Voces

Wednesday 6 Nov 2024 | Actualizado a 09:33 AM

Aborto seguro y gratuito

Escribo esta columna en memoria de Sandra Aliaga. Nuestro homenaje a su vida es mantener la lucha por evitar más mujeres muertas o niñas obligadas a ser madres.

/ 5 de octubre de 2020 / 00:46

Este 28 de septiembre, como lo hacemos cada año, el movimiento de mujeres y los feminismos del mundo demandamos a los Estados garantizar el pleno derecho de decidir sobre nuestros cuerpos para asegurar la vida y la salud de las niñas y las mujeres.

Nuestra voz se amplió inundando las redes sociales de una marea verde, símbolo del derecho a decidir. Algunos grupos lograron burlar la cuarentena y realizaron plantones callejeros y marchas: las paceñas, cochabambinas y tarijeñas se autoconvocaron para protestar; las feministas cruceñas, en las tierras donde reinan los Camachos, el Comité Cívico y la Conferencia Episcopal, lograron realizar un plantón frente a la catedral. Y, como cada año, enfrentaron el odio y la doble moral de esta sociedad que pretende tutelar nuestros cuerpos.

Este año nuestra protesta se fortalece frente a un hecho desgarrador: el Sistema Nacional de Información en Salud (SNIS) ha publicado que, entre enero a julio de 2020, en Bolivia se registraron 90 embarazos en niñas y adolescentes cada día, y de ellas, al menos 4 son menores de 15 años, la mayoría producto de violación. Solo en lo que va de este año de crisis sanitaria, y con las dificultades de acceder al sistema de salud, 19.233 niñas y jovencitas tendrán que decidir abortar en la clandestinidad o continuar con un embarazo no planificado. Por ello, los abortos inseguros y clandestinos ubican a Bolivia entre los países con las tasas más altas de muertes maternas en América Latina.

Desde la década del 70 en nuestro país el aborto es legal en caso de violación, si la salud de la mujer corre algún riesgo y si existe malformación fetal incompatible con la vida. A esto se suma que desde 2014 una sentencia constitucional eliminó el requisito de presentar autorización judicial para proceder con la interrupción legal del embarazo (ILE). Sin embargo, persisten prejuicios y desconocimiento de la norma que obstaculizan el ejercicio de este derecho. Este año, un informe elaborado por la Defensoría del Pueblo revela que nueve de cada 10 prestadores en salud en 44 centros de salud en el ámbito nacional desconocen en qué casos procede la ILE.

Pero seamos claras. En Bolivia la interrupción del embarazo de manera clandestina es una práctica frecuente. En una investigación realizada en 2010 se pudo constatar que una de cada dos mujeres ha enfrentado un embarazo no deseado en su vida y más de una de cada 10 revela haberse realizado un aborto inducido incluso con riesgo de ir a la cárcel. Una mayor o menor inseguridad de esta práctica tiene relación directa con el privilegio de clase.

Así, mujeres de estratos económicos altos tienen recursos y acceso a información para someterse a un aborto en una clínica privada o acceder a un médico que le recete (y tal vez le venda) la mifepristona y el misoprostol. En cambio, son las mujeres de escasos recursos quienes se juegan la vida al intentar provocarse un aborto. Por ello, de acuerdo con el Estudio Nacional de Mortalidad Materna (2011), el 13% de las muertes maternas son causadas por el aborto. En este, como en muchos casos, el Estado boliviano continúa fallando a las mujeres como garante de derechos.

Por ello, cada 28 de septiembre, nos tendrán en las calles gritando hasta que todas las mujeres sepan que, en caso de violación o riesgo para su vida y su salud, pueden acceder a una interrupción legal de embarazo en un centro público de salud, sin miedo a morir o ir a la cárcel. Y seguiremos luchando por la ampliación de causales para salvar la vida de muchas mujeres que no quieren ser madres por no tener condiciones económicas, personales o afectivas.

Escribo esta columna en memoria de Sandra Aliaga. Nuestro homenaje a su vida es mantener la lucha por evitar más mujeres muertas o niñas obligadas a ser madres. ¡Nosotras parimos, nosotras decidimos!

*Es cientista social

(05/10/2020)

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Uso de las mujeres en batalla del MAS

Hoy ya no queda nada de un proceso político cuya bandera era el cambio social

Lourdes Montero

/ 13 de octubre de 2024 / 06:46

El momento que vivimos en la batalla política por el liderazgo interno del partido de gobierno es uno de los más detestables e indignos de su historia. A quienes constituimos la audiencia forzada del penoso espectáculo, nos invade la rabia y la vergüenza por el terrible manoseo de los cuerpos de las mujeres. Sin ningún límite, un bando y el otro disparan las balas sin saber que el daño colateral es el mayor capital político del MAS: la supuesta reserva ética y moral de los pueblos indígenas y sectores populares que, al asumir el poder, lo hacían para buscar el bien común.

