Icono del sitio La Razón

La A amante: Me quedaré con Manolito

Recibí la noticia de boca de un argentino: se fue Quino. En un año de tantas despedidas, esta partida golpea diferente porque este mendocino logró lo que pocos: retratar con ternura la Argentina de las últimas décadas, cuestionar con cabeza, corazón y talento los absurdos de su América Latina.

Mientras llegaban los comentarios a la pantalla de mi teléfono, pensaba que el mundo estaría más seguro con él mirando un partido de fútbol en su casa (ya que desde 2009 no publicaba porque temía repetirse); pensaba también si mi Toda Mafalda estaba en su lugar privilegiado del escritorio; pensaba si me faltaba alguno de sus libros; pensaba si no tenía a mi Quino personal abandonado en algún rincón de las prisas cotidianas o si no lo había dejado postergado junto a mi urgencia de juventud de que lo injusto se transforme.

Este meticuloso observador apuntaba al cambio de las desigualdades y de los sinsentidos de nuestras realidades: “No era mi intención que Mafalda durara tanto tiempo. Yo esperaba que el mundo mejorase, pero la política liberal está convirtiendo a los ricos en cada vez más ricos, y a los pobres en cada vez más pobres”, dijo en 1999 a Folha de Sao Paulo. Hay que buscar con paciencia las declaraciones de este artista que comunicaba a través de un cartel: “Por razones de timidez no se aceptan reportajes de ninguna índole”. Un introvertido profesional. Me recordó al caricaturista boliviano Al-Azar (Alejandro Salazar): nunca pude convencerle de que venga a dibujar a la Redacción de La Razón. Alejandro reivindicó a muerte la soledad de su estudio. Sin celular, esquivando el teléfono, evitando las multitudes, creando silenciosos retratos de su Bolivia con la fuerza del verdadero artista. Como Quino, Al-Azar también sufrió intentos de censura y agresiones de intolerantes a sus visiones de país. Dejó La Razón cuando sus caricaturas ya no encontraban un espacio seguro en medio de la crisis política poselectoral. Y como Quino y muchos otros humoristas gráficos en este loco globo, Al-Azar es imprescindible para mitigar los dolores de la sociedad con humor y amor. Espero paciente su retorno a las páginas de este diario.

Volvamos. Los homenajes cariñosos al gigante Quino revelaron que este hombre tocó las cuerdas interiores en todos los continentes como atravesó con su universalidad generaciones de conquistados por su trazo. Ningún sociólogo, ningún politólogo ha logrado la claridad, la agudeza, la firmeza de su lectura crítica que ha sellado con tinta indeleble el alma de millones y ha clavado sobre la mesa las verdaderas problemáticas del continente.

¿Cuándo entra este historietista en su vida, lector/a? Yo tuve que escarbar en mi niñez para recordar que mi mamá puso a mi alcance, separadamente, esos libritos rectangulares con las tiras de Mafalda. Llegaron a aquella casa sin terminar de construirse los números en desorden y siempre de sorpresa. Ella me leía las historietas y cuando se iba a la oficina yo las repasaba con el mismo tono y me quedaba mirando con detenimiento cada viñeta en la serenidad de las tardes de una hija única en tiempos de pre Internet, las releía con el tono que hasta hoy recuerdo y repito cuando las leo a mi hijo único. Cuando crecí un poco más, en los sábados que pasábamos juntos, mi papá me heredaba uno a uno los otros libros clásicos de este argentino hincha de Independiente. Mientras paseábamos las páginas, él describía a tiempo de explicar lo que no alcanzaba a agarrar sola. En los últimos años hizo el mismo gesto con su nieto. “Me avisan cuando no entiendan algo” dice hasta hoy. Como calculará usted, Quino solo es sinónimo de amor en mi núcleo íntimo.

Aquel mismo día de la noticia de la partida de Joaquín Salvador Lavado llamé a mi viejo para comunicarle la triste noticia pero ya la sabía. “Mendocino” fue lo primero que me dijo. Lo segundo fue que él lo conoció ya cuando publicaba en la revista argentina Rico Tipo.  Y que cuando el genio llegó a La Paz fue a verlo firmar sus libros. ¿Y lo que más te gusta de todo lo que hizo? “Uy, Mafalda”. ¿Y cuál es tu personaje favorito de Mafalda? preguntó la hija niña que todavía me habita. “Manolito” repondió sin tardar. ¿Por? “Todo es billete para ése”. Y como dice siempre Susanita, es un bestia y eso lo hace doblemente encantador. Manolito es el más sufrido, Don Manolo lo hace laburar durísimo en el almacén. Sin contar la de palizas que lleva, el pobre. Por solidaridad, yo también me quedaré con Manolito. Y con Quino, mi favorito de los favoritos.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.