implica principalmente la venta callejera, realizada en un 80% por mujeres, quienes también se han visto gravemente afectadas por la cuarentena de seis meses. Para estas trabajadoras esto significó la pérdida del 70% de sus ingresos en los dos primeros meses de confinamiento.
Otro tema importante a tomar en cuenta en el trabajo de las mujeres en tiempos de pandemia es el enorme aumento en las labores del trabajo reproductivo, que no fueron repartidas equitativamente dentro de los hogares. Por ejemplo, el cierre de escuelas supone tener a los niños en la casa debiendo cuidarlos a la par que realizar todas las tareas del hogar, extremar los cuidados de los ancianos y además buscar la manera de inventar otras actividades para cubrir el sustento diario.
La pandemia ha dejado al descubierto la desigualdad en la que las mujeres cumplen su doble jornada: el trabajo productivo que además suele ser más precario para las mujeres y el trabajo reproductivo o de cuidado que generalmente es invisible, gratuito y exclusivamente femenino. Y aunque la Constitución Política del Estado dice que el trabajo que se realiza en el hogar debe ser reconocido en las cuentas públicas, aún no se ha logrado siquiera que sea catalogado como trabajo, aunque la vida de las personas depende de él, todavía se lo considera inferior seguramente porque es ejercido principalmente por las mujeres.
Lucía Sauma es periodista.