Lea: Bajo Fuego

Hoy ya no queda nada de un proceso político cuya bandera era el cambio social. Ese proceso parece haber olvidado que nace de una histórica marcha de mujeres cocaleras que en 1995 deciden llegar a La Paz para exigir el respeto a la vida. Esa marcha de mujeres que ingresa a la sede de gobierno con tal dignidad que estremeció todos los cimientos de la política nacional. Esas mujeres que aceptaban ir al frente de las confrontaciones callejeras “porque supuestamente así la policía o los militares los golpearían menos”.

Hoy Luis Arce y Evo Morales no tiene ninguna consideración a esa historia del MAS forjada de polleras. Desplegando una serie de estrategias mediáticas y judiciales se acusan mutuamente de acciones ilegales e inmorales arrastrando por el piso toda reserva ética de un proceso social que se construyó en más de 30 años de articulación, construcción colectiva y lucha en las calles. Están tan ciegos de odio y venganza que ya nada les importa, y siguen arrojándose historias indignas incluso si ello contribuye a ganarles el desprecio de las y los electores.

Que en un partido político de amplio espectro electoral como el MAS existan discrepancias entre sus líderes debería aceptarse como algo normal e incluso deseable. Un adagio sufí en Afganistán dice que “la verdad es un espejo roto en mil pedazos”, con lo cual suponemos que cada facción aporta su pequeño pedazo a la verdad colectiva. Pero, lo que está sucediendo en el MAS dista mucho de deberse a discrepancias ideológicas o a la búsqueda de la verdad: se trata de una lucha descarnada por el poder, de una lucha de egos machistas. La guerra es a muerte, y ambos contendientes suponen que quien quede con vida será dueño y señor del instrumento político y por tanto de la verdad. Que equivocados se encuentran. Incluso si alguno queda en pie, quedará tan debilitado que tal vez le convenga acostarse al lado del que será enterrado en la tumba.

Y mientras tanto ¿cuál puede ser el interés de estas batallas para nosotras, ciudadanas de a pie? ¿Se disputa en esta guerra una orientación política de uno u otro signo para el MAS? ¿La ensangrentada ofensiva está basada en visiones distintas de cómo salir de la crisis económica, o superar las tensiones sociales de la polarización? La realidad es que no. Ambos contendientes están solo aportando a una imagen negativa del proceso de cambio: corrupción desmedida, mala gestión estatal, y sobre todo abuso del poder para sus propios intereses.

Mientras tanto, la “batalla cultural” contra todo progresismo avanza de manera acelerada en el corazón de la sociedad. Ya escuchamos cada vez con mayor fuerza agoreros del conservadurismo echando tierra al avance de los derechos indígenas, la búsqueda de igualdad social, la lucha contra la violencia de género, la protección de los colectivos LGTBI entre otros.

El MAS, dirigido por sus pretenciosos lideres actuales, está tristemente ausente de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Enfrascados en sus batallas personales, están consiguiendo que este partido no se diferencie de las 17 facciones que prometen estar presentes en la próxima papeleta electoral. ¿Será posible que no haya ninguna voz dentro del MAS que señale un camino de cordura?

(*) Lourdes Montero es cientista social

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Bajo Fuego

Requerimos con urgencia que el Estado tome en serio su discurso sobre los derechos de la Naturaleza

Lourdes Montero

/ 15 de septiembre de 2024 / 11:02

Cada año, como un funesto ritual, enfrentamos durante 16 semanas la quema de nuestros bosques. Desde 2002 hasta 2023, el área total de bosque primario húmedo en Bolivia disminuyó en 10%. Y este año, según instituciones especializadas, hemos reportado 34.078 focos de calor, haciendo del 2024 uno de nuestros peores años.

Todos nos preguntamos ¿Qué es lo que provoca este periodo dantesco? ¿los bolivianos y bolivianas somos tan irresponsables que, por beneficios económicos o intereses políticos, prendemos fuego nuestro territorio? Y tal vez lo más importante ¿podemos hacer algo para evitarlo? Comparto los cinco temas centrales en esta discusión.

