Las elecciones del pasado 18 de octubre han dado como resultado una Asamblea Legislativa renovada, diversa y conquistada por mujeres. Esta renovación es una señal muy positiva, porque Bolivia necesita espacios de inclusión para abordar los nuevos retos que se avecinan. Cabe preguntarse, ¿cuáles son las condiciones necesarias para que este mosaico de nuevos perfiles se traduzca en una agenda legislativa inclusiva y con mayor impacto social?

La entrante Asamblea Legislativa representa un hito histórico en materia de igualdad de género, ya que todas las organizaciones políticas presentaron listas de representantes cumpliendo con el criterio de paridad y alternancia. Como resultado, hoy celebramos una composición prácticamente paritaria de género en la Asamblea (88 legisladores hombres y 87 legisladoras mujeres); una clara mayoría de legisladoras (55,5%) en la Cámara de Senadores y un 46,9% de mujeres en el caso de la Cámara de Diputados. Asimismo, las bancadas de La Paz y Beni presentan mayoría femenina. Respecto a la representación supraestatal, el país tendrá a 5 mujeres y 4 varones asambleístas que llevarán la voz de Bolivia ante los organismos parlamentarios regionales.

La nueva Asamblea también se renueva en términos generacionales, con un promedio de edad de 44 años y el ingreso de más jóvenes a la dinámica legislativa. En la Cámara Alta, el senador más joven tiene 29 años. Entre tanto, la Cámara Baja contará con ocho nuevos legisladores con edades de entre 22 y 27 años de edad. La mayoría de legisladores y legisladoras han sido electos por primera vez.

Además, la Asamblea contará con diversa representación territorial y profesional: líderes de pueblos indígenas guaraníes, mojeños y uruchipayas; activistas por la defensa del medio ambiente y derechos políticos; perfiles profesionales que van desde la filosofía hasta la ecología pasando por la comunicación social, las ciencias políticas y la economía; liderazgos surgidos del mundo empresarial, originario-campesino, sindical y mundo religioso; trayectorias dentro de la gestión del Estado o del mundo privado y académico. En suma, la variedad tanto de género, edad, territorialidad y antecedentes profesionales le otorga a la Asamblea Legislativa una nueva cara ante la ciudadanía boliviana.

En términos generales, una mayor diversidad en las instituciones políticas agrega valor al proceso democrático. Aquellas instituciones con composición diversa son frecuentemente más afines a producir políticas públicas de calidad y más inclusivas. Sin embargo, este resultado auspicioso no es automático y necesita de condiciones específicas: una dinámica genuinamente deliberativa con respeto a las reglas de pluralismo democrático que rigen la correlación entre mayorías y minorías; certeza y previsibilidad en el debate parlamentario; transparencia de cara a la ciudadanía que otorgó el mandato parlamentario;  y compromiso de cada parlamentaria y cada parlamentario con una agenda legislativa relevante, representativa de una amplia gama de intereses y con efectividad social. 

Las expectativas son altas y los desafíos numerosos debido a la responsabilidad central que toca al Órgano Legislativo en la dinámica democrática. Desde Naciones Unidas compartimos estas expectativas, a la vez que reafirmamos nuestro compromiso de acompañar en su tarea a esta renovada generación de asambleístas. La construcción participativa de la agenda legislativa es una prioridad inmediata para abordar los desafíos estructurales y coyunturales del país, pero, sobre todo, para reconciliar intereses divergentes y contribuir a tomar las mejores decisiones para el futuro de Bolivia.

Susana Sottoli es coordinadora Residente del Sistema de Naciones Unidas en Bolivia.