La A de Al-Azar
“Yo te conozco de antes, cuando me fui no me alejé.”
Fito Páez
Cuando me incorporé a La Razón, Al-Azar ya tenía su espacio en las páginas de opinión. Un gran pedazo del país conoce su talento. A quien me quiera escuchar le digo que es el mejor caricaturista que hoy tiene Bolivia. Se llama Alejandro Salazar, estudió arquitectura y es autodidacta en el seductor mundo de la caricatura. Dibujante compulsivo, ha ilustrado un largo número de publicaciones y al mismo tiempo es un prisionero de la caricatura política siendo en el fondo un prófugo de los cálculos políticos. La de líos que desataron sus caricaturas. A la Dirección llegaban desde atrevidas quejas de ministerios a través de inexpertos comunicadores, burdos intentos de autoridades municipales al insinuar que había desinformación, diplomáticas precisiones de embajadores de todos los plumajes sobre los temas internacionales, hasta cartas con amenazas de iniciar procesos enviadas por comités cívicos por “insultar a los orureños” o “faltar al respeto a los tarijeños” cuando no “ciudadanos indignados con un dibujo” que después intentaron quemar nuestras oficinas. Siempre fue fácil sacar cara por este lápiz ingenioso y crítico pues se sumaban en minutos los apoyos en las redes y en la vida real. Hasta que se desató la crisis poselectoral del año pasado. No le tembló la mano e hizo desfilar tanques, pinochos y pueblo perseguido en el cuadrito blanco que comparte frontera con el espacio editorial. Y como el atrevimiento es contagioso, en esos días se publicó un editorial que titulaba ¿Golpe de Estado? al que un grupo de periodistas de La Razón le quitó los signos de interrogación, lo puso en una canastita con las caricaturas de Al Azar y salió por el bosque mediático a decir que no estaba de acuerdo con el texto ni con el dibujo. Se encendió así un conflicto que ya se cocinaba a fuego lento. A las preocupaciones absolutamente legítimas del sindicato de esta empresa reclamando por el atraso de días en el pago de salarios, el atraso de meses en el pago de un bono de transporte o el descontento con la gestión de la directora, se sumó este desacuerdo. Nada más sano que un periodista disienta del editorial o de la caricatura. Pero consideraciones como ésta ya no cabían cuando lo que exigía al propietario era la renuncia de la directora (asunto que ya da para una telenovela turca con actores cruceños, paceños, poblanos y pueblerinos) y se pedía en voz baja no publicar a Al-Azar. No cedimos. A la fogata de amor se unieron voces externas que opinaron más con la bronca que con la información completa y veraz. La seño de la Dirección se quedó y sigue dando batalla al lado de la rotativa. Pero un espíritu tan sensible como Alejandro dejó de batir sus alas. Por unas semanas publicamos el espacio en blanco porque el artista me encargó comunicar a los lectores que dejaba de dibujar por no contar con las condiciones mínimas y en respuesta a la protesta de periodistas de su misma casa periodística. Se calló, dobló sus alas y se fue a pie.
La historia que rodea su alejamiento es más compleja, tiene que ver con una cadena de ataques políticos, mediáticos y judiciales al propietario de este periódico, Carlos Gill. Respondimos en su momento mediante una publicación en este mismo diario sin la esperanza de convencer a los que siguen tirando piedras a nuestras ventanas pero con la certeza de haber aclarado las dudas de un número imponente de lectores que sigue comprando nuestras ediciones y ha decidido reproducirse en nuestras página y plataforma digitales. Sin embargo la lucha no es completa si, pese a una interesante propuesta fotográfica en estos meses, ese rectángulo de papel sigue sediento del cosquilleo del lápiz que interpreta e interpela desde la inteligencia, la genialidad, el humor. Así que nos volvimos a sentar con el artista de la discordia.
Al-Azar vino con el aire de siempre. Sigue con barba, no perdió el gusto por los jeans, aún conserva la voz baja, su risa que todo lo compone goza de buena salud y, como era de esperarse, llegó en compañía de su inseparable timidez. Quedamos en que retoma su trabajo tres veces a la semana: el miércoles y viernes en la página editorial y el domingo en el Animal Político. Quedamos en que caricaturista y periódico tienen que aprender a cuidarse mejor uno al otro y compartir las responsabilidades. Cuando terminó la reunión sacó sus alas, las desdobló y se las enganchó en la parte superior de su espalda, sobre el delgado suéter. Y se fue a dibujar para regalarle a usted el retorno que hoy celebro a todo color. Mariposa tecknicolor. “Y hoy solo te vuelvo a ver”.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.