Consulte: Que nos dice el censo sobre las mujeres

Hay años, como el actual, en que el fuego es más crítico debido a los factores climáticos. Entre los especialistas se habla del 30-30-30 como las tres condiciones climáticas que, juntas, ayudan a una propagación rápida del fuego: 30 o más grados de temperatura, menos de un 30% de humedad del ambiente y más de 30 nudos de velocidad del viento. Esta condición climática se incrementa cada año y el 2024 se presenta como el año más caluroso jamás registrado, con una temperatura media global que supera en 1,51 °C el período preindustrial.

Este contexto global se intensifica con los procesos de cambio de uso del suelo que enfrentamos en Bolivia. Parte de las Tierras de Producción Forestal Permanente (TPFP) fueron convertidas a ganadería y agricultura utilizando prácticas de desmonte y “chaqueo” inadecuadas. De continuar la tendencia actual se estima que, a 2040, la mitad del Bosque Seco Chiquitano desaparecerá bajo la acción humana.

Esto en parte responde al horizonte de desarrollo extractivista intrínseco al “modelo económico boliviano”, que plantea como metas aumentar las tierras cultivadas de 3,5 a 12 millones de hectáreas y duplicar la población vacuna para el 2025. Esto es acompañado por una serie de políticas de incentivo a la producción agropecuaria que incluye créditos a muy bajas tasas de interés, así como la subvención a los hidrocarburos.

Esta visión, y la presión del “modelo cruceño de desarrollo” al Estado ha generado una arquitectura legal que incentiva el uso del fuego como herramienta para abaratar costos en la producción, como la Ley 741, la cual amplía el desmonte de cinco a 20 hectáreas en tierras con cobertura boscosa, así como el Decreto Supremo 3973, que autoriza el desmonte y las quemas inclusive en tierras forestales. Este es parte del paquete de las denominadas “leyes incendiarias”, tan cuestionadas en el actual contexto.

Por último, debemos plantear que parte del problema es la insuficiente capacidad de control de parte de las autoridades de todos los niveles, para supervisar y/o evitar los asentamientos en tierras de producción forestal permanente. También la falta de investigación, seguimiento y sanciones a los casos conocidos de incendios ilegales de años anteriores.

Así, la lucha contra los incendios forestales requiere un enfoque integral. No se puede tratar la cuestión de las quemas periódicas desde un enfoque desconectado, por ejemplo, de la contaminación por mercurio de los ríos amazónicos, ni de la expansión de la frontera agrícola para la ganadería y la producción de agrocombustibles.

Ello nos lleva a preguntas incómodas, por ejemplo ¿es posible/tenemos la voluntad de revertir grandes propiedades que no cumplen la función económico social? Estas políticas de cumplimiento de la función, ¿se constituyen en un incentivo para la deforestación? ¿seguimos adelante con los proyectos de biodiésel a pesar de la amenaza ambiental que implica? ¿impulsamos la exportación de carne a pesar de que la ganadería es una de las principales causas de la deforestación en la Amazonía? En fin, requerimos con urgencia que el Estado tome en serio su discurso sobre los derechos de la Naturaleza y deje de ser permisivo ante la destrucción de la Naturaleza.

(*) Lourdes Montero es cientista social

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Que nos dice el censo sobre las mujeres

/ 1 de septiembre de 2024 / 01:17

Tenemos el dato final: en Bolivia somos 11.312.620 habitantes y, mientras crece la polémica política sobre este resultado, prefiero de entrada posicionarme asumiendo que los resultados del censo son reales. Las tres hipótesis que pueden explicar este comportamiento demográfico están relacionadas con una reducción en la tasa de natalidad, un incremento de la mortalidad debido a la pandemia del COVID o un aumento de la migración hacia el exterior.

Hoy quisiera concentrarme en la primera hipótesis que pude referirse a un conjunto de decisiones de vida de las mujeres bolivianas que nos hablan de un cambio de época. Hace 60 años, en los tiempos de mi abuela, las mujeres bolivianas tenían en promedio 7 hijos; hace 40 años, en los tiempos de mi madre, las mujeres ingresaban masivamente al mercado de trabajo y decidían tener entre 3 y 4 hijos. Hoy el censo nos revela una caída en picada de la fecundidad, con un promedio de 2,1 hijos por mujer. Este dato puede hablar de que las mujeres, a pesar del tenaz patriarcado boliviano, están ejerciendo sus derechos y tienen la posibilidad de decidir sobre sus cuerpos.

