Odios digitales
El rol de Internet en las elecciones del 18 de octubre en Bolivia ha estado más orientado a la guerra sucia que a promover campaña positiva. Las personas simpatizantes de diferentes candidaturas se han enfrascado en discursos de odio, promover posverdades, amedrentar a posiciones disidentes e incluso autoconvocarse para acciones de protesta violentas (porque la violencia es también verbal, no solo física). Es verdad que las candidaturas han promovido sentimientos positivos desde sus cuentas de campaña pero sus declaraciones a prensa que, a veces tienen más capacidad de viralización, no han sido tan benignas.
Esta caja de pandora que han resultado ser las redes sociales, canales de conducción de inconfesables odios y complejos obviamente nos afectan a nosotros y a nuestra relación con los otros y otras. Es decir, a nuestra capacidad de convivencia que construimos y destruimos cada día frente a nuestras pantallas. Básicamente estos efectos sociales son el alejamiento, la polarización y la radicalización.
¿Hay un impacto directo en la intención de voto? Es una pregunta que no se puede responder taxativamente porque hay muchas razones por las que la gente vota como vota pero algunos estudios y la experiencia nos cuentan que si bien no cambian la base de nuestras creencias, sí las exacerban y nos ponen un velo que impide entender que existen otras formas de concebir el mundo, tan poco informadas, ingenuas, cercanas al pensamiento mágico, dogmáticas y parciales como las nuestras propias.
Ha pasado en Bolivia lo mismo que sucede en Estados Unidos y todo indica que seguirá sucediendo en cada país que enfrente elecciones. Se crean cuentas falsas, páginas masivas, trolls que se meten a conversaciones para generar odio y hasta, quién sabe, se generan tendencias automatizadas, es decir, falsas. Empresas de marketing y hasta emprendedores locales ofertan estos servicios, es un negocio como varios otros en época de elecciones.
Lo que me queda claro después de mirar estas dinámicas digitales es que expresar tanto odio, tanta frustración, tanto barro solo nos degrada a cada uno y una de nosotros. Tal vez hacemos daño al objeto de nuestros insultos y manipulaciones pero nos hacemos mucho daño también a nosotros mismos.
El camino para reducir los efectos de la desinformación, del discurso de odio, de las estrategias políticas para dañar al contrincante somos nosotros mismos, es un camino largo, tiene que ver con informarnos más, con dudar de nuestras creencias, con ser benévolos con nuestros debilidades, miedos y complejos, y con los de los demás. Tiene que ver con crecer como personas. El primer paso es deshacer la relación tóxica con el odio que hemos construido en este año.
Eliana Quiroz es ciberactivista y burócrata.