Al exponer los últimos datos censales, la máxima autoridad del INE planteaba que estamos viviendo la segunda transición demográfica caracterizada por cambios en la formación y disolución de los hogares, retraso de la fecundidad y la nupcialidad, surgimiento de nuevos arreglos de convivencia generados por la decadencia de la institución del matrimonio que genera aumento de divorcios y separaciones. De lo que la autoridad no habló (y debió hacerlo) es del incremento en los niveles educativos de las mujeres, de una desnaturalización y rechazo de la violencia, un mayor acceso a anticonceptivos para controlar su fertilidad y, sobre todo, a una mayor ambición laboral y profesional. Las bolivianas ya no sueñan con el matrimonio y la maternidad como único destino en la vida.

Este cambio social es en parte responsable que hoy Bolivia, con una tasa de fecundidad de 2,1 haya alcanzado el dato crítico de reemplazo poblacional, iniciando su proceso de envejecimiento. Cuando se amplíe la información censal sabremos más sobre las decisiones individuales que las mujeres están tomando para enfrentar una sociedad machista y patriarcal, evitando el matrimonio y sus consabidas presiones, o renunciando cada vez más a una maternidad que las condena a pésimas perspectivas laborales.

En Bolivia, las mujeres están cansadas de cargar con la mayor parte de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos, y por ello sus hijas están optando por retrasar lo más posible su fecundidad o renunciar a ella antes que abandonar sus ambiciones profesionales. Incluso la perspectiva de ser madres solteras o sufrir violencia las aleja de los sueños románticos de un matrimonio. Frente a esta evidencia, hoy, más que nunca, se vuelve indispensable plantear una Política Nacional del Cuidado como soporte institucional a la corresponsabilidad de la reproducción de la vida.

Con ironía Quya Reyna compartía en su cuenta de X que quizá Santa Cruz no llegó a los 4 millones “por los collas que retornaron a sus ciudades para el censo, por los collas que murieron en el COVID o por los collas que, dejándose llevar por la desinformación, no se censaron”. En el mismo tono, y sin la intención irónica, ya me preparo a escuchar a los voceros de los fundamentalismos afirmando que la baja tasa de natalidad boliviana es culpa de las feministas que andan por ahí destruyendo la familia.

Lourdes Montero es cientista social.

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Abonando la incertidumbre

Lourdes Montero

/ 18 de agosto de 2024 / 00:40

Nos despertamos cada mañana con tres preguntas: ¿cuánto subieron los precios de los alimentos?, ¿hay diésel/gasolina en los surtidores?, ¿cuál es el precio del dólar? Y así como hace algunos meses el tomate fue motivo de disputa en las redes sociales, los últimos días fuimos inundados de cuentas falsas y bots que nos aseguraban una “abrupta caída del dólar paralelo”.

¿Verdaderamente quienes han producido estos mensajes creen que los ciudadanos van a salir corriendo a vender sus ahorros y así resolver la escasez de moneda extranjera? ¿realmente hay tomadores de decisión que creen que los dólares están ocultos en nuestros colchones? Por la caída del precio internacional del dólar, ¿alguien cree que inundaremos el mercado nacional de dólares baratos? Este tipo de mensajes solo contribuyen a que profundicemos nuestra angustia frente a la incertidumbre económica.

En problema de la escasez de dólares en Bolivia tiene origen en nuestra balanza comercial y no en la voluntad especulativa de la gente. Bolivia registró un déficit comercial de 400 millones de dólares en los cinco primeros meses de 2024, según estimaciones del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). Las importaciones se han reducido en casi 90 millones de dólares y las exportaciones han caído en cerca de 1.300 millones. Por supuesto que la contracción de las importaciones no es producto de la “industrialización nacional”, sino debido a la desaceleración de la economía y las dificultades para realizar pagos en el extranjero. Esta realidad nos hace temer que cada vez se afecten más las cadenas de suministros de toda nuestra industria y con ello se profundice la crisis económica.

Es indudable que en los días previos al discurso presidencial del 6 de agosto hubo un incremento del precio del dólar en el mercado paralelo frente a la expectativa de un potencial anuncio de devaluación del boliviano; y cuando este anuncio no ocurrió, el precio del dólar bajo un poco, pero no a los niveles que las noticias falsas (con intensidad de propaganda pagada) se han difundido en las redes sociales. Frente a esta supuesta fluctuación abrupta lo que tuvimos es que el dólar paralelo desapareció generando mayor angustia en quienes requieren realizar pagos en el extranjero.

Lo cierto es que el anuncio del presidente sobre un posible referéndum solo ha contribuido a abonar el temor de que la crisis de gobernabilidad pueda acelerar la crisis económica ya que no presenta ninguna salida para los temas que realmente nos preocupan. Todo parece indicar que vamos hacia la tormenta perfecta: no hay claridad sobre las preguntas del supuesto referéndum que, por su carácter de reforma constitucional, no puede ser convocado por quien lo propone y por ello se sospecha que se podría forzar al Tribunal Constitucional para que emita una sentencia autorizando al poder ejecutivo a violar el artículo 400 de la Constitución. Así de mal estamos, llueve sobre mojado.

Entre tanto, los empresarios exportadores creen tener el sartén por el mango y se frotan las manitos pensando arrancar del Estado una serie de privilegios con los que soñaron durante años. Nada indica que el diálogo propuesto vaya a generar un incentivo para que estos señores traigan divisas, menos aún transparenten sus ganancias en estos tiempos de incertidumbre.

Hoy más que nunca necesitamos trabajo técnico para presentar un plan económico. Como nunca requerimos que el presidente Luis Arce, que viene del campo económico, presente soluciones razonables y de corto plazo. Y del conjunto de actores políticos, incluyendo la desprestigiada Asamblea Legislativa, se espera que abandonen el bloqueo y hagan su trabajo: lleguen a acuerdos sensatos que contribuyan a despejar la incertidumbre.

Lourdes Montero es cientista social. 

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Necesitamos buenas noticias

/ 4 de agosto de 2024 / 00:09

Cuando la falta de diésel y de dólares, el bloqueo de transportistas y la incertidumbre en torno a las elecciones judiciales nos mantienen bajo tensión, necesitamos buenas noticias que nos den señales de que la gestión pública no está inmovilizada.

Y esa señal la recibimos del Viceministerio de Igualdad de Oportunidades (VIO), que lleva adelante la implementación del Modelo de Gestión de Redes, que busca articular el trabajo conjunto para luchar contra la violencia hacia las mujeres, niñas, niños y adolescentes en 125 municipios. Esta iniciativa apunta a la conformación de redes locales de atención y protección priorizando tres campos: eficacia financiera, efectividad en la prevención y mejoras en la atención de víctimas. Frente a los escasos recursos con los que las Entidades Territoriales Autónomas (ETA) cuentan, solo un modelo colaborativo podrá cubrir la demanda de sus poblaciones.

Reconociendo que tenemos un subregistro de la violencia en el país porque la información oficial la provee la Fiscalía, donde llega un número limitado de los casos, también es de vital importancia el funcionamiento efectivo del Registro Único de Violencia (RUV) como corazón del Sistema Integral Plurinacional de Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia en Razón de Género (SIPPASE), y del Módulo de Información de Defensorías (MID) que está integrado al Sistema de Información de Niñas, Niños y Adolescentes (SINNA). Esta información, adecuadamente recogida, es vital para un mejor diseño e implementación de políticas públicas.

Para que esta red involucre no solo a las instancias estatales, la viceministra de Igualdad de Oportunidades, Nadia Cruz Tarifa, se reunió con representantes de 34 organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil para conformar la Mesa de Sociedad Civil para Coordinar la Implementación del Modelo de Gestión de Redes y así vincular todo el trabajo que estas organizaciones realizan en los territorios de todo el país. Luego de 11 años de implementación de la Ley 348, es la primera vez que el Estado convoca a un trabajo con estas instituciones, reconociendo su aporte a los resultados de la lucha contra la violencia y la respuesta fue el compromiso de fortalecer el liderazgo de la instancia estatal en su rol de rectoría de las políticas públicas.

En un momento en que Bolivia presenta cifras alarmantes sobre violencia hacia mujeres, niñas, niños y adolescentes; con la crisis de un sistema de justicia corrupto y la ausencia de instituciones como la FELCV o el Ministerio Público que dejan a las poblaciones en indefensión e impunidad, este tipo de iniciativas es crucial incluso como señal política para quienes intentan cuestionar el espíritu de la Ley 348, que tiene como horizonte garantizar a las mujeres una vida libre de violencia.

Se trata de optimizar recursos, ya que el estudio del Ministerio de Justicia Estado de Situación de la Violencia Contra las Mujeres en Bolivia, muestra que de los 339 municipios en el país, solo 114 cuentan con una oficina de la FELCV, que es la primera instancia de atención e investigación de los hechos de violencia. La segunda instancia encargada de la investigación, posterior imputación y acusación es el Ministerio Público, y su presencia se circunscribe a 116 municipios. Así, en gran parte del territorio nacional hay ausencia de Estado, con la posibilidad de que se cometan serios abusos en derechos humanos.

Esas son buenas noticias. La convocatoria estatal al trabajo conjunto de todos y todas en la prevención y atención de la violencia implica una voluntad de avanzar incluso en un momento político y social de máxima tensión.

Lourdes Montero es Cientista social. 

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